¿A dónde conduce la carrera por las armas en América Latina?

Venezuela efectuó maniobras militares a mediados de marzo para prevenir una invasión yanqui (AFP | Federico Parra)
Venezuela efectuó maniobras militares a mediados de marzo para prevenir una invasión yanqui (AFP | Federico Parra)

Hace 20 años que no estalla una guerra en Latinoamérica. Desde que Perú y Ecuador acordaron la paz en el llamado Conflicto del Alto Cenepa, las disputas territoriales en el continente no han concluido en enfrentamientos armados. Sin embargo, el gasto militar de la región se ha disparado en la última década.

¿Por qué los gobiernos latinoamericanos, en particular los de algunas de las naciones más pobres, invierten sumas crecientes en renovar sus arsenales? ¿Qué lugar ocupan determinados países en el tablero geopolítico protagonizado por Rusia y Estados Unidos?

Más armas ¿para qué?

De acuerdo con el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI) el presupuesto militar de América Latina se incrementó en más de 60 por ciento entre 2004 y 2013. En conjunto los países de la región utilizan poco más del 1,3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en el sector de la defensa, un nivel que se ha mantenido estable desde finales de la década de 1990. No obstante, el crecimiento económico ha permitido invertir mayores sumas en las fuerzas armadas.

El ejército brasileño aún clasifica por mucho como el más poderoso de América Latina.
El ejército brasileño aún clasifica por mucho como el más poderoso de América Latina.

En comparación, el África Subsahariana dedica como promedio 1,2 por ciento, mientras el Este de Asia y el Pacífico rondan el 1,9 por ciento. Omán clasifica como el país que utiliza una mayor proporción de su PIB en el ejército con 11,6 por ciento (datos de 2013). Estados Unidos, aunque supera con creces el gasto militar del resto del mundo, solo emplea alrededor de cuatro por ciento en ese sector.

Las razones para modernizar armadas, flotas aéreas y tropas terrestres varían, si bien algunas como el combate al narcotráfico constituyen un factor común en Latinoamérica.

Venezuela encabeza la lista de países que más han incrementado sus gastos militares últimamente. A finales de 2004 Hugo Chávez selló un acuerdo con Rusia para adquirir 100.000 fusiles Kalashnikov. Desde entonces Moscú se convirtió en el principal proveedor de armamento de la nación sudamericana (más del 60 por ciento de las importaciones, según el SIPRI), que ha reforzado sus capacidades con cazas, helicópteros, sistemas de defensa antiaérea y vehículos blindados.

Tanto Chávez como Nicolás Maduro han presentado este fortalecimiento del ejército como una respuesta a las presuntas amenazas militares de Estados Unidos. El actual presidente encabezó recientemente maniobras bélicas para desafiar las sanciones de Washington contra funcionarios de su gobierno.



A pesar del auge militar venezolano, Brasil se mantiene de lejos como la mayor potencia del continente. En 2013 el presupuesto militar del gigante sudamericano superaba los 36.000 millones de dólares, el décimo más elevado del planeta. En la pasada década Brasilia aprovechó la bonanza económica para inyectar cuantiosas sumas a su ejército, que no solo debe proteger los vastos recursos naturales de la codicia externa, sino también intervenir para garantizar la seguridad interior, como ha ocurrido en las favelas de Río de Janeiro.

Otros estados de América del Sur como Chile y Colombia han sostenido elevados gastos en sus fuerzas armadas. El primero gracias a una ley heredada de la dictadura de Augusto Pinochet, que reserva una parte de las ganancias por la exportación de cobre al mantenimiento de los cuerpos castrenses. Por su parte, Bogotá, como también ha sucedido en México, ha dedicado montos importantes al combate armado contra el narcotráfico. El ejército colombiano absorbe más del tres por ciento del PIB, la proporción más elevada de América Latina.

Managua quiere derribar los vuelos de los narcotraficantes con aviones de caza (AP/Sergey Ponomarev)
Managua quiere derribar los vuelos de los narcotraficantes con aviones de caza (AP/Sergey Ponomarev)

Pobreza desarmada

Ciertamente el ascenso de no pocas economías latinoamericanas podría justificar una inversión creciente en armamentos, para remplazar tecnología obsoleta o adquirir medios que respondan a nuevos desafíos, como los frecuentes desastres naturales. Pero no todos los países pueden permitirse esas larguezas y sin embargo…

Un caso ilustrativo es Nicaragua, una de las naciones más pobres de la región. Managua ha anunciado la compra de una flotilla de aviones de caza rusos Mig-29 y buques artillados, ambos medios destinados a interrumpir las operaciones de narcotráfico. Con un presupuesto anual de 82 millones de dólares, el ejército nicaragüense tendría que obrar un milagro para poder adquirir esos aviones, cuyo precio se estima en 29 millones de dólares la unidad.

Pero Daniel Ortega ha abierto las puertas a Moscú, como en los “viejos buenos tiempos” de la Guerra Fría. Naves de guerra rusas utilizan puertos nicaragüenses y bombarderos de la potencia euroasiática utilizan el espacio aéreo y las instalaciones del país centroamericano. Expertos en política internacional consideran que el gobierno sandinista se presta nuevamente como peón en el juego de la geopolítica mundial.

Mientras, alrededor del 40 por ciento de la población de Nicaragua subsiste en la pobreza.  

El abrazo del oso ruso

Para la industria militar de Rusia, América Latina representa un mercado emergente. Bajo la administración de Vladimir Putin, las exportaciones de armamento se han multiplicado y hoy abarcan más de 60 países. Las ventas en 2014 superaron los 15.000 millones de dólares.

Moscú ha apuntalado con armas sus alianzas políticas en la región vecina de Estados Unidos. Según pronósticos de los productores rusos, Latinoamérica ofrece un mercado potencial de 50.000 millones de dólares en los próximos 10 años, un suculento plato a la sazón de Venezuela, Bolivia, México, Perú, Argentina, Nicaragua y otros, que nadie quiere dejar escapar.

Más allá del interés económico, Putin intenta contrarrestar el avance de la OTAN cerca de sus fronteras. Los acuerdos militares incrementan la presión sobre Estados Unidos en un área otrora segura, hoy hostil a causa de la retórica antinorteamericana de Nicolás Maduro, Evo Morales, Rafael Correa y el resto de los líderes de la izquierda en el poder.