La biodiversidad mundial desaparece a un ritmo de entre el 2 y el 6% cada diez años
Cada década, desde hace medio siglo, el planeta pierde entre el 2 y el 6% de su biodiversidad como consecuencia del impacto que genera en los ecosistemas la actividad humana. Esta pérdida de biodiversidad afecta la disponibilidad y calidad del agua y la seguridad alimentaria, aumenta los riesgos para la salud humana y potencia los efectos negativos del cambio climático. Así se desprende del último informe publicado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), llamado “Evaluación de Nexos”, elaborado por 165 expertos internacionales a través de un proceso de revisión que comenzó en 2021.
La Argentina, un país de geografía extensa con una economía basada en gran parte en la explotación de sus recursos naturales (petróleo, minería, agricultura y ganadería) enfrenta múltiples desafíos a la hora de evaluar el equilibrio entre el uso de esos recursos y los impactos que eso genera en la naturaleza.
Según información de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), algunos de los factores que más pérdida de biodiversidad generan en el país son los desmontes de bosques y montes nativos (entre 2000 y 2018, con una pérdida de alrededor de 6,5 millones de hectáreas de bosques nativos), los incendios forestales (entre 2020 y 2023, más de 2 millones de hectáreas fueron quemadas, lo que equivale a 98 veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires), la falta de legislación para el uso de humedales y el desfinanciamiento en partidas de protección al ambiente del último año, que según esa organización tuvieron caídas que van desde un 35% hasta más del 44% desde la asunción del gobierno encabezado por el libertario Javier Milei.
Un mundo de relaciones
Ese documento señala que la riqueza y variedad de la vida en la Tierra “está disminuyendo en todos los niveles, desde el global hasta el local, y en todas las regiones”. Esta pérdida de naturaleza, en gran medida resultado de actividades humanas como los sistemas agroalimentarios y la industria energética, “tiene efectos directos y nefastos en la seguridad alimentaria y la nutrición, el agua, la salud, la resiliencia al cambio climático y casi todas las demás contribuciones de la naturaleza a las personas”.
Según los expertos que elaboraron el informe, más del 50% de la población mundial vive en áreas que ya experimentan los efectos de la pérdida de biodiversidad. Perder naturaleza es, además, hipotecar el presente y el futuro de la economía humana, ya que desde el IPBES estiman en aproximadamente 58 billones de dólares el valor estimado, para el año 2023, de la actividad económica anual mundial generada en sectores moderada o altamente dependientes de la naturaleza, más de la mitad del PBI mundial.
En la “Evaluación de Nexos”, los científicos establecieron interrelaciones entre los cinco “elementos nexo” que arman la trama de la vida natural sobre la Tierra: biodiversidad, agua, alimentos, cambio climático y salud humana. “Es un problema abordar las cuestiones globales por separado: la destrucción del mundo natural, la inseguridad alimentaria, el aumento de las temperaturas, la salud mundial y el estrés hídrico están profundamente interrelacionadas, con causas similares y soluciones transversales”, dice el trabajo, que agrega que centrarse en un solo sector de forma aislada “suele causar problemas en otros”.
Las causas de la policrisis
Sobre la base de los anteriores informes de la IPBES (en particular el Informe de Evaluación de Valores de 2022 y el Informe de Evaluación Mundial de 2019), el trabajo publicado esta semana resalta que los principales motores que impulsan de manera directa la pérdida de biodiversidad a nivel global son el cambio en el uso de la tierra (la agricultura y la ganadería) y del mar (la pesca industrial), la extracción y uso insostenible de recursos naturales energéticos (los combustibles de origen fósil como el petróleo, el gas y el carbón), las especies exóticas invasoras y la contaminación por actividades industriales.
Además, el Informe sobre los Nexos subraya que existen otras causas indirectas que afectan y empeoran la vida natural sobre el planeta, como el aumento de los residuos, el consumo excesivo de todo tipo de bienes materiales y el crecimiento de la población. “La mayoría de los 12 indicadores evaluados dentro de los impulsores indirectos, como el PIB, los niveles de población y el suministro global de alimentos, han aumentado o se han acelerado desde el año 2000″, señala el documento.
Soluciones basadas en la naturaleza
Desde hace un tiempo, los científicos proponen que, para empezar a abordar esta crisis ecológica multidimensional, es necesario encontrar soluciones que estén centradas en la naturaleza. “Los enfoques orientados a la naturaleza hacen más probable que se alcancen los objetivos climáticos globales que priorizan la lucha contra las emisiones”, señala el informe del IPBES.
Conservar y restaurar ecosistemas como bosques, suelos, turberas y manglares son estrategias especialmente importantes para la biodiversidad, la salud humana, la seguridad alimentaria y del agua y la lucha contra el cambio climático. Según recordaron los expertos, los bosques captan, filtran y regulan el agua a través de su vegetación y sus suelos, garantizando agua dulce limpia y accesible hasta para el 75% de la población en el mundo. Por su parte, los ecosistemas costeros contribuyen a más del 50% del secuestro de carbono.
Dietas sostenibles
La forma en la cual la Humanidad produce y consume alimentos explica, en buena parte, la actual crisis ecológica. A partir de allí, el IPBES recomienda avanzar hacia “dietas sostenibles” que permitan transformar el sistema alimentario “para que deje de ser una serie amenaza a la vida sobre la Tierra”. Para eso, los especialistas proponen avanzar en la transformación de los sistemas alimentarios a través de enfoques como la agroecología, la mejora de la eficiencia en el uso del nitrógeno, la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos y la adopción de dietas sostenibles.
Todo esto, evaluaron, “permitiría que la superficie agrícola actual satisficiera las necesidades alimentarias de las poblaciones actuales y futuras previstas, al tiempo que se beneficiarían los demás elementos como el agua, la seguridad alimentaria y la contaminación”.
Según el documento, las políticas alimentarias “podrían desempeñar un papel fundamental a la hora de aportar beneficios a la biodiversidad”, algo que actualmente “no está ocurriendo”. En ese sentido, el trabajo destaca que, si bien en las últimas décadas el aumento de la producción de alimentos mejoró la salud de las personas contribuyendo a reducir la mortalidad infantil y a alargar la esperanza de vida, también “ha causado otros problemas importantes” como la pérdida de biodiversidad, el uso insostenible del agua, la reducción de la diversidad alimentaria y el aumento de la contaminación y de las emisiones de gases de efecto invernadero.
“La concentración mundial en la producción de alimentos, que implica la intensificación de la producción, tiene repercusiones positivas para la salud nutricional en todo el mundo, pero negativas para la biodiversidad, el consumo excesivo de agua y el cambio climático”, destaca la investigación.