Barreras de la inclusión: “la ideología de género”

Quienes trabajamos temas de diversidad e inclusión, a menudo nos encontramos de frente a personas que se oponen a las estrategias en favor de la igualdad de género y los derechos de las personas LGBTIQ+; personas que, en muchos casos, utilizan argumentos que aluden al término “ideología de género” para desestimar los argumentos y evidencias a favor del respeto a la diversidad sexual y de género. Este término surgió en las últimas décadas como una respuesta en contraposición a los avances en la comprensión y promoción de la diversidad y la igualdad de derechos.

Aquellas personas que lo utilizan argumentan que la educación, información y acciones a favor de la diversidad e igualdad, van supuestamente “en contra de la naturaleza”, de “la familia” y del “orden social” establecido. Se le nombra “ideología” para referir al supuesto carácter dogmático o impositivo que se presupone respecto a las ideas de igualdad, inclusión, autonomía y respeto hacia las vivencias personales de las identidades y las sexualidades. Se rechazan los movimientos feministas y de la diversidad, sosteniendo que operan desde una supuesta “agenda” con intereses particulares, en perjuicio de la sociedad y en beneficio solo de algunas personas. También refieren que el género no puede ser una construcción social, sino un fenómeno biológico únicamente, lo que va generando una visión muy rígida y binaria acerca de la identidad de género.

Para muchas de estas personas las estrategias de diversidad e inclusión con perspectiva de género le consideran una imposición de una ideología que no comparten. Argumentan que las estrategias llevadas a cabo están introduciendo sesgos en los procesos de selección y promoción, alejándose así del principio de meritocracias, según esta perspectiva las personas deberían ser evaluadas únicamente en función de sus habilidades y méritos, sin tener en cuenta su género u otras características.

Sin embargo en el ámbito laboral, las cuotas de género pueden desempeñar un papel importante como herramientas habilitadoras de la equidad. Históricamente, las mujeres hemos enfrentado barreras y discriminación en el acceso y avance en el mundo laboral, lo que nos ha llevado a una subrepresentación en determinadas áreas y niveles jerárquicos.

Cuando se recomienda establecer cuotas de género, el objetivo es garantizar que las mujeres tengamos la oportunidad de acceder a puestos de trabajo y posiciones de liderazgo que históricamente han sido dominados por hombres. Y esto nos está permitiendo romper con los estereotipos de género.

Otro de los argumentos que exponen algunas de estas personas es que estas estrategias incluso pueden llevar a una “discriminación a la inversa”, es decir a privilegiar a ciertos grupos en detrimento de otros. Contrario a esto, lo que llaman “discriminación inversa” no es comparable con la discriminación sistemática y estructural experimentada por grupos históricamente marginados. Lo que llamamos “acciones afirmativas” implica un cambio temporal en la distribución de oportunidades o beneficios en un intento de corregir desequilibrios, mientras que la discriminación estructural se refiere a sistemas y estructuras de poder que perpetúan desigualdades y marginación.

Las diferencias estructurales, como la desigualdad de género, son las barreras y prejuicios arraigados en las instituciones, normas y prácticas de nuestra sociedad que resultan en desventajas sistemáticas para ciertos grupos. Estas desigualdades estructurales se basan en roles y estereotipos de género, y afectan negativamente a las mujeres en muchos otros aspectos de la vida.

Las políticas de cuotas y otras medidas de acción afirmativa buscan abordar y contrarrestar estas desigualdades estructurales. No se trata de discriminar a los grupos que han tenido privilegios históricamente, sino de reconocer que la igualdad de oportunidades no se ha logrado debido a estas barreras. Lo que se busca es nivelar el campo de juego y brindar oportunidades equitativas a aquellos que han sido marginados o subrepresentados.

La discusión se torna polarizada e involucra otras concepciones como aquella que se opone a la construcción social del género, argumentando que éste es, en gran medida, determinado por factores biológicos, como la genética, las hormonas y la estructura cerebral. Lo cierto es que el género no está definido por factores biológicos porque la identidad de género se basa en una compleja interacción de variables biológicas, psicológicas, sociales y culturales. El género, entendido como constructo social, se refiere a la forma en que una persona se siente y se identifica con respecto a las expectativas culturales y sociales en torno a lo que significa ser un hombre o una mujer (o cualquier otra identidad).

La identidad de género no es una elección, es una parte fundamental de la personalidad que permite a las personas experimentar su género de diferentes maneras. Unas se identifican como no binarias, genderqueer, o de otro género que no “encaja” en las categorías binarias tradicionales de hombre o mujer.

Quienes argumentan la existencia de una “ideología de género”, lo hacen aludiendo a un supuesto atentado contra la moralidad y valores tradicionales. Sin embargo, los estudios (Estudio de Hill y Willoughby-2005 y Estudio de Schmitt et al. – 2017) han mostrado que la aceptación y la comprensión de la diversidad de género puede en realidad fomentar valores como la empatía, la compasión, la tolerancia y la equidad. Lejos de un “todo se vale”, lo que se busca es generar una invitación a la autonomía y al libre desarrollo de la identidad y personalidad de todas y todos.

En todo caso, para mí a la “ideología de género” habría que asociarla con aquellas ideas, actitudes y acciones que alimentan a quienes, en aras de “cuidar el orden social” perpetúan estructuras de poder que limitan derechos, libertades y realidades. En otras palabras, son aquellas ideas que buscan reforzar estereotipos de género restrictivos. Más bien, desde la “ideología de género” se justifica la negación de los derechos como el acceso a la educación, a la participación política, al empleo igualitario y a la toma decisiones. Yo, por el contrario, llamaría “ideología de género” a aquella que sigue controlando la sexualidad de las mujeres y que sigue estigmatizándonos por desafiar las “normas sexuales tradicionales”. Llamaría “ideología de género” a aquella que nos sigue violentando y abusando física y emocionalmente. La “ideología de género” serían todas esas ideas que menosprecian y desvalorizan las características y roles considerados como femeninos, que limita la libertad y la autonomía de las personas, tanto hombres como mujeres, al restringir la gama completa de expresiones y comportamientos humanos.

* Ma. Antonieta Ocampo Camacho (@marianto2012) es Diseñadora Gráfica por la Universidad Anáhuac del Sur, tiene un MBA en el Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas IPADE. Es especialista en capacitación y consultoría en temas de diversidad e inclusión, bienestar y mindfulness. Cuenta con diversas certificaciones y cursos en materia de Recursos Humanos como Change Management, Competing with Integrity, Desarrollo de Otros, Inteligencia Emocional y Servicio Sorprendente. Tuvo a su cargo el lanzamiento de un programa para la inclusión de Personas con Discapacidad en Cinépolis, donde también recibió el reconocimiento “Gold Medal” otorgada por Brandon Hall Awards 2016 por mejores prácticas de capacitación. Desde hace algunos años participa en diversos foros que promueven la diversidad e inclusión laboral.