Bailarín cubano, Alejandro González Rodríguez, estrella de Les Ballets Trockadero de Monte Carlo, en Miami

Hay chicos que sueñan con bailar en puntas, inspirados por la grácil figura de las bailarinas empinadas hacia el cielo. Y algunos logran esa hazaña. Sin embargo, muy pocos llegan a triunfar en los escenarios al transformarse con sus pasos elevados en las heroínas del ballet.

Para mostrar eso con toda la exigencia técnica y el estilo que merece -contando con un humor burbujeante como el champán- ahí está Les Ballets Trockadero de Monte Carlo. Celebrando medio siglo de éxitos, la legendaria compañía norteamericana -bajo la dirección artística de Tory Dobrin- llega al Arsht Center for the Performing Arts el 11 de enero.

Entre parodias y tributos a un arte tan exigente, los hombres de este grupo—cariñosamente les dicen los Trocks—adoptan un nombre estrafalario y una biografía sospechosa que les permite desempeñar una serie de papeles clásicos—princesas y sílfides, aldeanas y gitanas—además de tener un alter ego masculino igualmente gracioso.

Entre ellos figura el cubano Alejandro González Rodríguez (Holguín, 1985) identificado en los elenco, a veces como Maria Clubfoot (gloria de la cultura amerindia) y otras, como Tino Xirau-López (un noble renegado). Con talento y tesón, este artista refleja la ventaja de su educación en el ballet.

Como comenta Raffaele Morra, maestro de ensayos del Trockadero: “La metodología cubana combina la fuerza de los rusos, la elegancia de los franceses, y la rapidez de los americanos. Tiene un sentido casi extremo del estilo que le queda perfecto a los Trocks”.

Alejandro González Rodríguez como Maria Clubfoot.
Alejandro González Rodríguez como Maria Clubfoot.

Esta conversación con Alejandro nos prepara para el disfrute de la oferta artística de esta compañía sin par.

¿Cómo empezó tu aventura de bailar ballet profesional en puntas? Mi mamá, Odalmis, es profesora de ballet y entrenaba a niñas en nuestra casa de Holguín. Yo siempre veía zapatillas de punta alrededor mío y me las ponía por amor al juego. Me gustaba caminar arriba de los empeines y mi mamá me decía, ‘¡Niño, bájate, que te pasas el día entero con los pies doblados!’ Así seguí hasta que las tallas no me servían. Además eso en Cuba era tabú.

¿Pasaste por una preparación convencional en el ballet? Empecé a los nueve años en la escuela de mi ciudad. Mis padres siempre se preocuparon porque aprendiera todo lo posible. Mi mamá decía que el ballet entra por los ojos y me llevaban a ver eventos en La Habana. Seguí desarrollándome en Camagüey, y en la capital, hasta integrarme al Ballet de Cámara Holguín.

¿Ya tenías al Trockadero en tu radar? Bueno, en aquella época la información estaba muy limitada en la isla. Cuando fui a bailar al Ecuador en enero del 2009 tuve más acceso a sus actuaciones. Te cuento que aún en La Habana pude presenciar el montaje de “La bella durmiente” del cubano Alberto Méndez, donde Carlos Caballero Hopuy, un compañero de clase mío que después se convirtió en una estrella del Trockadero, bailó el hada Carabosse en puntas. Aquello fue un escándalo.

¿Cómo pudiste dar el salto hacia Sudamérica? A través de mi mamá que había ido a enseñar en Guayaquil [Ecuador]. Ella compartió unas filmaciones de lo último que yo había bailado con compañeros míos que estaban en el Ballet Nacional de Ecuador. El director me contactó y así empecé. Viví en Quito [capital de Ecuador] varios años y amo al Ecuador como mi segunda patria.

Pero te quedaba mucho por delante antes de la presentación que nos espera. ¿No es así? No me puse las zapatillas de punta nuevamente en años luz. En el 2016 llegué a San Antonio, Texas, y me reuní con amigos que allí estaban en la compañía de ballet. Me alentaron a que hiciera una audición. Pero sin papeles—que se demoraban—no me podían contratar. Me dije, ¡ya no bailo más!

Los bailarines de Les Ballets Trockadero en “Walpurgisnacht”, una bacanal al estilo soviético.
Los bailarines de Les Ballets Trockadero en “Walpurgisnacht”, una bacanal al estilo soviético.

¿Qué hacías para mantenerte desde el punto de vista económico? ¡Qué no hice! Lavé carros en el aeropuerto y trabajé ensamblándolos en la Toyota. Cuando el Trockadero vino a San Antonio, me preparé con esmero y le mandé mi material a la compañía. Lamentablemente, no tenían posiciones disponibles. Así que en el 2018 me mudé a Miami, donde tengo familia. Aquí he estado en bienes raíces y hasta de cajero. Pero un buen día en el 2019 me entra un correo del Trockadero invitándome a audicionar en Fort Lauderdale, donde iban a bailar. Y yo me quedo como que ¡wow! Hice mis clases de ballet en el patio de un tráiler donde vivía en Kendall, diciéndome, ‘si la técnica y la memoria muscular no me fallan, ¡qué sea lo que Dios quiera!’

¿Cómo te fue? El día que bailaban tomé clase con la compañía y después me enseñaron la primera entrada de “Paquita”. Salí muerto, todo me temblaba. Pero el director me llamó a la oficina para ver si yo ya quería empezar con ellos. ¡Imagínate! Mi debut fue en “El Lago de los Cisnes” en el Parque Central de Nueva York en junio de ese mismo año.

Por último, ¿qué nos tienes preparado para esta gira? Estaré entre las sílfides de “ChopEniana” [basada en los ballets blancos del romanticismo] y en “Valpurgeyeva Noch (Walpurgisnacht)” [una bacanal al estilo soviético]. Y tenemos otras coreografías con ocurrencias muy cómicas.

Les Ballets Trockadero de Monte Carlo, Adrienne Arsht Center, Knight Concert Hall, 1300 Biscayne Blvd., Miami. Jueves 11 de enero, 8 p.m. Boletos: $35 - $99. Más: 305-949-6722 o visitando https://www.arshtcenter.org

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