Ayrton Senna y los sueños inconclusos: a 30 años de su trágica muerte, la última pareja del piloto hace grandes revelaciones
El próximo 1 de mayo se cumplirán 30 años de la muerte del brasileño Ayrton Senna da Silva, después de un accidente en el circuito de Imola (Italia). Con motivo del aniversario, ESPN y Star+ lanzarán en Brasil un documental titulado Em Senna, que repasará la carrera del corredor nacido en San Pablo el 21 de marzo de 1960. En el marco del proyecto televisivo fueron entrevistados el ex piloto Christian Fittipaldi, el empresario Geraldo Rodrigues (ex manager de Senna) y Adriane Galisteu, la última pareja del malogrado campeón del mundo de F1.
En una de las entrevistas del programa, la mujer habla de los deseos inconclusos de su novio de entonces (se conocieron apenas un año antes de la muerte del piloto, en una fiesta posterior al GP de Interlagos de 1993): “Murió sin realizar sus tres mayores sueños. Tenía el sueño de correr para Ferrari, pero no lo realizó. Soñó con tener un hijo, no creo que él lo haya hecho. Se habló de que tenía una hija, no sé cómo terminó esa historia, pero no llegó a ser padre. Y el sueño de visitar Disney. ¡Lo más obvio del mundo, visitar Disney!”, dijo Galisteu, una exmodelo y actriz de 50 años. El piloto brasileño tenía 34 años cuando sufrió el accidente en el GP de San Marino.
El accidente que cambió la historia
El circuito de Imola fue el escenario del fatídico fin de semana: el paulista, uno de los más carismáticos hombres que transitó el paddock y también quien alteró el devenir de la disciplina, dejó una huella antes y después del escalofriante accidente que apagó su vida, cuando el indócil Williams FW16 con el N°2 se estrelló contra el muro exterior de la tristemente célebre curva de Tamburello, a 216 kilómetros por hora. Senna es una leyenda y muchos campeones del mundo se inspiraron en él, a quien observaban con detenimiento y admiración en una pantalla de televisión. Senna corrió, ganó, fue tres veces monarca, un piloto tremendamente competitivo y con calidad incuestionable, pero que no pudo torcer el destino: cinco años antes, junto a Gerhard Berger, intentó modificar la trayectoria de aquella curva del Gran Premio de San Marino, pero el curso del río Santerno, que discurre por detrás, lo impedía. La misma curva que resultó un milagro para las vidas de Nelson Piquet, Berger, Michele Alboreto y Riccardo Patrese, fue una trampa para el brasileño.
Fue el fin de semana más negro de la F1. El viernes 29 de abril, Rubens Barrichello se despistó en la Variante Bassa y protagonizó un fortísimo accidente durante las pruebas libres; Senna lo visitó en el hospital y quienes lo acompañaron lo observaron inquieto, conmocionado y ansioso. Al día siguiente, Roland Ratzenberger perdió el control del Simtek al rompérsele un alerón en la Curva Villeneuve y golpeó de frente contra el muro a más de 300km/h. El golpe del piloto austríaco, que debutaba en la F1 en esa temporada, fue brutal y fatal; la muerte fue casi instantánea a causa de la violenta desaceleración. Senna fue al lugar del accidente y eso le valió una advertencia de la FIA y de la dirección de la carrera. Ya había registrado la pole, la N°65; se recluyó en la parte trasera del box y lloró sin consuelo. Senna, esa noche, habló con su novia Adriane Galisteu y le confesó, de manera premonitoria, sus temores, la inseguridad de participar en el Gran Premio.
Horas antes de la carrera, el 1° de mayo, Senna visitó a Alain Prost, que dialogaba con los medios. Los mecánicos no observaron comportamientos diferentes, cambios de rutina: llegó temprano al warm-up, regresó al motorhome; conversó con Niki Lauda y Berger. Demoró más de lo habitual en dejar el garaje. Pidió una bandera austríaca, porque estaba confiado en que ganaría el Gran Premio y homenajearía a Ratzenberger.
Un cuarto de siglo después de la muerte, nadie sabe realmente qué disparó el accidente. Ni el juicio sustanciado pudo develar el misterio y esa tarea es imposible: el Williams FW16-Renault fue devuelto a la escudería de Grove casi ocho años después del accidente y no quedaron rastros: Williams devolvió el motor V10 a Renault y destruyó los restos. El 16 de septiembre de diciembre de 1997, el juez Antonio Costanzo pronunció un veredicto: el accidente se había producido por la rotura de la columna de dirección modificada por Williams, una tarea que se hizo antes del inicio de la temporada por pedido de Senna, que deseaba mayor espacio en el cockpit. Pero la Corte de Apelaciones de Bologna falló en 1999 y desautorizó al juez Costanzo, aunque no ofreció ninguna teoría particular.