Avinash Persaud, coautor de la Agenda de Bridgetown, pide "ambición pragmática" a la COP28

Dubái, 8 dic (EFE).- La cumbre del clima no puede ser ambiciosa si no favorece la financiación de la transformación ecológica en los países en desarrollo, insiste el economista Avinash Persaud, quien defiende la “ambición pragmática” para reformar el sistema financiero internacional y así “dejar de culparnos unos a otros y hacer la transición posible”.

Persaud es el autor, junto a la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, de la Iniciativa de Bridgetown, un plan para reformar la arquitectura financiera global y aumentar la capacidad de los países en desarrollo para abordar la emergencia climática.

“Estamos pidiendo a los países pobres que lleven a cabo una transformación ecológica a un ritmo más rápido y a una escala mayor de lo que lo han hecho nunca los estados ricos, y a un coste de capital muy elevado y que conducirá a una reducción de su PIB”, señala Persaud en entrevista con EFE.

“La gente dice que las renovables son baratas, y es verdad que lo son a nivel operativo, pero no en el capital inicial”, explica el enviado del clima de Barbados en la COP28 de Dubái, donde los países negocian cómo reducir a la mitad sus emisiones de gases invernadero para 2030.

Por ejemplo, triplicando la capacidad renovable para esa fecha, duplicando la tasa de mejora de la eficiencia energética o -si finalmente lo deciden así al terminar la cumbre- acordando una eliminación paulatina de los combustibles fósiles (con o sin tecnologías de captura y almacenamiento de CO2).

Pero para llevar a cabo esta transición hace falta dinero, recuerda Persaud, y “el coste del dinero en los países en desarrollo es mucho mayor”.

"Si el coste de financiación de un parque solar en Alemania o España es del 4 %, será del 14 % en Sudáfrica y del 24 % en Zambia. Así que para ellos, pasar de los combustibles a las energías renovables es muy caro”, abunda.

Este profesor emérito de Gresham College en el Reino Unido alega además que no basta con la financiación privada para hacer frente a la crisis climática, pues muchas de las soluciones (de adaptación, por ejemplo) no generan ingresos.

“Las granjas solares, las turbinas eólicas, la hidroeléctrica, todo eso da dinero, pero un dique no, un sistema de drenaje y de defensa contra inundaciones, no”, precisa Persaud.

La solución pasa por aumentar la capacidad de préstamo de los bancos multilaterales de desarrollo, que según dijo deben triplicarse para impulsar inversiones “resilientes” en países vulnerables al cambio climático.

Esta propuesta -respaldada por países ricos, como Francia- impulsa además unas “cláusulas de pausa al estilo de Barbados”, para que aquellos que sufran catástrofes naturales -que se agravan a medida que se calienta el planeta- puedan dejar de pagar los intereses y el principal de una deuda durante dos años.

Recaudación para pagar la factura del clima

Una tercera pata de la propuesta de Mottley y Persaud se centra en cómo costear las pérdidas y los daños que el cambio climático ocasiona ya en países más vulnerables -como los insulares del Caribe o del Pacífico- que a su vez son quienes menos han contribuido al calentamiento.

“Porque el mundo no mitigó a tiempo el cambio climático y no se ha adaptado aún” , existen pérdidas económicas y daños de infraestructura y humanos en esos lugares más vulnerables, motivo por el cual en Sharm el Sheij (COP27) se aprobó la creación de un fondo que en esta COP28 se ha hecho operativo.

Para alimentar el fondo de dinero, además de la contribución de las economías más ricas -y principales responsables del calentamiento-, Barbados sugiere gravar los servicios financieros globales, el transporte marítimo de mercancías, la aviación y los beneficios de la industria de los combustibles fósiles.

“En pérdidas y daños no se generan ingresos, y no hay ahorros, así que necesitamos subvenciones”, incide Persaud, que formó parte del Comité de Transición, el equipo encargado de proponer las condiciones en que funcionará el nuevo fondo.

Ayuda que no llega

Se calcula que el dinero necesario para asumir las pérdidas y los daños climáticos es de 100.000 millones de euros al año, señala el economista, una suma que costará la aporten los países ricos mediante sus compromisos voluntarios (de momento, hay cerca de 700 millones prometidos al fondo).

Todo el dinero de cooperación internacional es de cerca de 200.000 millones, y esa cantidad "no irá a más"; "tendríamos mucha suerte si fuera de 200.000 a 300.000 millones", dice.

Así, la Iniciativa de Bridgetown llama a ampliar la capacidad fiscal global, pues, advierte Persaud, “cuantos más impuestos estén ligados a las emisiones, más servirá dos propósitos": uno, financiar el fondo de pérdidas y daños, y dos, incentivar la rebaja de emisiones.

Esta propuesta puede sonar contradictoria en países como España, donde Barbados es considerado un paraíso fiscal (según consta en la lista negra española de territorios con un régimen fiscal “perjudicial”), pero Avinash defiende que las empresas extranjeras y las locales pagan lo mismo, si bien admite que “el impuesto de sociedades es bajo, de cerca del 9 %”.

Marta Montojo

(c) Agencia EFE