Preocupantes paralelismos entre la pandemia actual del Covid con la gripe de 1918: el ejemplo de Nueva York
La pandemia de influenza de 1918 es la más mortífera de la historia moderna, y se estima que cobró 50 millones de vidas en todo el mundo, incluidas 675.000 en Estados Unidos.
Según algunos cálculos, el número de víctimas de la oleada de COVID-19 en la ciudad de Nueva York esta primavera se asemejó al de la pandemia de gripe de 1918 en ese mismo periodo. En marzo y abril, la tasa de mortalidad general estuvo solo un 30 por ciento más abajo que durante el punto álgido de esa primera pandemia en la ciudad, a pesar de los avances médicos de la actualidad, según un análisis publicado el jueves en JAMA Network Open.
Muchas personas comparan la COVID-19 con la influenza estacional, mientras que consideran la pandemia de gripe de 1918 como un momento de devastación incomparable, comentó Jeremy Faust, especialista en medicina de emergencias del Hospital Brigham y de la Mujer de Boston, y autor principal del análisis.
“Pero en realidad, la crisis de 1918 básicamente es como esta”, dijo, excepto que ahora hay cadáveres en camiones refrigerados y no apilados en las calles.
“Quiero que la gente se dé cuenta de la magnitud de lo que acabamos de ver esta primavera, lo que estamos viendo de nuevo en este momento, pues es verdaderamente histórico”, añadió Faust.
Los historiadores que han estudiado la pandemia de 1918 estuvieron de acuerdo.
“Es especialmente importante que lo sepan quienes niegan la pandemia y dicen: ‘Ay, esto no es peor que la pandemia de gripe de 1968, por ejemplo’”, comentó Howard Markel, historiador de la Universidad de Míchigan. “Esta es una pandemia bastante mortal. Y está empeorando; esa es la parte aterradora”.
En plena pandemia puede ser difícil determinar la causa exacta de la muerte, incluso con herramientas de diagnóstico sofisticadas. Así que Faust y sus colegas compararon los datos de “mortalidad por todas las causas” —muertes por cualquier causa— en la ciudad de Nueva York durante dos periodos pandémicos.
Casi 33.500 personas murieron en la ciudad de Nueva York entre el 11 de marzo y el 11 de mayo, según el Departamento de Salud e Higiene Mental de la ciudad. Con una población total de casi 8,3 millones de habitantes, esto equivale a una tasa de incidentes de 202,08 muertes por cada 100.000 personas-meses, una forma estándar de denotar las muertes a lo largo del tiempo.
La tasa de mortalidad general en esos 61 días fue más de cuatro veces la tasa de los períodos correspondientes de 2017 a 2019.
Los investigadores luego observaron las muertes en octubre y noviembre de 1918, el pico del brote de gripe de la ciudad. Hallaron estadísticas detalladas de mortalidad recopiladas por la Oficina del Censo, que era entonces una agencia relativamente nueva, y archivadas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
Faust identificó 31.589 muertes entre 5,5 millones de residentes de la ciudad, para una tasa de incidentes de 287,17 muertes por cada 100.000 personas-meses. Este número fue casi tres veces más alto que la tasa de mortalidad de la ciudad en los tres años anteriores. En total, la tasa de mortalidad de la ciudad en la primavera pasada fue de casi el 70 por ciento de la observada en 1918.
Cuando la epidemia ocurrió en 1918, el pico de muertes no fue tan impactante para la ciudad como en 2020. En ese momento, el aumento de las muertes fue menos de tres veces mayor que el del año anterior, señalaron los investigadores, mientras que el aumento de 2020 fue más de cuatro veces mayor que la cifra de 2019.
En pocas palabras, la vida era más arriesgada hace cien años.
“Era un mundo menos sano y menos seguro”, dijo Faust. En cierto sentido, añadió, “estamos peor hoy que en 1918” porque partimos de un lugar mucho más seguro y tecnológicamente avanzado. El efecto de una epidemia debería haber sido dramáticamente menor hoy, no solo ligeramente menor.
De hecho, la gente hoy en día está condicionada por el “complejo industrial médico” a pensar que todas las enfermedades pueden ser conquistadas, dijo Nancy Tomes, historiadora en materia de atención médica estadounidense en la Universidad de Stony Brook.
Quizá por eso muchos estadounidenses, en particular los que creen que la pandemia es exagerada, están tan enojados de descubrir que un virus les ha cambiado la vida, agregó.
“En 1918, la gente estaba muy familiarizada con las enfermedades infecciosas y con la muerte a causa de ellas”, dijo Tomes. “No había todo este tipo de expectativas que tenemos en la actualidad acerca de que esto no debería ocurrir”.
Dados los enormes avances de la medicina en el último siglo, la similitud de las tasas de mortalidad de hoy y de 1918 es particularmente desconcertante, dijeron ella y otros expertos.
En 1918, una vacuna para la gripe atacaba por error la bacteria “Haemophilus influenzae” en lugar del virus de la gripe. La penicilina —que habría vencido la neumonía bacteriana que mató a muchas personas con la gripe de 1918— no se descubriría hasta dentro de una década. Los fluidos intravenosos para hidratar a los enfermos graves se utilizaron incluso más tarde.
Sin estas herramientas, los hospitales de 1918 eran poco más que lugares de descanso.
“No existía una unidad de cuidados intensivos, no había respiradores, no había nada”, explicó Eric Topol, director del Instituto Translacional de Investigación Scripps en San Diego. “Básicamente tenían cubrebocas y distanciamiento. Nosotros tenemos mucho más; sin embargo, la mortalidad es aproximadamente comparable”.
Los paralelismos entre las dos pandemias refuerzan la preocupación de que el otoño e invierno de este año puedan traer una segunda oleada peor que la primera, como ocurrió en 1918.
Las similitudes también plantean incómodas preguntas sobre cuánto más mortífero puede ser el coronavirus en comparación con el virus de la gripe de 1918.
Si se pudieran extraer los dos virus fuera de tiempo y compararlos, dijo Faust, no está claro cuál sería inherentemente más letal. “Podría ser que esta situación se acerque mucho más a la de 1918, o podría ser peor”, dijo, refiriéndose al coronavirus.
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This article originally appeared in The New York Times.
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