Tiene 16 años y su madre murió de COVID-19. ¿Qué pasará con él ahora?
Para los hermanos Fryson, el año había comenzado con un toque de esperanza. Por fin se habían reunido con su madre, Beatrice McMillian, después de años de estar en un hogar de acogida temporal.
McMillian había conseguido ayuda para pagar el alquiler de un apartamento y que ella pudiera salir de un refugio para indigentes. El hermano mayor, Kasaun, estaba iniciando la edad adulta, trabajaba en Whole Foods y asistía a un centro de estudios superiores.
El hermano menor, EJ, vivía con su madre y le iba bien en la preparatoria. Luego, en abril, McMillian murió a causa de COVID-19. Su muerte destrozó todo lo que la familia había ganado. Fryson, de 22 años, se dirigió a los tribunales para tratar de convertirse en el tutor de su hermano de 16 años y evitar que volviera a un hogar de acogida temporal. “Mi hermano necesita a alguien y yo voy a ser esa persona”, afirmó Fryson.
Cuando la pandemia de coronavirus cobró la vida de miles de personas en la ciudad de Nueva York, dejó huérfanos a una cantidad desconocida de niños. Al menos ocho de ellos han sido instalados en hogares de acogida temporal porque sus padres fallecieron a causa del virus, de acuerdo con la Administración de Servicios Infantiles de la ciudad.
Es probable que la cantidad sea mayor. Los hijos de familias con más recursos económicos o sistemas de apoyo más amplios suelen manejar los asuntos de tutela de manera privada.
La pérdida repentina de sus padres ha obligado a algunos jóvenes como Fryson a asumir el inesperado papel de padre sustituto y a luchar por mantener unido lo que queda de sus familias.
“Tu hogar físico se ha ido y tu hogar emocional también. Luego, te van a llevar con alguien a quien nunca has visto en tu vida”, señaló Karen J. Freedman, fundadora y directora ejecutiva de Lawyers for Children, la cual representa a los niños en hogares de acogida, incluyendo algunos cuyos padres murieron en la pandemia. “Ese es un proceso aterrador para cualquier niño”.
Una hermana toma las riendas
David Villar, de 17 años, temía que lo enviaran a una casa de acogida temporal después de que su padre falleció a causa del COVID-19 en marzo, apenas dos años después de que su madre murió de un ataque al corazón en su casa, donde había intentado salvarla con reanimación cardiopulmonar.
No obstante, ahora está con su hermana, Giannie Done, a quien se le ha dado la tutela. Done, de 21 años, dijo que se sentía obligada a cuidar de su hermano. “No tenía a nadie. Quería que supiera que soy su hermana y que estoy aquí para lo que necesite”, dijo.
Done, quien trabaja como representante de ventas en AT&T, comentó que está aprendiendo a ser tutora, pero que sabe que no es una madre para David. “No es un niño; es mi hermano menor”, explicó. “Solo quiero que me respete”.
David había sido adoptado de un hogar de acogida y regresó ahí brevemente cuando su padre padeció otra enfermedad. Supuso que iba a volver una vez más. “No sabía a dónde iría”, afirmó, y añadió que estaba agradecido con su hermana.
“Ahora es oficial”, dijo, riéndose de la documentación administrativa que le otorgó la tutela a Done.
Tratando de mantenerse juntos
Al igual que Done, Fryson estaba decidido a evitar que su hermano, EJ, tuviera que volver a una casa de acogida temporal.
Los hermanos pasaron al cuidado del estado en 2013, después de que su padre falleció de cáncer de próstata. Su madre, McMillian, estaba en prisión, cumpliendo una sentencia por homicidio culposo.
No obstante, McMillian, quien asesinó a su novio en una pelea doméstica en 2009, era una feroz protectora desde prisión, dijo Fryson. Supervisaba el bienestar de sus hijos mediante llamadas telefónicas a los padres adoptivos y las agencias y ejerció presión para que sus hijos fueran trasladados a un hogar más apropiado cuando le dijeron que tenían problemas con una madre de acogida, declaró Fryson.
Sus hijos la visitaban en las instalaciones de la correccional de Bedford Hills, e iban a un campamento cercano durante el verano para pasar más tiempo con ella.
Cuando Fryson se enteró de que su madre tenía coronavirus y que sería hospitalizada, fue de inmediato al refugio para personas sin hogar donde se alojaba su familia en Kips Bay y recogió a su hermano. Los médicos les ordenaron permanecer en cuarentena durante dos semanas en su apartamento del Lower East Side, por lo que no pudieron visitar a su madre antes de que muriera en el hospital.
El funeral fue muy confuso, dijo Fryson. “En realidad no fue un funeral. No puedes ver a la persona. No te dejan ver el cuerpo. Solo te quedas parado frente a la caja durante diez minutos”, narró.
Se acercó a la asociación Lawyers for Children (Abogados para los niños), que los había representado anteriormente. El grupo lo recomendó con un abogado privado, Philip Katz, quien señaló que recientemente un juez le otorgó la custodia a Fryson, aunque todavía hay complicaciones.
Fryson no puede tener visitas que se queden a dormir durante periodos prolongados en el edificio de viviendas de apoyo donde habita, por lo que en ocasiones EJ tiene que pasar la noche con sus familiares. Fryson ha presentado una solicitud para mudarse a un apartamento más grande en el edificio a fin de que ambos puedan vivir juntos de tiempo completo.
Fryson afirmó que su madre habría querido que se quedaran juntos. “Era una buena mamá”, dijo.
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This article originally appeared in The New York Times.
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