Aquí vamos otra vez
Lo más probable es que ya hayas oído la frase. Lo más seguro es que la escuches el viernes, al menos una vez, y después una y otra vez el sábado y el domingo en boca de todos los presentadores con dientes perfectos, de todos los expertos exaltados y de todos los comentaristas con voz entusiasta. Dirán que la Liga Premier está de regreso.
Por supuesto que esto no es verdad. Es un anacronismo, una vuelta a los días pasados en que el fútbol tenía la decencia mínima de tomarse el verano libre y ceder el escenario principal a otros deportes durante un tiempo. La Liga Premier —todo el fútbol de clubes, de hecho— no puede regresar porque en realidad nunca desaparece.
El Chelsea se pasó los Juegos Olímpicos fichando grandes cantidades de adolescentes sudamericanos por razones que siguen siendo un tanto opacas. Varios de sus rivales nacionales y europeos utilizaron la Eurocopa y la Copa América como el pretexto perfecto para contratar y despedir a entrenadores diversos y en esencia intercambiables.
El fútbol de clubes es una aplanadora y las aplanadoras no dejan de rodar. No descansan unas semanas ni se toman el verano libre ni descansan un poco. Esa sensación de omnipresencia es lo que ha convertido al fútbol menos en un pasatiempo y más en un estilo de vida, una piedra angular cultural sorprendentemente lucrativa.
Y, a pesar de todo, esos pocos días antes del arranque de una nueva campaña parecen de alguna manera el inicio de un día diferente. No importa si te has convertido en un observador muy curtido, cínico o consciente de ti mismo, hay algo en la expectativa de la nueva temporada —nuevos uniformes y nuevas contrataciones en estadios nuevos— que cautiva la imaginación.
En este resplandor cálido y efímero del optimismo de la pretemporada, parece más apropiado centrarse en eso que en lo agobiante y lo predecible. Y justo cuando todo comienza, he aquí historias que quizá podrían ofrecer un giro de tuerca a una historia que, por lo demás, es a todas luces familiar.
Sí, ya, está bien, presentemos el caso judicial
Nadie debería hacerse ilusiones de que la maniobra de la Liga Premier de llevar ante los tribunales a su eterno campeón, el Manchester City, acusado de 115 cargos por hacer trampa —por ponerlo en pocas palabras—, es algo positivo para la competencia. No habrá ningún resultado positivo para la liga. Si gana, habrá que replantearse más o menos la última década de su existencia. Si pierde, su autoridad para vigilar a sus miembros en realidad se habrá arruinado.
El consuelo es escaso y engañoso, incluso hasta exagerado, pero ahí está a pesar de todo. La otra amenaza que plantea el City a la Liga Premier es que su excelencia, junto con su destreza financiera, vuelve un poco aburrida la liga. Esto es un problema para una competencia que siempre se ha enorgullecido de su competitividad y se ha vendido como competitiva.
Sin embargo, el caso judicial introduce la posibilidad de que el Manchester City de hecho sea interesante esta temporada: es difícil pensar en otra ocasión en la que a un grupo de jugadores se les haya encomendado la tarea de sobresalir y de demostrar que todo lo que han logrado es legítimo. Y, una vez superada esa prueba, quedará el asunto espinoso de si el entrenador Pep Guardiola firmará un nuevo contrato. Hay una ligera sensación de que tal vez una era está llegando a su fin.
La próxima generación
En el fútbol moderno, infinitamente conectado y vorazmente escudriñado, en realidad no hay cabida para misterios. No obstante, de alguna manera, hay uno que ha logrado afianzarse y que involucra tanto al club más grande del mundo como a la nación a la que, más que a ninguna otra, define este deporte: ¿cuál es la razón exacta de que Endrick esté tan obsesionado con Bobby Charlton?
Endrick, un brasileño de 18 años que por fin debutará en la liga con el Real Madrid, parece autodefinirse como “fan” de Charlton a pesar de que está tan separado en el tiempo del otrora centrocampista del Manchester United que hay una posibilidad razonable de que sus abuelos no hayan podido verlo jugar. Endrick mencionó su admiración por Charlton en Wembley en marzo y de nuevo en una entrevista este mes.
Es posible que sea una especie de broma, pero es una un poco extraña. Es probable, quizá, que sea una estrategia de relaciones públicas. También es vagamente factible que Endrick hable en serio y que haya pasado una sorprendente cantidad de tiempo viendo en YouTube imágenes granuladas de partidos de primera división de la década de 1960.
Como sea, ofrece una subtrama maravillosa al tema definitorio de esta temporada en España. En cierto grado, LaLiga sigue sufriendo la resaca ocasionada por todos esos años en los que Lionel Messi y Cristiano Ronaldo decidieron y determinaron la liga. Endrick y Lamine Yamal, la sensación adolescente del Barcelona, efectivamente tienen la tarea de revivir esa rivalidad en la era de la inteligencia artificial. Sería un primer golpe significativo que Yamal se declarara ferviente admirador de Billy Bremner.
El fin del malestar profundo del Marsella
Más que ninguna otra gran liga, la francesa necesita con urgencia una nueva historia que contar. La liga se está marchitando bajo la sombra del París Saint-Germain y, pese a su astuta estrategia de mercadotecnia para promocionarse como la “liga de los talentos”, se ha pasado buena parte del año tratando de encontrar a alguien dispuesto a pagar por transmitir la última versión de la procesión inevitable del PSG hacia el título.
Es una lástima porque hay un equipo en verdad interesante en la Ligue 1 este año: el Olympique de Marsella. Predecir que al Marsella le puede ir bien es una tontería, claro está; ningún equipo de Europa es más constante en cuanto a encontrar la manera de dispararse en el pie. Sin embargo, las señales son alentadoras: el año pasado llegó a semifinales de la Liga Europa y ahora nombró como director técnico a Roberto De Zerbi, un hombre que hasta hace poco era uno de los entrenadores más codiciados de Europa.
Lo más probable es que el Marsella no haya sido el tipo de trabajo que De Zerbi pensó que podría conseguir cuando decidió que había llegado el momento de dejar el Brighton (el Manchester United, el Liverpool y el Chelsea parecían destinos más adecuados). No obstante, el hecho de que haya terminado en el Estadio Velódromo debería ser un incentivo no solo para el Marsella, sino para toda Francia. Si su equipo es capaz de crear la ilusión de ser un desafío para el PSG, la liga se beneficiará una enormidad.
Re-VAR-lución
En el extremo norte de Europa, empiezan a saltar chispas. Como nos han repetido en diversas ocasiones, la tecnología ha llegado para quedarse en el fútbol. El juego, como un tiburón, no retrocede. La única solución a la creciente evidencia de que el árbitro asistente por video (VAR, por su sigla en inglés) no fue una gran idea es mejorarlo, no abolirlo.
Sin embargo, Noruega parece no estar de acuerdo. Ha habido cada vez más protestas contra el uso del VAR en el máximo circuito del fútbol noruego y las autoridades del deporte en ese país han prometido mantener un debate “abierto” sobre los méritos y las desventajas de esta tecnología antes de la votación sobre su continuidad a celebrarse en marzo.
En cierto grado, es un asunto bastante parroquial. No hará una gran diferencia para el fútbol europeo en su conjunto el que Noruega decida ponerle punto final a lo que, en realidad, debería seguir considerándose un experimento. Solo que, si un bloque cae, puede envalentonar a otros. Al demostrar que el VAR no es obligatorio, Noruega podría abrir la puerta a conversaciones más profundas y honestas sobre sus beneficios en otros lugares.
c.2024 The New York Times Company