Anna O., la paciente cero del psicoanálisis de Sigmund Freud que no se curó gracias a él

Bertha Pappenheim, más conocida como Anna O., en una fotografía de 1882. Está considerada la paciente cero de lo que más tarde sería el psicoanálisis de Sigmund Freud. Foto: Imagno/Getty Images)
Bertha Pappenheim, más conocida como Anna O., en una fotografía de 1882. Está considerada la paciente cero de lo que más tarde sería el psicoanálisis de Sigmund Freud. Foto: Imagno/Getty Images)

Se llamaba Bertha Pappenheim, pero su nombre ha pasado a los anales de la historia como Anna O., ligado, inevitablemente, al de Sigmund Freud. Pero no fue el padre del psicoanálisis quien le otorgó este pseudónimo, sino su colega y mentor Josef Breuer. Fue la primera paciente en ser tratada a partir del método catártico descubierto por este último, que sentaría las bases de la posterior terapia psicológica por la que Freud se haría mundialmente famoso.

Para conocer quién fue esta mujer hay que remontarse a 1880. Bertha tenía 21 años cuando Breuer comenzó a tratarla tras ser diagnosticada de histeria, una enfermedad nerviosa caracterizada por radicales cambios psíquicos y emocionales, que pueden o no ir acompañados de parálisis o convulsiones. En el caso de Anna O., como quedó reflejado en su historial clínico, sufría episodios de ceguera, sordera e, incluso parálisis de sus extremidades del lado derecho del cuerpo. Pero lo que más llamó la atención al psicólogo austriaco fue el trastorno del lenguaje del que se aquejaba. Lo que hoy en día se conoce como ‘parafasia’ y que supone suplantar ciertas palabras por otras, o un conjunto de ellas, con un sonido parecido, pero significado diferente. Términos que la paciente, curiosamente, sustituía de su alemán natal a los de otros idiomas que, en principio, ni siquiera dominaba.

Pero ahí no se detenía la larga lista de síntomas de Bertha. De una inteligencia superior a la media, la joven también padecía de alteraciones similares a la afasia, que dificulta la tarea de leer, escribir y expresar lo que se quiere decir, además de complicaciones a la hora de entender lo que otras personas te comunican. Sufría de dolores faciales de origen neurológico, una inestabilidad emocional evidente y, con el tiempo, comenzó a rechazar cualquier tipo de alimento y se le hizo imposible beber.

Una foto de 1931 de  Sigmund Freud posando para el escultor Oscar Nemon en Vienam. (AP foto /File)
Una foto de 1931 de Sigmund Freud posando para el escultor Oscar Nemon en Vienam. (AP foto /File)

Josef Breuer constató que los síntomas de Anna O. mitigaban cuando la paciente hablaba sobre ellos y sobre sus sueños y alucinaciones durante las sesiones de hipnosis. Sobre todo, cuando era capaz de remitirse al origen o causa que los había provocado. Fue la propia joven la que se refirió a este método inédito como “limpieza de chimenea” o “cura del habla”. Este último fue el término que más popularidad amasó, junto con el de “método catártico” que posteriormente formuló Breuer. Los hallazgos del austriaco y de Frued fueron recogidos por estos dos hombres en el tratado ‘Estudios sobre la histeria”, publicado en 1895.

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Partiendo de los descubrimientos de su colaborador, Freud desarrolló la asociación libre, la técnica fundamental que da forma a su famoso psicoanálisis, cuestionado a partes iguales por una importante rama de la psicología que apuesta por el conductismo. Para sus seguidores, los estímulos ambientales (físico, biológico y social) son mucho más determinantes a la hora de explicar el comportamiento humano.

Sigmund Freud con su perro
Sigmund Freud con su perro "Jofi" en su oficina de Viena en 1937. (Foto:AP )

El método catártico, germen del procedimiento psicoanalítico de Freud, no fue aplicado por Breuer en Anna O. como tal. Es decir, a medida que el psicólogo recopilaba las narraciones y recuerdos traumáticos de su paciente sometida a la hipnosis, reformulaba y ajustaba la innovadora terapia que había inventado. De ahí que se considere a esta joven judía de nacionalidad austriaca como la paciente cero del método catártico y, por asociación, del psicoanálisis.

Los síntomas de Bertha no “se curaron” con el innovador tratamiento de Breuer, aunque él y Freud aseguraron lo contrario en sus ‘Estudios sobre la histeria’. Argumentaron el éxito de la terapia a ciertas mejoras que experimentó la joven durante el tratamiento. Esto al tiempo que justificaron su fracaso entrecomillado debido a la interrupción precipitada de la misma. Finalmente, tuvo que ser internada en un centro psiquiátrico. Con el tiempo, sus dolencias psicológicas remitieron y la que fuera Anna O., ya sin el peso de su nombre clínico, se convirtió en una reconocida feminista que alcanzó fama como defensora y pionera de la lucha por los derechos de las mujeres y los niños.

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