‘Ningún animal debería sufrir’: sigue la polémica sobre la tauromaquia en Ciudad de México

(Luis Antonio Rojas/The New York Times)
(Luis Antonio Rojas/The New York Times)

A las 4:30 p. m., las casi 42.000 personas que por poco llenaban la Plaza México comenzaron a silbar sin cesar. Habían esperado desde el 15 de mayo de 2022 —un periodo de 624 días de impugnaciones legales— para que las corridas volvieran a celebrarse en la plaza de toros más grande del mundo, solo para enfrentar otro retraso ocasionado por los cientos de manifestantes que estaban afuera.

Cuando finalmente salió el desfile de los tres matadores de la tarde y su séquito taurino para saludar a los aficionados, la plaza de Ciudad de México estalló. Luego, a las 4:58 p. m., el primer toro salió corriendo por el ruedo.

Durante las siguientes dos horas y media del domingo pasado, los fanáticos vitorearon y abuchearon, gritaron “¡olé!”, fumaron puros, comieron carnes asadas y papas fritas, bebieron cerveza y mezcal y vieron morir a cinco toros con espadas clavadas en sus lomos.

“Verlo acá, el ‘olé’ y como retumba la plaza, es indescriptible”, dijo Erik Reyes, de 30 años y residente de Ciudad de México que estuvo en las gradas.

Las corridas de toros, propagadas por España a lo largo y ancho de sus colonias en América Latina en el siglo XVI, han estado en el centro de una importante disputa legal por su regreso a la ciudad taurina más grande, del mayor país taurino del mundo. Esa batalla ha llegado a simbolizar un enfrentamiento más amplio entre la tradición y la evolución de las opiniones sobre la crueldad animal.

Los embates legales continuaron el miércoles, cuando una jueza suspendió temporalmente las corridas de toros en la Plaza México, apenas unos días después de que se reanudaran. Funcionarios de la Plaza México han impugnado la decisión.

Un toro de lidia, en una finca propiedad de Javier Garfias III, criador de toros de lidia de tercera generación, en Los Cues, Querétaro, México. (Luis Antonio Rojas/The New York Times)
Un toro de lidia, en una finca propiedad de Javier Garfias III, criador de toros de lidia de tercera generación, en Los Cues, Querétaro, México. (Luis Antonio Rojas/The New York Times)

“Nadie que va a una corrida de toros sale siendo una mejor persona”, sentenció Jerónimo Sánchez, un activista de los derechos animales.

A pesar de un declive constante a lo largo de las décadas debido a las prohibiciones y a una oposición cada vez más profunda, la práctica continúa realizándose en otros cinco países además de España y México: Francia, Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador. (En Portugal y Estados Unidos se permiten las corridas de toros, pero sin matar a los animales).

La primera corrida de toros registrada en México sucedió en 1526, según una organización nacional de tauromaquia, y aún quedan 326 plazas o arenas. Desde 2013, cinco de los 31 estados de México han prohibido las corridas de toros.

Pero durante casi dos años, una batalla legal había puesto en duda el futuro de la tauromaquia en la arena más importante del país. Tras alegar que el trato “degradante” a los toros era perjudicial para la sociedad, una organización de derechos humanos convenció a un juez federal en 2022 para que aprobara una suspensión de las corridas de toros en la Plaza México, a pesar de que la práctica está permitida en otras partes del país.

En ese momento, Mario Zulaica, de 42 años, extorero y director de la arena durante los últimos ocho años, estaba en España tratando de contratar toreros para la Plaza México.

“Me cayó como balde de agua fría”, dijo.

En un año normal, la Plaza México albergaba hasta 30 eventos taurinos, afirmó Zulaica. El coso, añadió, empleaba directamente a 2000 personas y proporcionaba trabajo a miles más, incluyendo restaurantes cercanos y las fincas que abastecen a los toros.

Después de que las autoridades de la Plaza México apelaran la decisión, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) revocó la suspensión a principios de diciembre, permitiendo el regreso de las corridas de toros mientras se decidía el caso. Así que la plaza prosiguió con sus planes, y programó nueve eventos hasta finales de marzo.

El miércoles, otra jueza federal frustró esos planes al imponer una nueva prohibición a las corridas de toros en la arena, a petición de una organización de derechos de los animales que argumentó que los toros debían recibir la misma protección legal que tienen otros animales en el país.

Zulaica dijo más tarde que los abogados de la Plaza México habían apelado y que esperaban una resolución rápida. Para el domingo y el lunes están programadas peleas de toros.

“Me tiene sorprendido más que decepcionado o triste”, dijo. “No puede ser una persona tan intransigente de que no vea que hubo 40.000 asistentes que manifiestan que la tauromaquia está más viva que nunca”.

Aunque hay bastantes corridas de toros en otras partes del país, la arena de la Ciudad de México es el principal motor económico del país para la tauromaquia y el mayor escenario para impulsar la carrera de un torero.

“Pones en riesgo tu vida para crear arte y para crear eso mágico”, dijo José Mauricio, un mexicano de 39 años que ha sido corneado y se ha roto costillas y una muñeca en sus 18 años como matador.

Otra torera mexicana, Paola San Román, de 28 años, añadió que la reanudación de las corridas en la Plaza México había sido importante para resaltar “esta tradición y esta cultura”.

Antes de la sesión taurina del domingo pasado, más de 300 manifestantes detuvieron el tráfico hacia la Plaza México, portando carteles, tocando tambores y cantando. Un cartel decía: “No es arte. Es tortura”.

“Ningún animal debería sufrir”, dijo Shantel Delgado, de 29 años, una vegetariana que iba vestida como un toro y estaba cubierta de pintura roja. “Todos merecen respeto como todos nosotros seres humanos. El empleo se puede adquirir de otra forma. Y para mí, no es una tradición. Es una aberración”.

Afuera de la Plaza México, algunos manifestantes pintaron con aerosol las paredes de la arena (escribieron “asesinos” con bastante frecuencia) y trataron de abrir una puerta mientras agentes de la policía con equipo antidisturbios la sostenían. Lanzaron agua y basura a los oficiales mientras acosaban a los fanáticos que se dirigían hacia la arena.

Dentro de la Plaza México, algunos fanáticos hicieron gestos obscenos con las manos hacia los manifestantes. Y durante la tarde hubo intermitentes gritos desde las gradas: “¡Viva la Plaza México!” y “¡Viva la libertad de la fiesta brava!”.

Sánchez, director de Animal Heroes, una organización que hace cinco años inició una campaña llamada “México sin tauromaquia”, dijo que la voluntad política ayudó a impulsar la prohibición de las corridas de toros en algunos estados y municipios.

Desde la ciudad española de Sevilla, Sánchez, de 40 años, dijo que nunca iba a poder olvidar la forma en que un toro lloró después de ser herido con banderillas —las cuales hacen sangrar y enojar al animal— en una corrida de toros a la que fue siendo un adolescente. Dijo que su organización quiere que el Congreso de México prohíba de manera permanente la práctica a nivel nacional. Alegó que era inmoral tener normas sobre cómo matar a un cerdo en un matadero y, al mismo tiempo, permitir que continuaran las corridas de toros.

“Nosotros lo vemos como un circo romano”, afirmó Sánchez. “Vemos un espectáculo anacrónico. Las nuevas generaciones, cuando en unos años ya se prohíba la tauromaquia en todo el mundo, lo verán con estupor”.

Zulaica dijo que comprendía que las generaciones más jóvenes pudieran ser más conscientes del trato a los animales. Sin embargo, agregó: “Estamos convencidos que en un México moderno y plural, debemos aspirar a una sociedad de libertades, de respeto y, sobre todo, de tolerancia para todas las expresiones culturales, con independencia de los gustos personales”.

José Saborit, director de una organización taurina nacional llamada Tauromaquia Mexicana, dijo que la práctica sigue siendo muy popular en algunas poblaciones más pequeñas y que, con la excepción del fútbol, ningún otro evento atrae con regularidad entre 30.000 y 40.000 personas como lo hace la Plaza México.

“Si queremos un mundo de prohibiciones y de imposición moral, pues la tauromaquia está en riesgo”, afirmó Saborit.

Saborit añadió que los trabajadores de la industria de la tauromaquia cuidan de los toros criándolos y reproduciéndolos durante años, y solo un pequeño porcentaje de los terneros de una madre acaban muriendo en un ruedo.

Reyes, cuyo abuelo lo llevó por primera vez a las plazas en su estado natal de Veracruz, dijo que sabe que las corridas de toros no son para todo el mundo y que “innegablemente y desafortunadamente para los que nos gusta, va a morir”.

“No estoy en contra que se muera”, añadió sobre las corridas de toros. “Se va a morir tarde o temprano. Pero estoy en contra que se quiera prohibir cuando todavía hay cierto arrastre”.

La reapertura de la Plaza México terminó en medio de un estruendo. Andrés Roca Rey, un matador peruano, tuvo problemas para matar a su segundo y último toro de la noche con la espada. Después de una tercera advertencia, Rey abandonó el ruedo en medio de un coro de abucheos. Mientras las gradas se vaciaban, el toro fue llevado de regreso a los corrales, donde lo terminaron de matar para luego preparar su carne para el consumo.

Las calles alrededor de la Plaza México todavía estaban llenas de vida. La gente llenó los puestos de comida. Otros pidieron cerveza en tiendas de conveniencia cercanas para continuar con las festividades.

No se sabe cuándo podrán regresar los espectadores, o si podrán hacerlo.

Emiliano Rodríguez Mega colaboró con el reportaje.

James Wagner cubre América Latina, incluidos los deportes, y está radicado en Ciudad de México. Es nicaragüense-estadounidense originario del área de Washington y su lengua materna es el español. Emiliano Rodríguez Mega colaboró con el reportaje.

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