ANÁLISIS | Las bifurcaciones que podrían dejar a Biden fuera del poder

Joe Biden, presidente de EEUU (Foto: Christopher Furlong/Getty Images)
Joe Biden, presidente de EEUU (Foto: Christopher Furlong/Getty Images)

Para Andreína Doval, estudiante de Ciencias Políticas que votará por primera vez en unas elecciones presidenciales este noviembre, "no hay otra opción que votar por Biden. Es la única manera de evitar a Trump, pero votaré sin ningún entusiasmo".

Doval, que también trabaja en la Biblioteca de la FIU (Florida International University), manifiesta, como al menos centenares de estudiantes que se han visto protestando en muchas universidades del país, que está en completo desacuerdo con la manera en que el gobierno ha manejado la guerra entre Israel y Palestina, y dice no entender "cómo si ese es un país que depende del apoyo armamentístico de Estados Unidos, ellos proceden contra la que se supone es la posición de este gobierno respecto al avance de la guerra".

Opiniones y variaciones mayores o menores, es más o menos el semblante de un buen grupo de jóvenes progresistas que combaten a un gobierno liberal. No es nuevo. Lo que sí es es peligroso (un peligro más) para que Biden y los demócratas se mantengan en el poder y, sobre todo, para que Donald Trump no regrese a él.

Porque no necesariamente todos los jóvenes progresistas están dispuestos a votar por Biden para evitar la llegada de Trump. Algunos no tienen un recuerdo amargo de la administración republicana y su reedición es un precio que estarían dispuestos a pagar para castigar al presente gobierno con sus convicciones.

Más leña al fuego

Desde Washington, AOC -como se le conoce a Alexandria Ocasio Cortez-, representante demócrata conocida por sus actitudes y opiniones beligerantes, no ha dudado en declarar que "no tendría por qué llamar a las acciones israelíes de otra forma que como lo que son, un genocidio".

Es una postura honesta, aunque muy inconveniente para el partido del burro en tiempos electorales, que no luce unido entorno al octogenario mandatario, y mucho menos cohesionado.

"No lo dicen, pero al final votarán por Biden", comenta un activista demócrata muy involucrado en la campaña que no quiso ser identificado. "Esa aparente paridad en las encuestas tiene que ver con los sectores de ultraizquierda que no van a decir a un encuestador que van a votar por Biden, pero a la hora de las elecciones van a hacerlo. Ni modo que votarían por Trump. Yo los llamo 'las viudas de Sanders'", completa en tono jocoso.

El comentario atiza la percepción de que, en realidad, la organización demócrata es tan grande que, en la práctica, son varios partidos. Con la salvedad de que, estando en el poder, no van a separarse, y mucho menos si lo que tienen en frente aún tiene opción a ocupar la presidencia y separar a una parte de otra implicaría reducirse a minoría.

Otros optimistas que pensaban que el empate técnico que hay en las encuestas entre Biden y Trump se debía a que cierto sector progresista no manifestaba explícitamente su intención de voto, pues consideran a Biden como un hombre muy de centro y conservador, esperaban que con las sentencias legales -resultado de los juicios que tiene pendiente Trump- se concretaría un aumento en el rechazo a Trump, que hoy es mayor que hace cuatro años, y la diferencia sería incluso más grande que en 2020.

En un principio, según Real Clear Politics, el medio que agrupa las encuestas más importantes que se hacen en el país, el impacto inmediato de la primera condena a Trump no fue sustancial, aunque empiezan a llegar encuestas donde se ve un a erosión mayor en algunos estados como Arizona y Nevada, dos estados péndulos, según los análisis del profesor de Ciencias Políticas David Schultz, parte del staff académico de la Universidad de Minnesota.

Pero todo parece indicar que el resto de los juicios -que son los más importantes- no se producirán antes de las elecciones de noviembre.

Y la felonía por la que se considera culpable, por los momentos, no parece suficiente. John Ganz, analista político y autor del libro "Cuando el reloj se rompe", se pregunta en su ensayo "La sombra del crimen" si, ahora que Trump ha sido condenado, eso importará a los electores.

Es una duda para la que no tiene respuestas certeras: "No me parece que incluso, para aquellos que no son seguidores del movimiento MAGA y ven a Trump desde una perspectiva más ambivalente, van a sentirse muy perturbados por el estatus oficial de Trump como criminal. Y algunos hasta pueden llegar a considerarlo atractivo".

Biden representaba en 2020 la salida de un agente atormentante que había polarizado el país, todos los días traía un nuevo enredo, había hecho una gestión calamitosa de la pandemia y estaba reanimando el racismo como nunca en varias décadas. Aquello convertía a Biden, un hombre experimentado, institucional y decente, en un salvador.

Como hemos ilustrado anteriormente, desde el punto de vista dramático, Biden es un héroe si, y solo sí, la amenaza de Trump está latente, la democracia luce en peligro, la paz no aparece. Si no, Biden es un hombre en el ejercicio del poder, con mucha sindéresis y racionalidad, que ha devuelto interna y externamente al país y sus instituciones a su lugar. Pero no es un líder inspirador, que indique el camino del porvenir ni motive ser emulado.

Por el contrario, sin el tormento que significa Trump, que aunque es candidato, ya no está en el poder, a Biden lo evita la luz. Biden se ha ido erosionando como figura presidencial, como es natural. Y aunque muchas veces las críticas son injustas, y su falta de carisma es notoria, además de las ahora acostumbradas teorías de conspiración, abundan los señalamientos sobre su decrepitud.

Lo lamentable es que en lugar de estar pensando en un futuro planeta que plantee una mayor evolución a la vida humana, Estados Unidos es más bien quien propone que se replantee un debate que parecía cerrado: democracia versus autoritarismo. Y, lo peor, con los mismos actores.

Pareciera obvio que es una sociedad a la que le falta gestar nuevos líderes, con una visión novedosa y estimulante de futuro, independientemente de su edad (los nuevos liderazgos no necesariamente son jóvenes, ni los jóvenes siempre encarnan liderazgos novedosos).

En los viajes que nos presenta el drama, los héroes encuentran en el camino de sus motivaciones (usualmente es salvar una vida o el planeta, hacer justicia, posibilitar un amor que parece inalcanzable, o varias de las anteriores), se enfrentan a dos tipos de obstáculos. Los exteriores: fenómenos de la naturaleza, personas con intereses opuestos -antagonistas que a veces son villanos-, la moral de la época o la sociedad. Y los obstáculos internos: aquellos cuyo origen están en el mismo protagonista: una condición física, mental, una enfermedad, un trauma.

¿Serán las limitaciones del Presidente Biden los impedimentos que darán pausa a su estancia en la Casa Blanca?

¿O puede la joven izquierda demócrata, desenganchada de la moderación de Biden e iracunda por la incapacidad de Estados Unidos para detener los desmanes militares israelíes en Palestina, hacer la diferencia para que gane Trump las elecciones? ¿Serán los rebeldes de los rebeldes los que, como ocurre a veces (la paradoja de los extremos que se tocan), se conviertan en el nuevo e insalvable obstáculo inesperado para salvaguardar la democracia?

Por su parte, Trump no parece poder hablarle sino a sus bases. Sus índices de rechazo son muy altos incluso dentro del partido repubicano y 40 de los 44 miembros de su gabinete en el periodo 2016-2020 se han negado a apoyarlo en esta nueva vuelta presidencial.

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