Buenos amigos que compiten por codiciados lugares olímpicos: ¿quién lo conseguiría?
PROVO, Utah — A Conner Mantz le temblaban los brazos mientras calentaba para las pruebas olímpicas de maratón en Orlando, Florida, en febrero.
Mantz, de 27 años y originario de Provo, Utah, miró a su buen amigo, Clayton Young, quien se estiraba a su lado. Los dos hombres habían corrido juntos más de 16.000 kilómetros. Habían competido por los mismos premios en efectivo, habían luchado por los mismos puestos en el podio… y habían creado un vínculo tan fuerte que otros corredores anhelaban poder reproducirlo. Se han apoyado el uno al otro durante lesiones que han puesto fin a una temporada y se han presionado entre sí para concluir sesiones agotadoras de entrenamiento.
Su amistad ha elevado a ambos corredores a la cima de sus carreras profesionales. Los dos creían que habían llevado al otro a la línea de salida aquel día. En ese momento, cada uno esperaba llevar al otro al maratón de los Juegos Olímpicos de París. Tenían una oportunidad real: Mantz era uno de los favoritos para clasificarse y Young era un fuerte contendiente.
Si entraban en el equipo, sus años de recorrer mecánicamente kilómetros monótonos iban a ser recompensados con la oportunidad de representar a su país, y una incluso mejor de brindarles seguridad económica a sus familias.
Sin embargo, muchas cosas podían salir mal en las más de dos horas que les tomaría terminar la carrera, y Mantz y Young tenían una competencia desalentadora, incluidos el cuatro veces olímpico Galen Rupp y un montón de otros competidores que podían sorprenderlos.
Para cuando los corredores se acercaron a la línea de salida, la temperatura era de 16 grados Celsius con un 65 por ciento de humedad, el tipo de clima cálido y húmedo que vuelve una carrera de 42 kilómetros una prueba todavía más difícil. Young llevaba una bolsa de hielo en las manos para intentar mantenerse fresco. Él y Mantz, ambos con gorros blancos y lentes de sol negros, agitaban con nerviosismo sus extremidades cuando empezó la cuenta atrás.
Unos 200 hombres se retorcían de pie en la línea de salida. Era probable que tan solo dos obtuvieran lugares en el equipo olímpico estadounidense.
Retumbó la bocina. Los dos amigos chocaron los puños y empezaron a correr.
Un camino paralelo hacia las carreras de élite
Para cuando Mantz y Young se conocieron en la Universidad Brigham Young en 2017, ambos se habían consolidado como estrellas en ascenso en las carreras de fondo.
Young, quien ahora tiene 30 años, empezó a correr en quinto grado gracias a un programa llamado Mileage Club. Cada vuelta que corría alrededor del campo de fútbol durante el recreo de los viernes lo acercaba más a ganar premios, como un llavero con un pie diminuto. También era una oportunidad para que Young corriera contra uno de sus amigos de la infancia, llamado Alex. Incluso en aquel entonces le encantaba la competencia y la dinámica de la amistad que los motivaba a registrar más kilómetros.
A los 12 años, Mantz decidió que quería correr medio maratón después de ver a su hermano mayor y a su padre hacer lo mismo. Cuando su padre empezó a correr maratones, Mantz anunció que él también quería correr los 42 kilómetros. (Después de consultar con sus médicos, sus padres se frenaron en seco… pero sí le dejaron entrar en el equipo de carreras a campo traviesa).
Tanto Mantz como Young encontraron regocijo en el deporte. Para cuando entraron a los equipos de atletismo y campo traviesa del bachillerato, el potencial de ambos era evidente. Los entrenadores universitarios pronto empezaron a llamarlos.
Young eligió la Universidad Brigham Young en parte porque ponía énfasis en el equipo en vez de los atletas estrella. Dos años más tarde, llegó Mantz, atraído en parte por el entrenador Ed Eyestone, quien había corrido dos maratones olímpicos. La universidad recibe el apoyo de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de la cual ambos corredores son miembros.
Según Mantz y Young, su fe pone en perspectiva sus carreras. Como todos los atletas, han enfrentado lesiones y reveses, y los puede absorber la naturaleza despiadada de la competencia, incluso entre ellos. No obstante, como dice Mantz, “estamos muy concentrados en lo eterno”.
Eyestone no puede recordar el momento en que vio que compaginaba entre los corredores, pero su conexión se hizo evidente al poco tiempo. Aunque hay una competitividad natural entre los corredores de élite, Mantz y Young se sentían “tan cómodos el uno con el otro que el ego no se interponía en los entrenamientos”, afirmó Eyestone. A Mantz le gustaba liderar el pelotón y marcar el ritmo; Young podía seguirlo sin convertir el entrenamiento en una competencia.
Eso no significa que los días de las carreras fueran tan cordiales como los entrenamientos. “Él no quiere que le ganen y yo quiero ganarle a él”, admitió Young, quien es el más analítico de los dos: estudia detenidamente los datos de sus entrenamientos y sigue de cerca la investigación sobre el rendimiento humano para ayudar a mejorar a los dos.
“Siempre intenta encontrar lo más novedoso: ¿qué podemos mejorar?”, comentó Mantz.
Cuando Young se tituló de Ingeniería Mecánica en 2018, tuvo que tomar una decisión: firmar un contrato profesional que lo obligaría a mudarse fuera del estado o quedarse en Utah, donde a Mantz todavía le faltaban dos años de escuela.
Decidió quedarse, en parte para que él y su compañero pudieran seguir entrenando juntos, con la idea de que Mantz también podría quedarse después de graduarse. Un contrato de corredor con la empresa de zapatos deportivos Asics financió la posibilidad de que Young se quedara.
Ambos hablaban de estas decisiones con delicadeza. “Fue una decisión que tenía que tomar por sí mismo y así lo hizo”, comentó Young. No obstante, compartían la misma creencia: “Si tomábamos caminos separados, simplemente no creo que hubiéramos sido tan buenos como ahora”, admitió Young.
‘¿Dónde está Clayton?’
Nunca hubo una garantía de que Estados Unidos tuviera un maratonista en las Olimpiadas de París. Para asegurar tan siquiera una plaza, al menos un estadounidense tendría que terminar un maratón, en algún lugar, en menos de 2 horas, 8 minutos y 10 segundos. Ese era el umbral para tener un equipo.
Había algo inesperado, detallado en las 24 páginas densas de las reglas de selección de los atletas de USA Track & Field: alcanzar ese tiempo no garantizaba necesariamente un puesto en el equipo para la persona que lo corriera. Tan solo se crearía un sitio que alguien podría ganar con una buena actuación en las pruebas de maratón en Orlando.
Y, sin importar cuántos corredores estadounidenses batieran ese tiempo, Estados Unidos no iba a enviar a más de tres maratonistas varoniles a París, el tope establecido para cada país.
Conforme se acercaba el año olímpico 2024, Mantz y Young se concentraron en correr el tiempo de clasificación. Nadie lo había conseguido para octubre de 2023, cuando se formaron para participar en el maratón de Chicago. El recorrido es plano y rápido, por eso el pelotón tiene más posibilidades de batir el tiempo.
Sus esposas, Ashley Young y Kylie Mantz, recorrieron de arriba a abajo el trayecto de Chicago, para poder ver a sus maridos con la mayor frecuencia posible a lo largo de la ruta serpenteante. Las tranquilizó verlos juntos. “No hay nadie que prefiera más al lado de Conner”, admitió Kylie Mantz para referirse a Clayton Young.
Cuando Conner Mantz pasó enfrente de ellas en el kilómetro 37, con cada aliento impulsándolo hacia la meta, utilizó su valiosa energía para gritar una cosa: “¿Dónde está Clayton?”. Young lo seguía de cerca.
Cuando Mantz terminó con un tiempo de 2:07:47, se volteó para ver a Young cruzar la línea de meta apenas 13 segundos después. Tuvieron el quinto y el séptimo mejor tiempo de maratón de la historia para estadounidenses y fueron los únicos de esa nacionalidad en alcanzar el umbral de París. Sin embargo, todavía les faltaba ganarse su lugar en el equipo.
‘Tan solo quedémonos juntos’
Pronto volvieron a reunirse para iniciar un ciclo de entrenamiento para las pruebas en Orlando.
Seguía habiendo disponibles tan solo dos puestos garantizados en el equipo olímpico, las dos que ellos habían creado en Chicago. Técnicamente, otro corredor todavía podía desbloquear un tercer lugar. No obstante, si no sucedía, tanto Mantz como Young tendrían que terminar en primero y segundo para entrar al equipo.
Durante gran parte de la carrera, siguieron a un corredor llamado Zach Panning, a quien le dejaron la labor de liderar y marcar el ritmo. Para cuando llegaron al kilómetro 29, sabían que estaban en condiciones de clasificarse para París. El nerviosismo que había hecho temblar los brazos de Mantz al principio de la carrera había dado paso a una muestra de emoción suelta y controlada. Mantz volteó para chocar los cinco con Young.
Sin embargo, en los últimos 3 kilómetros, Mantz empezó a tener problemas. Ya se había tropezado antes de acabar las carreras, pues había llevado los músculos y los pulmones al límite. Le dio miedo no poder terminar.
Le pidió a Young que se pusiera delante de él, para bloquear el viento en contra que dificulta aún más los últimos kilómetros. Young le cambió la posición. “Corre detrás de mí”, le dijo a Mantz. “Tan solo quedémonos juntos”.
Los dos corrieron zancada a zancada, como lo habían hecho con tanta frecuencia, conforme se acercaban a la línea de meta en primero y segundo lugar. En los últimos pasos, Young le hizo una señal a Mantz para que se llevara la victoria, aunque eso significara cederle los 15.000 dólares adicionales en efectivo que incluían el primer puesto.
Parecían anonadados cuando rompieron la cinta, lo cual los convirtió en los dos únicos hombres estadounidenses clasificados para los Juegos Olímpicos de París.
“Cuando pienso en la razón por la que me quedé al lado de Conner en las pruebas olímpicas, es porque sabía que sería mejor en París con Conner a mi lado”, comentó Young, mientras Mantz asentía. “No solo en los Juegos Olímpicos, sino en los entrenamientos”.
c.2024 The New York Times Company