La fuga más surrealista de la cárcel Modelo de Barcelona con latas de conservas

El reciente estreno de la película ‘Modelo 77’, dirigida por Alberto Rodríguez y protagonizada por Miguel Herrán y Javier Gutierrez, ha vuelto a poner de moda el antiguo centro penitenciario situado en el ensanche barcelonés y que cerró definitivamente sus puertas (como prisión) en 2017.

Cuarta galería de la Prision Modelo de Barcelona (imagen vía Wikimedia commons)
Cuarta galería de la Prision Modelo de Barcelona (imagen vía Wikimedia commons)

Inaugurado en 1904, en sus 113 años de historia, la cárcel Modelo de Barcelona se convirtió en uno de los penales más famosos de España, siendo múltiples las anécdotas allí ocurridas (la mayoría de ellas de lo más desagradables), aunque en esta ocasión voy a relatar algunas menos trágicas, teniendo como protagonistas unas cuantas fugas de presos que podrían ser definidas como surrealistas, insólitas e incluso ingeniosas.

En septiembre de 1991, un delincuente común, que llevaba media vida entrando y saliendo de la cárcel debido a su multirreincidencia por cometer pequeños delitos (la mayoría timos o hurtos de escaso valor), se fugaba de la Modelo echando toda la cara del mundo y pasando por delante de los propios funcionarios, quienes le abrieron la puerta para que saliese a la calle.

No tuvo que utilizar la fuerza, arma ni amenaza alguna, tan solo su ingenio y desvergüenza (algo que lo caracterizaba). Cierto día, ‘Lopecito’ (sobrenombre con el que era conocido el delincuente), consiguió una chaquetilla blanca y una bandeja de camarero y se plantó frente a la garita de los guardias civiles que custodiaban la entrada y les dijo que salía a buscar un café para el señor director.

Los guardas abrieron la puerta y le dejaron salir. No se supo nada más de Lopecito hasta que horas después un funcionario dio la voz de alarma de que faltaba un recluso y fue cuando se dieron cuenta que no era otro que el falso camarero que no había regresado con el café.

Pero como otras tantas veces, el delincuente fue interceptado por la policía (varias semanas después) y devuelto al centro penitenciario para cumplir la condena de dos años, cuatro meses y un día que un juez le había impuesto.

Una fuga similar, también con mucha sangre fría, fue la protagonizada a finales de 1945 por el médico Álvaro González, quien llevaba unos años encerrado en la prisión por motivos políticos (era republicano en tiempos de la dictadura franquista) y cierto día fue requerida su presencia con urgencia por uno de los funcionarios.

En una de las alas del edificio penitenciario se encontraban las viviendas particulares de los guardas de la prisión, quienes vivían con sus familias. La esposa de uno de ellos enfermó repentinamente y los funcionarios pensaron que sería más rápido que la mujer de su compañero fuese atendida por el mencionado facultativo que se encontraba allí como recluso y no esperar a que llegase uno del servicio de urgencia.

Tras atender a la mujer, el funcionario pidió al médico que esperara en el rellano frente a la puerta de la vivienda (ya que debía devolverlo a su celda), y mientras se despedía de su señora, el doctor aprovechó para bajar sigilosamente las escaleras, abrió el portal que daba a la calle y se marchó como si de un visitante al edificio se hubiera tratado. No consta que fuese localizado y alguna fuente indicaba que, posiblemente, cambió de identidad, trasladándose a vivir a Francia, donde ejercería su profesión en un hospital de Marsella.

Un curioso intento de fuga tuvo lugar el 25 de enero de 1938. Aquel día la aviación franquista (durante el intento de toma de la Ciudad Condal por parte de los sublevados en la Guerra Civil) lanzó varias bombas, yendo a impactar una de ellas en uno de los extremos de la prisión Modelo, afectando a una de las paredes de la sexta galería, causando la muerte de quince presos y múltiples heridos.

Durante los momentos de confusión en el centro penitenciario, algunos delincuentes comunes que se encontraban presos de la cuarta galería aprovecharon el boquete, que había quedado en uno de los muros que se habían derrumbado por el impacto de la bomba, para intentar escaparse en tromba.

Los funcionarios impidieron la fuga de la gran mayoría de ellos, además de haberse personado rápidamente un destacamento de carabineros que se encontraban en un cuartel cercano.

Tras hacer las pertinentes batidas por los terrenos aledaños de la prisión, los agentes de seguridad pudieron localizar a la mayoría de presos fugados, pero unos pocos lograron escapar gracias a hacerse pasar por heridos y al ser trasladado en ambulancia hacia el hospital saltar en marcha del transporte sanitario y salir corriendo.

Para finalizar este artículo, lo hago con una intentona de fuga que fue realizada por un preso en la década de 1960. No se sabe con certeza el año exacto ni el nombre del recluso que lo protagonizó, pero si algunos de los datos sobre cómo lo intentó.

Como es bien sabido, los fines de semana algunos reclusos recibían la visita de sus familiares, quienes aprovechaban para llevarles algunos objetos como ropa, tabaco, libros e incluso algo de comida (embutidos, latas de conservas…) que eran inspeccionados por los guardias con el fin de revisar que no se colaba nada extraño (como armas o drogas).

El protagonista de este intento de fuga estuvo recibiendo la visita familiar cada domingo y entre las cosas que le llevaban habían las habituales latas de conservas (sardinas, espárragos, caballa…), pero dentro de las mismas no solo había el alimento, sino que fueron colando poco a poco pequeñas piezas para montar una pistola.

Realizaron un ingenioso método por el cual lograban meter esas piezas dentro de cada lata y después soldar la tapa sin que se notara que había sido manipulada.

Una vez recibidas todas las latas con sus respectivas piezas (varias semanas después) el recluso montó la pistola, la cargó con unas balas que también llegaron por el mismo método y encañonó a uno de los funcionarios.

De ese modo consiguió llegar hasta la calle, debido a que el resto de funcionarios permitieron su paso hacia el exterior al ver a su compañero amenazado con el arma.

Pero una vez fuera y soltado el funcionario, cuando el recluso se disponía a arrancar a correr fue interceptado por dos guardias civiles que se encontraban en las garitas exteriores y que habían sido alertados, abalanzándose sobre el preso y clavándole las bayonetas que llevaban en el fusil (según indica la fuente de consulta).

Estas han sido cuatro historias curiosas sobre algunas fugas (o intentos) que tuvieron lugar en la cárcel Modelo de Barcelona (aunque son numerosas las que tuvieron lugar) y quizás en un futuro no muy lejano traiga más relatos sobre hechos acontecidos en este famoso centro penitenciario e incluso de otras cárceles.

Fuentes de consulta e imagen: Libro 'La Model de Barcelona: històries de la presó' de Rosario Fontova / Hemeroteca de La Vanguardia / Alberto Álvarez / Wikimedia commons

Más historias que te pueden interesar: