Se aleja la miniluna de la Tierra, pero vendrán más
El 7 de agosto de 2024, el sistema ATLAS de alerta temprana frente a asteroides potencialmente peligrosos de la NASA detectó el objeto 2024 PT5. Parecía tan solo uno más en la lista de objetos cercanos a la Tierra, o NEO (del inglés near-Earth objects).
Aunque la humanidad solo lleva un par de décadas explorando el mundo de los NEO, a estas alturas ya se conocen más de treinta mil, y el hallazgo de cada uno de ellos ya no causa la misma sensación de antaño. Sin embargo, pronto se comprobó que 2024 PT5 tenía algo especial: estaba destinado a convertirse, durante apenas un par de meses, en el segundo satélite natural de la Tierra.
En efecto, un estudio de la Universidad Complutense de Madrid reveló que entre el 29 de septiembre y el 25 de noviembre este pequeño asteroide, cuyo tamaño se estima en tan solo unos diez metros de diámetro, iba a quedar atrapado por el abrazo gravitatorio de la Tierra. Efectivamente, se ha estado desplazando por nuestro entorno como si se tratara de una miniluna.
Capturado por la energía negativa
Que un planeta, la Tierra o cualquier otro, atrape un asteroide al paso y lo convierta en su satélite no es tan sencillo como parece. Un objeto que se acerca a la Tierra desde lejos y que no está ligado a ella gravitatoriamente posee energía total positiva. La ley de conservación de la energía requeriría que esa energía se conservara, por lo que el objeto tendría que mantener el mismo valor positivo para siempre, lo que lo acabaría separando de nuestro planeta.
Sin embargo, la Tierra y el asteroide no están solos en el universo, y las perturbaciones del Sol y la Luna alteran ese marco tan simple y abren la puerta a intercambios energéticos capaces de modificar el panorama.
A 567 000 km del centro de la Tierra
El sistema ATLAS captó el asteroide horas antes de su máximo acercamiento, que se produjo el 8 de agosto con el pedrusco espacial a tan solo 567 000 km del centro de la Tierra, un 48 % más que la distancia hasta la Luna (que asciende a 384 000 km). Aun así, el pequeño tamaño del cuerpo celeste lo ha mantenido invisible en el cielo salvo para los grandes telescopios.
Desde entonces, 2024 PT5 y la Tierra han ejecutado una danza cósmica en la que han ido cambiando la distancia y la velocidad relativa.
Perdemos la miniluna
El asteroide se ha alejado de nuestro mundo pero, a la vez, ha reducido la velocidad con la que se desplaza desde nuestro punto de vista, hasta moverse a tan solo 680 km/h el 29 de octubre, una velocidad ridícula hablando de astronomía.
En el curso de esta interacción compleja a varias bandas, la energía del asteroide medida desde la Tierra se ha vuelto ligeramente negativa desde finales de septiembre y estará así hasta los últimos días de noviembre. Eso significa que, en ese intervalo, ¡el planeta Tierra habrá contado con dos satélites naturales!
A la vez, el asteroide ha trazado un bucle complejo que acabará por alejarlo de la Tierra tras recuperar la energía necesaria para que su saldo geocéntrico vuelva a ser positivo. Aunque volverá a acercarse al planeta en enero de 2025, no volveremos a contar con 2024 PT5 como “miniluna” de la Tierra hasta el año 2055.
El concurrido patio de mi casa
Antes del cambio de siglo se consideraba que el espacio interplanetario estaba mucho más vacío de lo que ahora se piensa. Se especuló con posibles satélites naturales desconocidos de la Tierra y de otros planetas, y durante un tiempo se creyó haber encontrado una segunda luna que se llegó a bautizar como Lilith, aunque todo apunta a que se trató de un error de observación.
Sin embargo, las campañas sistemáticas para localizar objetos potencialmente peligrosos han revelado que la Tierra habita un barrio cósmico muy ajetreado. Entre los más de treinta mil cuerpos cercanos a la Tierra (la mayoría de ellos minúsculos) hay algunos en órbitas exóticas sometidas a juegos gravitatorios caprichosos y variados.
La abundacia de cuasisatélites
Hay objetos que pueden quedar capturados por la Tierra “al paso”, de forma muy transitoria, mientras que otros acaban acompañando a nuestro planeta meses o años, con lo que llegan a dar varias vueltas completas a nuestro alrededor, lo que los convierte en auténticas “minilunas”. Esto puede pasar varias veces cada década.
Los llamados “cuasisatélites” no llegan a quedar capturados (mantienen siempre energía positiva), pero dan la impresión de girar en torno al planeta, en órbitas aparentes muy inclinadas. La Tierra tiene nueve cuasisatélites, y Venus al menos uno.
Los asteroides con órbitas “de herradura” se acercan a la Tierra “desde atrás” para luego cambiar de vía sin adelantarnos, y retroceden y se alejan hacia atrás tanto que acaban por aparecer de nuevo por delante al cabo de una vuelta entera. Al llegar ahí aceleran de nuevo, huyen para adelante y repiten una y mil veces ese vaivén cósmico. Las perturbaciones gravitatorias pueden hacer que objetos en órbitas de herradura se conviertan en minilunas transitorias.
Los troyanos son de piedra
Finalmente están los satélites troyanos de la Tierra, objetos que siguen a nuestro planeta en su camino pero sesenta grados por delante o por detrás en su misma órbita.
El patio de nuestro hogar terrestre es particular, y en él llueven meteoros, pero también circulan bloques de tamaño algo más considerable. Aún no se ha descubierto ninguno que nos tenga que asustar de verdad, así que, mientras tanto, disfrutemos de las curiosidades cósmicas que nos regalan los juegos gravitatorios y que nos obsequian con minilunas, herraduras y acrobacias de tirios y troyanos.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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David Galadí Enríquez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.