Adolfo Ríos, el portero que siempre mostró calidad y fue exitoso, pero el futbol le quedó a deber

Adolfo Ríos dando indicaciones en un partido con la Selección Mexicana. (Neal Simpson/EMPICS via Getty Images)
Adolfo Ríos dando indicaciones en un partido con la Selección Mexicana. (Neal Simpson/EMPICS via Getty Images)

Adolfo Ríos nunca jugó un Mundial. La frase puede poner a pensar a más de uno: ¿por qué, si fue uno de los mejores porteros mexicanos de su tiempo? Si hasta salió en el álbum Panini de la Copa del Mundo de Francia 1998. Pues no: se unió a la lista de jugadores que ven su destino marcado por una estampa. La ironía de aparecer ahí, pero no ir. Y tampoco fue a Estados Unidos 1994 ni a Corea-Japón 2002. Siempre estuvo entre lo más selecto y no le alcanzó.

Formado en los Pumas de la UNAM, Ríos comenzó su camino de manera ideal. En los 80 y 90, los felinos eran una fábrica inagotable de talento. El Portero de Cristo, como le apodaron por su vocación religiosa, se hizo de la titularidad con Pumas desde 1986, con 20 años. Pero la dejó cuando su club perdió una dolorosa final con el América en 1989. Esa caída enmarcó su salida de Ciudad Universitaria para irse al Veracruz. Parecía un paso atrás, pero fue el sitio que necesitaba para consagrarse definitivamente, pues en Pumas el clima se había vuelto tenso para él.

En el Puerto, Ríos jugó un total de siete años, en los que su desempeño no pasó desapercibido, pero tampoco contó con los reflectores necesarios para hacerse con la titularidad definitiva en la Selección Mexicana. Cuando le tocaba jugar, su destello era único, como en la Copa América de 1997 en la que el Tri acabó como tercero. En la tanda de penales frente a Ecuador, en Cuartos de Final, Ríos firmó una actuación de escándalo con tres disparos atajados que lo convirtieron en el héroe de la fecha. Pero la salida del Tri de Bora Milutinovic a medio año del Mundial de Francia 1998 lo dejó fuera de aquella cita.

Manuel Lapuente, el nuevo timonel, lo excluyó. En ese momento, no le dio explicaciones, aunque años más tarde sabría la verdad. "Me dijo que habló con Jorge Campos (quien tenía un problema en la rodilla)". Lapuente consideró que no podía llevar a Ríos si no era para ser la primera opción, y en su lugar viajaron Oswaldo Sánchez y Óscar Pérez. "Jorge me dijo que estaba bien y como tú no eras un portero para ser segundo o tercero... por eso no te llevé", contó Ríos a Apuntes de Rabona sobre la confesión de Lapuente.

El destino de Ríos siempre estuvo ligado al de Campos. Era su suplente en Pumas —el acapulqueño debía jugar como delantero—. "El único portero que lo tuvo en la banca durante años fui yo. En ese tiempo, uno de los mejores de la historia (Campos), estuvo en la banca cuando yo jugaba", recordó Ríos a Mediotiempo. También en esa entrevista contó que Campos siempre le decía que le anotaría gol, pero nunca lo cumplió y de hecho le paró un penal cuando él ya estaba en Veracruz.

Sus momentos de gloria no faltaron, a pesar de las frustraciones. Así fue en el Invierno de 1998 cuando le atajó un penal a Alberto Coyote en la Final que jugaron Necaxa y Chivas. Fue su primer título en el futbol mexicano. Otro momento heroico llegó en la Final del Verano 2002, cuando una atajada suya mantuvo con vida al América contra Necaxa, su exclub: su manotazo salvador al tiro de Carlos Gutiérrez mantuvo viva la esperanza americanista que se saldó el título después de trece años de sequía.

Ríos tampoco fue llamado al Tri en 2002 aunque pasaba por un gran momento. Se retiró en 2004 con el América para abrirle hueco a Guillermo Ochoa en el arco azulcrema. Su carrera fue exitosa y siempre fue garantía en el arco, pero no llenó el ojo a entrenadores en momentos clave. Para muchos, fue excluido de manera injusta. Su calidad, sin embargo, le otorgó un lugar histórico y le recompensó con sus momentos de gloria.

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