Acorralada, renunció la presidenta de la Universidad Pensilvania por el escándalo del antisemitismo en los campus de Estados Unidos

La presidenta de la Universidad de Pensilvania, Liz Magill, testifica durante una audiencia del Comité de Educación y Fuerza Laboral de la Cámara de Representantes sobre cómo responsabilizar a los líderes universitarios y enfrentar el antisemitismo en Capitol Hill el martes 5 de diciembre de 2023
La presidenta de la Universidad de Pensilvania, Liz Magill, testifica durante una audiencia del Comité de Educación y Fuerza Laboral de la Cámara de Representantes sobre cómo responsabilizar a los líderes universitarios y enfrentar el antisemitismo en Capitol Hill el martes 5 de diciembre de 2023 - Créditos: @The Washington Post

WASHINGTON.- La presidenta de la Universidad Pensilvania, Liz Magill, debió presentar su renuncia acorralada por una enorme presión política tras el escándalo que brotó en Estados Unidos en algunas de las casas de estudios más prestigiosas del país, acusadas de avalar un fuerte brote de antisemitismo por la guerra entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza.

Magill debió dar un paso al costado luego del amplio repudio que generaron sus declaraciones en una audiencia pública en el Congreso, en la cual se negó a condenar de manera tajante los llamados a un genocidio contra el pueblo judío. La audiencia puso bajo la lupa algunas de las expresiones y actitudes consideradas antisemitas que se han escuchado en las protestas a favor de los palestinos que han trastocado la vida en campus universitarios tras el brutal ataque terrorista de Hamas, el pasado 7 de octubre. Magill es la primera jefa de una universidad de elite que se ve forzada a dejar su cargo por las repercusiones del nuevo conflicto en Medio Oriente.

Magill había quedado acorralada, bajo una enorme presión del Congreso, el gobierno de Joe Biden, profesores, estudiantes y donantes y exalumnos de la universidad –entre ellos, Marcos Galperin, fundador y CEO de MercadoLibre– luego de una audiencia en la Cámara de Representantes que apuntó a darle envergadura política al debate sobre el antisemitismo que se vio en las protestas en campus de universidades en Estados Unidos por la guerra en Gaza. Las manifestaciones a favor de los palestinos han incluido expresiones ampliamente consideradas antisemitas, como los llamados a una “intifada” en contra de Israel, o cantos que abogan por la desaparición de Israel, como “desde el río hasta el mar, Palestina será libre”.

Esta semana, durante la audiencia en el Congreso en la cual Magill brindó testimonio junto a la presidenta de Harvard, Claudine Gay, y la presidente del MIT, Sally Kornbluth, una congresista republicana, Elise Stefanik, les preguntó en reiteradas oportunidades si pedir por el genocidio del pueblo judío violaba las reglas de las universidades sobre el acoso. El ida y vuelta con Magill fue particularmente tenso. Incómoda, aunque con una sonrisa, Magill, abogada de formación, solo atinó a decir que depende “del contexto”, una respuesta legal sobre un tema altamente sensible.

“¿Ese es su testimonio hoy? ¿Llamar al genocidio de los judíos depende del contexto? ¿El discurso no es acoso? Esto es inaceptable, señorita Magill”, retrucó Stefanik, y luego arremetió: “Voy a darle una oportunidad más para que el mundo vea su respuesta. ¿El llamado al genocidio de judíos viola el código de conducta de Penn cuando se trata de intimidación o acoso? ¿Sí o no?”.

“Puede ser acoso”, contestó Magill. “La respuesta es ‘sí’”, le espetó la congresista, visiblemente molesta con la respuesta.

La audiencia en el Congreso llegó luego de dos meses de protestas en los campus universitarios, una ola de manifestaciones que se han convertido en una de las principales repercusiones en Estados Unidos del nuevo conflicto en Medio Oriente. Las protestas, mayoritariamente a favor de los palestinos, han incluido expresiones antisemitas que han provocado fuertes y amplias condenas del arco político y también de figuras vinculadas a las universidades, como Larry Summers, expresidente de Harvard.

La Casa Blanca también se metió de lleno en el debate. “Es increíble que sea necesario decir esto: los llamamientos al genocidio son monstruosos y antitéticos a todo lo que representamos como país”, dijo el portavoz de la Casa Blanca, Andrew Bates. “Cualquier declaración que abogue por el asesinato sistemático de judíos es peligrosa y repugnante, y todos debemos oponernos firmemente a ellas, del lado de la dignidad humana y de los valores más básicos que nos unen como estadounidenses”, añadió el vocero presidencial.

Doug Emhoff, marido de la vicepresidenta, Kamala Harris, quien es judío, condenó el testimonio de las presidentas de las universidades en el Congreso y reforzó el mensaje sobre la falta de claridad moral por parte de las instituciones educativas.

“Ver a los presidentes de algunas de nuestras universidades más elitistas literalmente incapaces de denunciar el genocidio de judíos como antisemita, esa falta de claridad moral, es simplemente inaceptable”, dijo Emhoff en un discurso esta semana para celebrar Janucá.

“Permítanme ser claro. Cuando los judíos son atacados por sus creencias o identidad, y cuando Israel es señalado por su odio antijudío, eso es antisemitismo. Y debe ser condenado y condenado de manera inequívoca y sin contexto”, afirmó.

Ante la ola de repercusiones negativas que dejó la audiencia, Magill grabó un video al día siguiente en el cual rectificó su posición. Dijo que al responder la pregunta estaba enfocada en las reglas de la universidad y en las leyes sobre la libertad de expresión, y condenó los llamados al genocidio del pueblo judío al afirmar que eran “profundamente amenazantes” y que apuntaban intencionalmente a provocar terror.

Pero Magill no ofreció una disculpa, como sí lo hizo Gay en una entrevista con The Harvard Crimson, el periódico de Harvard. “Perdón”, dijo Gay. “Cuando las palabras amplifican la angustia y el dolor, no sé cómo se puede sentir algo más que arrepentimiento”, añadió.

Ante la presión política y de los donantes, Magill no tuvo más remedio que renunciar. El presidente de la junta directiva de la universidad, Scott Bok, informó en una carta que Magill había ofrecido voluntariamente su renuncia.

Ha sido el privilegio de mi vida servir como presidente de esta notable institución. Ha sido un honor trabajar con nuestro profesorado, estudiantes, empleados, alumnado, y miembros de la comunidad para avanzar las misiones vitales de Penn”, dijo Magill, según esa carta.