¡Abracadabra! Cómo la magia puede ayudarnos a comprender la mente de los animales

Para ayudarse a pagar sus estudios universitarios, Elías García-Pelegrín tuvo un inusual trabajo de verano: mago en un crucero. “Era ese tipo que sale a la hora de cenar y hace magia”, dice. Pero su último trabajo de magia es aún más inusual: hacer trucos para arrendajos euroasiáticos en el Laboratorio de Cognición Comparativa de la Universidad de Cambridge.

Los pájaros pueden ser más difíciles de engañar que los turistas. Y para hacer magia para los arrendajos, tuvo que aprender a hacer trucos de prestidigitación con un gusano de cera vivo que se retorcía en lugar de la moneda o la pelota habituales. Pero realizar magia en una pajarera tiene al menos una ventaja sobre hacerlo en un crucero: las aves no esperan ser entretenidas. “No tienes que preocuparte de impresionar a nadie ni de contar un chiste”, dice García-Pelegrín. “Así que solo haces magia”.

En los últimos años, investigadores se han interesado por lo que pueden aprender sobre la mente de los animales estudiando lo que los engaña y lo que no. “Los trucos de magia pueden revelar puntos ciegos en la visión y obstáculos en el pensamiento”, dice Nicky Clayton, que dirige el laboratorio de Cambridge y, junto con García-Pelegrín y otros, coescribió una revisión de la ciencia de la magia en la revista Annual Review of Psychology.

Lo que percibimos visualmente del mundo es producto de cómo interpreta nuestro cerebro lo que ven nuestros ojos. Los humanos y otros animales hemos evolucionado para manejar la inmensa cantidad de información visual a la que estamos expuestos priorizando algunos tipos de información, filtrando cosas que suelen ser menos relevantes y rellenando huecos con suposiciones. Muchos trucos mágicos explotan estos atajos cognitivos en los humanos, y comparar lo bien que funcionan estos mismos trucos en otras especies puede revelar algo sobre cómo funcionan sus mentes.

Clayton y sus colegas han utilizado trucos de magia con arrendajos y monos para revelar diferencias en la forma en que estos animales experimentan el mundo. Ahora esperan ampliar el uso a más especies e inspirar a otros investigadores a probar la magia para explorar grandes cuestiones sobre las capacidades mentales complejas y cómo evolucionaron.

La ciencia de la magia

Los magos profesionales siempre han tenido un conocimiento intuitivo de la psicología humana, pero el estudio científico formal de los trucos de magia en las personas solo tiene dos décadas de antigüedad. Sigue siendo una disciplina de nicho, dice el psicólogo Gustav Kuhn, que ayudó a poner en marcha este campo y dirige el Laboratorio de Magia de la Universidad de Plymouth, en el Reino Unido. Pero ahora existe una Asociación para la Ciencia de la Magia que celebra conferencias internacionales (la próxima tendrá lugar en Las Vegas), y en las dos últimas décadas los científicos han publicado más de 100 artículos sobre los trucos de magia en los seres humanos, que abarcan temas como la percepción, la conciencia, el libre albedrío y las creencias.

“Creo que puede darte una nueva perspectiva de la ciencia”, afirma Kuhn. Ahora Clayton y sus colegas aportan esa perspectiva a la ciencia de la cognición animal.

La inspiración para utilizar trucos de magia le vino a Clayton de Clive Wilkins, artista residente del departamento de psicología de Cambridge, que también es mago. Ver a Wilkins hacer trucos de prestidigitación y esconder objetos en bolsillos secretos le recordó a Clayton a otro individuo que conoce bien: la chara californiana. En su trabajo anterior ella descubrió que cuando las charas que esconden comida saben que están siendo observadas por otras charas, vuelven a esconder la comida una vez que los otros pájaros se han ido.

“Muchas de las técnicas engañosas que utilizan las charas para proteger sus escondites son cosas que hacen los magos en sus actuaciones”, dice Clayton. Las charas intentan ocultar sus acciones mientras esconden la comida eligiendo lugares oscuros, enterrándola en materiales silenciosos como arena en lugar de grava, o utilizando sus cuerpos para bloquear la vista de otro pájaro. Clayton ha observado que, si las charas no pueden ocultar lo que hacen, intentan confundir a los observadores moviendo la comida media docena de veces, a veces simulando un escondite mientras ocultan la comida en una bolsa de la garganta.

Por casualidad, García-Pelegrín era entonces uno de los estudiantes de posgrado de Clayton y estaba dispuesto a hacer trucos para un público aviar en nombre de la ciencia. Para ello, tuvo que esperar a que los arrendajos euroasiáticos del laboratorio se ofrecieran como voluntarios volando a una sala conectada a la pajarera y saltando a una percha frente a él.

“Los artículos científicos no cuentan las horas y horas que he pasado sentado solo en una habitación de Cambridge, con frío porque no tenemos calefacción, esperando a que apareciera un pájaro”, dice. “Pero aparecen”.

Trucos para pájaros

Uno de los trucos que García-Pelegrín realiza para los arrendajos es el “pase rápido”, en el que una moneda —o, en este caso, un gusano de cera— es lanzada entre las manos del mago tan rápidamente que el sistema visual de un ser humano la pasaría por alto. Cuando cambiamos rápidamente la mirada de un objeto a otro, nuestros ojos se mueven en saltos rápidos conocidos como sacadas, en lugar de en un movimiento suave que haría que el mundo se viera borroso. Durante cada salto, hay una fracción de segundo en la que no vemos nada en absoluto, una ceguera momentánea durante la cual un mago experto puede lanzar un objeto de una mano a otra delante del público sin que este lo vea.

Las aves, sin embargo, son capaces de ver movimientos mucho más rápidos que nosotros y, por tanto, no dependen tanto de las sacadas. “Son seres aéreos. Ser rápidos y poder percibir con precisión el mundo veloz que les rodea es su nicho, es su especialización”, afirma García-Pelegrín. “Yo esperaría que nunca cayeran en el truco”.

Pero lo hicieron. En un vídeo del experimento, un arrendajo llamado Homer gira la cabeza hacia un lado para enfocar con un ojo el gusano que está en la mano abierta. En cuanto las manos de García-Pelegrín se mueven lateralmente, Homer gira rápidamente la cabeza para mirar hacia delante y observar el resto del truco con ambos ojos. Con el pico, elige la mano en la que empezó el gusano y observa atentamente cómo esa mano se abre para revelar que está vacía. Parece que, durante el cambio de visión monocular a binocular, hay una fracción de segundo en la que el mundo de Homer se queda en blanco, un punto ciego desconocido hasta entonces.

“Lo bueno es que este truco de magia aprovechó un punto ciego completamente diferente que no tiene nada que ver con ser mamífero, nada que ver con ser humano y el 100 % con ser ave”, afirma García-Pelegrín, que ahora trabaja como especialista en comportamiento animal en la Universidad Nacional de Singapur.

En cambio, un truco llamado la caída francesa no engañó a los pájaros. Para este truco, García-Pelegrín tiene el dorso de la mano mirando al pájaro, sujetando un gusano con los dedos y el pulgar apuntando hacia arriba. Un pájaro llamado Stuka observa cómo pasa la otra mano por delante del gusano como si lo estuviera agarrando con el pulgar. Pero Stuka elige la mano original, donde el gusano permaneció en secreto.

Al principio, los científicos no estaban seguros de por qué Stuka y los demás pájaros no se dejaban engañar por este truco. Algunos pensaban que podía deberse a su visión, pero Clayton tenía la corazonada de que se debía a que los pájaros no tienen manos.

En lugar de un punto ciego, la caída francesa se basa en las expectativas: una persona que mueve la mano de esa manera agarra el objeto con el pulgar. Los espectadores nunca ven el pulgar del mago, solo esperan que lo haga. Es un atajo perceptivo que nos ayuda a reaccionar rápidamente ante el mundo que nos rodea con información incompleta. Al parecer, los arrendajos no tienen las mismas expectativas.

Al haber sido criados por humanos, los pájaros están acostumbrados a ver cómo estos utilizan los pulgares para coger y sujetar la comida, dice Clayton. “Pero no pueden hacerlo ellos mismos”. Dice que su propia experiencia con la interpretación y la enseñanza de la danza le ha dado una idea de la dificultad de tratar de encarnar el movimiento de otros que están construidos de manera diferente —ya sea que tienen brazos más largos o tienen alas o aletas en su lugar—. “Para mí, como bailarina, hay una gran diferencia entre observar a alguien hacer algo hermoso y realmente imaginar cómo lo harías tú misma”.

Para probar la hipótesis de Clayton, los científicos idearon un ingenioso experimento con tres especies de monos con pulgares de anatomía diferente: capuchinos con pulgares totalmente oponibles, monos ardilla con pulgares pseudo-oponibles y titíes sin pulgares oponibles. García-Pelegrín probó la caída francesa con todos ellos y, efectivamente, los monos capaces de agarrar objetos con los pulgares —capuchinos y monos ardilla— fueron engañados. Los titíes respondieron de igual forma que los arrendajos.

Para Clayton, estos experimentos revelan algo interesante sobre la cognición incorporada, la idea de que el cuerpo y su interacción con el entorno son un aspecto importante del funcionamiento de la mente. El cerebro no está solo en el vacío dando sentido a lo que ve, afirma. “Se trata de cómo todo el cuerpo interpreta los movimientos”.

Tazas mágicas

Aunque hacer magia con animales en nombre de la ciencia es una idea relativamente nueva, hace décadas que se utilizan métodos parecidos a los trucos mágicos. Un tipo de experimento, tomado de los estudios de psicología con bebés humanos, revela lo que los animales entienden del mundo viendo si les sorprende lo imposible.

Los bebés miran durante más tiempo algo que les sorprende, y los científicos creen que lo mismo ocurre con muchos animales. Basándose en los tiempos de mirada, los científicos han aprendido que los orangutanes se desconciertan cuando una uva entra en un recipiente, pero sale un trozo de zanahoria; los perros se quedan perplejos si un hueso desaparece por arte de magia y a los cuervos les parece extraño que una herramienta se mueva sola.

Estos experimentos se parecen bastante al clásico truco de magia de “tazas y bolas”, en el que las bolas parecen aparecer y desaparecer bajo las tazas. La psicóloga comparativa Alex Schnell realizó una prueba similar con los arrendajos de Clayton cuando era investigadora postdoctoral en su laboratorio. Pero en lugar de bolas que desaparecían, los pájaros recibían golosinas que se transformaban mágicamente.

En una variación del truco, un pájaro llamado Jaylo ve cómo Schnell deja caer un gusano de cera —el chocolate belga del mundo de los arrendajos, dice Clayton— en una de las dos tazas. Ambas tazas se ponen boca abajo. Lo que Jaylo no sabe es que Schnell ha cebado previamente la copa con un trozo de queso menos excitante y ha fingido la caída del gusano de cera mediante prestidigitación. Jaylo vuelca la taza en la que cree que está el gusano, solo para encontrar queso en su lugar. Vuelve a comprobar la taza en busca del gusano y se marcha sin comerse el queso, que normalmente es una golosina perfectamente aceptable.


En este vídeo de un experimento en el laboratorio de Nicky Clayton, un arrendajo euroasiático llamado Jaylo reacciona ante una golosina transformada mágicamente.

CRÉDITO: A.K. SCHNELL ET AL / ROYAL SOCIETY OPEN SCIENCE 2021

La investigadora en cognición animal Gabriella Smith ha probado recientemente un truco similar con cacatúas de las Tanimbar y keas —grandes loros gregarios de Nueva Zelanda— en el Instituto de Investigación Messerli de la Universidad de Medicina Veterinaria de Viena. El uso de la magia atrajo a Smith porque no requiere adiestrar a los animales y les permite comportarse con naturalidad.

“Es un enfoque diferente del estudio cognitivo, en el sentido de que estás creando un escenario para que un animal exprese sus expectativas”, dice. “Y lo que estás registrando es el comportamiento en respuesta a sus expectativas y lo que ocurre cuando violas sus expectativas”.

Los keas son conocidos por explorar las pertenencias de los turistas y, ocasionalmente, robar cosas (incluida una cámara GoPro, como se ve en la película casera resultante del kea). Las aves del aviario de investigación son muy curiosas y suelen participar en los experimentos, acuden cuando se les llama por su nombre y hacen cola para esperar su turno, aunque algunos loros se saltan la fila, entran corriendo en el compartimento de pruebas, intentan robar comida y se niegan a marcharse. “Los keas son como niños pequeños con pinzas muy afiladas en la cara”, dice Smith.

Para el truco, Smith utiliza cajas de madera abiertas similares a las cajas huecas que los pájaros han explorado antes. Pero a diferencia de esas cajas, estas tienen un estante oculto. En la parte superior de la caja, deja caer una golosina normal, como un trozo de manzana, que aterriza en el estante oculto, y luego levanta la caja para revelar un maní más sabroso que se colocó en secreto en la parte inferior de antemano, o viceversa.

En el caso de las cacatúas, Smith observa si las aves agitan la cresta cuando se ven sorprendidas. En el caso de los keas, utiliza cámaras termográficas de infrarrojos para detectar cambios en el flujo sanguíneo en la piel expuesta alrededor de los ojos.

Una de las cuestiones que espera abordar con este sistema es si los animales responden de forma diferente a las golosinas desmejoradas y a las mejoradas. “Me interesaba mucho encontrar el efecto de euforia”, dice, es decir, la sensación de “qué bien” que se tiene cuando se encuentra un billete de cinco dólares olvidado en el bolsillo. Smith afirma que escasean los estudios sobre las emociones positivas en los animales, y que la magia podría ser una forma de explorarlo.

Ampliar el círculo mágico

Para Clayton, los arrendajos parecían un punto de partida natural porque ellos mismos utilizan tácticas engañosas en la naturaleza. Pero no son los únicos. Al igual que los arrendajos, los grajos actúan como si estuvieran guardando comida en la bolsa de la garganta. Los simios utilizan la mirada para desviar la atención de algo que no quieren que los demás descubran.

Y las sepias macho, que pueden cambiar el color y la textura de su piel, a veces muestran un patrón de cortejo a una hembra en un lado de su cuerpo mientras ocultan lo que están haciendo a los machos cercanos disfrazando su otro lado con coloración femenina. Este tipo de comportamiento podría convertir a estos embaucadores en buenos candidatos para ser engañados ellos mismos. “Aún no hemos diseñado los experimentos, pero nuestra próxima parada es la sepia”, dice Clayton. “Creo que podríamos utilizar trucos mágicos de formas interesantes para ver con qué se confunden”.

Si se realizan más experimentos con distintas especies, sobre todo con cefalópodos tan distantes entre sí como la sepia, los científicos podrán comprender mejor algunas de las cuestiones más importantes sobre la mente de los animales, como si son conscientes del pasado y pueden imaginar el futuro. Descubrir qué especies tienen qué habilidades podría ayudar a reconstruir cómo evolucionaron estas capacidades mentales.

“Uno no pensaría necesariamente que [la magia] dice algo sobre la memoria o la planificación futura”, afirma Clayton. “Pero lo hace, porque cuando un objeto desaparece, tienes que tener un recuerdo de dónde crees que estaba, y tienes que tener una expectativa de dónde crees que estará”.

Artículo traducido por Debbie Ponchner

This article originally appeared in Knowable Magazine, an independent journalistic endeavor from Annual Reviews. Sign up for the newsletter.