De 2018 a 2020 casi se duplicó el número de hogares con gastos catastróficos en salud, pasaron de 2.1% del total a 3.9%

seguro catrastrofico
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El número de hogares que tienen que incurrir en gastos catastróficos ante una enfermedad grave de alguno de sus integrantes ha venido incrementándose en México en los últimos años. En 2016, el 2 % de los hogares (671 mil 250) incurrieron en estos gastos, porcentaje que aumentó a 2.1% en 2018 (731 mil 947) y a 3.9% (un millón 377 mil 055) en 2020, cuando casi se duplicó.

Esto de acuerdo con datos del Primer Informe de Evaluación Estratégica de Salud del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en el que se explica que si bien en México no se cuenta con una definición de gasto catastrófico, se dice que una persona incurre en este cuando sus gastos de bolsillo en salud representan más de 30% de su capacidad de pago o ingreso disponible, es decir, del ingreso neto del gasto de subsistencia.

En el informe se identifican diferencias importantes entre individuos según el subsistema al que se encuentren afiliados. La incidencia de gasto catastrófico es mayor para las personas que reportaron estar afiliados al Insabi (4.14%) o no estar afiliados a ningún servicio de salud (4.35%) frente a los que son derechohabientes de alguna institución (2.81%).

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Janet Oropeza, investigadora del Programa de Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción de Fundar, explica que esto se debe en parte a la desaparición del Seguro Popular y su cambio por el Insabi, “lo que causó incertidumbre en la población, que no sabía donde acudir. Un porcentaje importante de personas reportó ya no estar afiliado a ningún servicio de salud”.

Claramente, dice Laura Flamand, directora de la Red de Estudios sobre Desigualdades del Colegio de México, algo está fallando porque la gente sabía que tenía Seguro Popular, pero no sabe que tiene Insabi. Y no solo eso, la gente no está yendo a los servicios de salud y cuando va no recibe la atención adecuada.

Oropeza señala que hay una caída en el monto que el Insabi ha pagado para el financiamiento de enfermedades de gastos catastróficos, “cada vez se pagan menos tratamientos e intervenciones de pacientes”.

Por ejemplo, en el periodo 2016-2018, el fideicomiso del Fondo de Protección contra Gastos Catastróficos financió 277 mil 887 casos, mientras que en 2019-2021 este número fue de 114 mil 302, es decir, una disminución de casi 59% de los casos totales pagados.

Gastos, aunque no sean catastróficos

La pandemia de COVID-19, la interrupción de los servicios de salud para la atención de los otros padecimientos y los servicios públicos deficientes también agudizaron los gastos de bolsillo, que aunque no lleguen a ser catastróficos causan un impacto en la economía de las familias y vulneran el derecho a recibir atención por parte del Estado mexicano.

A nivel nacional, dice Judith Senyasen Méndez, directora adjunta de Investigación y especialista en salud y finanzas públicas del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), el gasto de bolsillo por persona se incrementó en 40%, al pasar de 2 mil 358 pesos en 2018 a 3 mil 299 en 2020.

La Ensanut 2020 sobre COVID-19 muestra que buena parte de la población, el 56%, se atendió en servicios privados: 38.6% en consultorios, clínicas u hospitales privados y 19 % en consultorios adyacentes a farmacias (CAF).

Los CAF tuvieron un posicionamiento importante para brindar servicios de primer contacto en la población mexicana, incluso para aquellas personas con acceso a los servicios públicos: para 2020 dieron servicio a 13% de los derechohabientes del IMSS, 10% del ISSSTE y 7% de los otros servicios de salud, dice el informe del Coneval.

“En la práctica, el servicio de salud en México ya se privatizó, en contra de la promesa del presidente, López Obrador, de un sistema universal de salud pagado con impuestos y con acceso amplio”, dice Flamand.

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Por qué las personas prefieren ahora ir a un servicio privado

En un estudio de la académica e investigadora del Colegio de México sobre las estrategias individuales de acceso a la salud de las personas que trabajan en espacios públicos en Ciudad de México se ejemplifica por qué estas personas prefieren atenderse en CAF, aun cuando tienen acceso al Insabi o a la seguridad social.

Particularmente, las personas que trabajan en los espacios públicos de la ciudad, y que perciben un ingreso diario, recurren a los CAF y a otros servicios de bajo costo cuando tienen necesidades de salud, pues señalan que los servicios públicos a los cuales tienen acceso requieren de meses para obtener cita, así como largas horas de espera una vez que se concreta la consulta”.

De esta manera, las personas prefieren incurrir en gastos de bolsillo y pagar las cuotas de los CAF, con el fin de minimizar los tiempos de ausencia en sus labores cotidianas y los ingresos perdidos que esto representa.

Que las personas acudan a los CAF, señala Flamand, tiene un riesgo alto. “Estos consultorios no están insertados en el sistema de salud, así que no tienen sistema de referencia a segundo o tercer nivel, y si llega, por ejemplo, una persona con un problema oncológico, puede que el médico o la médica le recomiende ir al Instituto de Cancerología, pero puede ser que no, porque nadie los supervisa, y las personas están llegando a Cancerología después de acudir a cuatro o cinco consultas privadas, lo que representa una pérdida de tiempo para su tratamiento adecuado”.

Ingreso precario, gasto alto

Todo esto impacta más en los que menos tienen. De acuerdo con datos de la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH), la proporción del ingreso destinado a salud aumenta si las condiciones de pobreza son más agudas, es decir, las personas en mayor vulnerabilidad destinan una proporción mayor de sus ingresos.

Para el caso de los hogares no vulnerables por ingresos se estima que su gasto en salud para 2016 ascendía al 5.9% de su ingreso disponible, mientras que para los hogares con ingresos por debajo de la línea de pobreza extrema, este porcentaje fue del 7.5%.

En 2020, este indicador aumenta a 7.9% en los hogares no vulnerables y al 8.9% para aquellos con ingresos por debajo de la línea de pobreza extrema. Esta tendencia muestra las desigualdades persistentes dentro del sistema de salud, que no logra evitar el gasto de bolsillo y la probabilidad de incurrir en un gasto catastrófico, subraya el informe del Coneval.

“Si miras qué población es la que está más afectada, entre otros, pero particularmente, son los hogares indígenas, de bajos ingresos, encabezados por mujeres, con bajo nivel educativo, y que tienen a su cuidado a adultos mayores. Así que sí, las personas más afectadas son siempre las más vulnerables”, subraya Flamand.

Hace falta más inversión

Los gastos de bolsillo en salud y catastróficos muestran, en cierta medida, puntualiza el informe del Coneval, que la capacidad de respuesta del sistema de salud para proporcionar cobertura efectiva y servicios de alta calidad no es suficiente.

“El gobierno del presidente López Obrador no está respondiendo en términos de presupuesto para mejorar el sistema de salud, este no ha subido, se ha mantenido en 2.8, 2.9 del PIB, cuando lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que sea 6%, de manera que es importante un aumento de presupuesto y materializar lo que el presidente propuso: un sistema de salud universal, eficiente y que no haga distinción entre si las personas son derechohabientes de algún subsistema o no”, señala Flamand.

Por su parte, Judith Senyasen Méndez, subraya que cuando un país presenta un gasto de bolsillo elevado, quiere decir que el Estado no está invirtiendo todo lo que se necesita en el sistema de salud público, “de manera que si queremos reducir este gasto de bolsillo de los hogares se tiene que incrementar la inversión en este sector. Colombia tenía un gasto de bolsillo muy elevado y se logró disminuir con una mayor inversión”.

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