La estatua que perdió la nariz tras una restauración desastrosa

Sarcófago de Ilaria del Carretto, por Jacopo della Quercia | Crédito: Wikipedia.
Sarcófago de Ilaria del Carretto, por Jacopo della Quercia | Crédito: Wikipedia.

A menudo, las obras de arte están sometidas –aunque cada vez menos, gracias a las técnicas de conservación museísticas– a continuas agresiones y deterioros que amenazan su conservación: al inexorable paso del tiempo, el efecto del clima, los desastres naturales o el ataque de insectos hay que sumar, por supuesto, la a menudo nefasta acción del ser humano.

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Dejando a un lado la destrucción de patrimonio artístico provocado por guerras, saqueos o ataques deliberados contra piezas de arte, el efecto de las acciones humanas ha tenido en no pocas ocasiones un resultado desastroso en la conservación de pinturas, esculturas u obras de arquitectura. Y en algunos casos, estas agresiones se producen de forma inintencionada, fruto de prácticas culturales un tanto insólitas y que se enmarcan en el ámbito de la antropología y el folklore.

Ese es el caso, por ejemplo, del sarcófago en mármol realizado por el escultor Jacopo della Quercia para recordar a la figura de una noble dama del Quattrocento, Ilaria del Carretto, hija del marqués del mismo nombre y esposa del poderoso Paolo Guinigi, gobernante de la ciudad italiana de Lucca entre 1400 y 1430.

Ilaria falleció muy joven –tenía tan sólo veinticinco años–, como consecuencia de las complicaciones del parto en el que dio a luz a su segunda hija. Consternado por la pérdida, su amado esposo Paolo decidió dedicarle un monumento funerario que reflejara su belleza y su fidelidad, para lo que contrató al célebre maestro Della Quercia.

El resultado fue una hermosísima obra de arte hoy considerada como una de las muestras más sobresalientes de la escultura italiana del siglo XV. El sarcófago muestra a la joven Ilaria en posición yacente, como si estuviera plácidamente dormida, con sus cabellos recogidos en un tocado típico de aquella época. Acurrucado a sus pies descansa también un perro, símbolo de la fidelidad.

Detalle del rostro de Ilaria, con la nariz ennegrecida | Crédito: Wikipedia.
Detalle del rostro de Ilaria, con la nariz ennegrecida | Crédito: Wikipedia.

La belleza de la obra de arte y la habilidad de Jacopo della Quercia fueron recordadas en las Vidas de Vasari y en los textos de otros autores, por lo que el sarcófago se convirtió en una de las más apreciadas piezas de la ciudad italiana durante siglos. Esta fama terminó derivando en una curiosa costumbre popular, según la cual todo aquel que frotara con su mano la nariz de la bella Ilaria gozaría de suerte en el amor. Este llamativo “rito popular” gozó de tal éxito que todos los visitantes que acudían a la catedral de Lucca terminaban pasando sus manos por la delicada nariz. ¿Resultado? Una capa de suciedad y grasa que se hizo más y más evidente con el paso de los años.

Tanto es así que, en 1980, los conservadores decidieron someter a la escultura a una restauración, con la finalidad de devolver el antiguo esplendor a la obra de arte. Desgraciadamente, los “expertos” llevaron a cabo una limpieza excesiva, causando un efecto desastroso en el aspecto de la escultura de mármol. De hecho, el historiador del arte estadounidense James Beck, miembro de la asociación Art Watch International y experto en arte del Renacimiento, calificó el trabajo de “chapuza”, y aseguró que parecía que la escultura hubiese sido limpiada con un producto abrasivo y “abrillantada con cera Johnson”, dándole a la obra de Della Quercia el aspecto de “una copia de plástico”.

Sarcófago de Victor Noir, por Jules Dalou | Crédito: Wikipedia.
Sarcófago de Victor Noir, por Jules Dalou | Crédito: Wikipedia.

Aunque llamativos, estos “ritos populares” como el que causó el deterioro de la escultura de Ilaria del Carretto son bastante habituales en la Historia del Arte, y algunos siguen practicándose hoy en día. En Roma, por ejemplo, es célebre la llamada Boca della verità, una antiquísima máscara de mármol ubicada en la iglesia de Santa Maria in Cosmedin. Según la tradición, la pieza tiene fama de “devorar” la mano de quienes la introducen en su boca y mienten.

En la catedral de Santiago de Compostela era habitual hasta hace unos años –la práctica se prohibió a raíz de la última restauración del Pórtico de la Gloria– ver a turistas y peregrinos practicando dos ritos en la entrada del templo. Uno consistía en colocar los dedos de una mano sobre la pilastra de mármol que representa el árbol genealógico de Jesús; el otro, conocido como “los croques”, pasaba por apoyar la frente sobre la cabeza del llamado “santo dos croques” –en realidad una estatua del Maestro Mateo–, bajo la creencia de que así se recibía la inteligencia y la memoria del “santo”. Una costumbre ésta que fue muy popular entre los universitarios compostelanos durante varios siglos.

En París, en el también célebre cementerio de Père-Lachaise, la estatua en bronce que forma parte del sarcófago del periodista Victor Noir se ha convertido en lugar de peregrinación para multitud de curiosos y turistas. ¿La razón? El escultor Jules Dalou representó al difunto Noir –que falleció de un disparo durante un duelo– con una abultada entrepierna, lo que dio origen a la leyenda de que las mujeres que besen sus labios y se froten contra sus partes pudendas gozarán de una envidiable fertilidad o tendrán fortuna en el amor. El “rito”, una vez más, es tan célebre que hoy la escultura muestra una más que evidente marca de rozadura en torno a la bragueta…

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Historia original: Yahoo España