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"Yo soy la madre de Adam Lanza", el asesino de Newtown Bee

Liza Long es la madre de Adam Lanza, el joven que el viernes pasado asesinó a 20 niños en la matanza de Newtown Bee (Connecticut). Es la madre de James Holmes, el joven que este verano tiroteó al público que asistía al estreno de "El caballero oscuro: La leyenda renace". Es la madre de Eric Harris y Dylan Klebold, responsables de la matanza de Columbine en 1999. En definitiva, es la madre de todos aquellos que perpetraron matanzas en el pasado porque piensa que el próximo que podría hacerlo es su propio hijo.

Esta escritora y música se considera madre de todos los pérfidos protagonistas de ese fenómeno tan estadounidense del tirador que ejecuta a varias personas inocentes en una escuela, un cine o un restaurante de comida rápida. Porque mientras la nación se agita y jura hacer algo para detener estas matanzas, achacándolo siempre al fácil acceso a las armas de todo ciudadano, ella siente que vive con la otra raíz del problema: la salud mental.

Liza Long es la madre de Michael (nombre cambiado), un chico de 13 años brillante que, de vez en cuando, amenaza, entre gritos e insultos, con matarla y suicidarse. Michael sufre una enfermedad mental indeterminada. Se le ha diagnosticado autismo, déficit de atención y otras tantas etiquetas de las que actualmente se manejan para definir por qué un individuo no se comporta cómo debería.

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"Ha tomado antipsicóticos y fármacos que alteran su humor; toda una novela rusa de planes para modificar su comportamiento. Nada funciona". Y así, de vez en cuando, y sin previo aviso, Michael amenaza con matarla. La semana pasada fue porque no llevaba los pantalones adecuados al colegio.

"Puedo llevar estos", cuenta su madre que le dijo. "Son azul oscuro", le recordó Liza. "Tu colegio te obliga a llevar pantalones negros o caquis".

"Me dijeron que podía llevar estos. Eres una zorra estúpida. Puedo llevar los pantalones que quiera. Esto es América. ¡Tengo derechos!".

"No puedes llevar los pantalones que quieras", recuerda Liza que le respondió, en un tono razonable. "Y desde luego no puedes llamarme una zorra estúpida. Estás castigado sin nada electrónico para el resto del día. Ahora métete en el auto que te llevo al colegio".

Este incidente pintaba como el comienzo de otros que habían ocurrido en el pasado. Michael anunció que pensaba suicidarse en el auto y Liza tuvo que cumplir su clásica amenaza: si dice eso, tiene que ser ingresado en un sanatorio mental. Michael protestó y, en las puertas del centro hubo que llamar a la policía. "Aún soy más fuerte que él", reflexiona Liza. "Pero no por mucho".

Incidentes así son frecuentes en la vida de Liza. "Hace unas semanas, Michael cogió un cuchillo y amenazó con matarme a mí y luego a sí mismo porque le había pedido que devolviera unos libros a la biblioteca", explica, en un texto que se ha convertido viral en Estados Unidos.

"Sus hermanos de siete y nueve años sabían lo que tenían que hacer: ir al coche y bloquear las puertas. Conseguí quitarle el cuchillo a Michael y luego, metódicamente, cogí todos los objetos punzantes de la casa y los metí en un tupper que ahora llevo a todas partes".

Michael no es un psicópata. Liza afirma que cuando está de buenas, es un niño encantador que estudia en un programa para superdotados. Pero de repente explota y es imposible saber por qué. Algún día, Michael podría convertirse en el nuevo Adam Lanza, un chico con problemas mentales similares. Y Liza sabe que no podrá hacer nada para evitarlo. "El problema es demasiado grande para que lo solucione por mi cuenta", reconoce.

¿Y cuál es ese problema? Que nadie sabe qué hacer con Michael. Los expertos han recomendado a Liza que denuncie a su hijo para que así su nombre figure "en el sistema" y la policía pueda meterlo en la cárcel para proteger el país. "No creo que mi hijo deba ir a la cárcel", dice.

"Los entornos caóticos exacerban su sensibilidad a los estímulos y no curan su patología. Pero parece que Estados Unidos quiere usar las prisiones como la solución genérica para todos los enfermos mentales. Según el observatorio de Derechos Humanos, el número de enfermos mentales que acaban en la cárcel se ha cuadriplicado entre 2000 y 2006 y continúa aumentando".

"Los hospitales estatales están saturados y la cárcel es el último recurso [para gente como yo]", prosigue. "Nadie quiere mandar a un chico de 13 años que le gusta Harry Potter y tiene una colección de peluches a la cárcel. Pero nuestra sociedad tiene tal estigma sobre las enfermedades mentales y su sistema sanitario está tan roto que no nos deja otro remedio. Y así, otra alma torturada dispara a alguien en un restaurante de comida rápida. En un centro comercial. En una guardería. Y nos volvemos locos diciendo que hay que hacer algo".

"Algo hay que hacer, sí. Es hora de que esta nación reflexione sobre su relación con la salud mental. Es la única forma de que el país pueda curarse".

Y remacha su carta, que ha sido compartida por docenas de medios y leída por cientos de miles de personas: "Que Dios me ayude. Que Dios ayude a Michael. Que Dios nos ayude a todos".

Fuente: Yahoo! España
"Yo soy la madre de Adam Lanza”, el asesino de Newtown Bee