Yenín, en un bucle de muerte y devastación en dos días de operación israelí

Yenín (Cisjordania), 4 jul (EFE).- Ataf Damaj, una mujer palestina en la cincuentena, ve como la historia se repite. Hace 21 años huyó de su casa por la dura batalla de Yenín en la Segunda Intifada, y anoche volvió a escapar de su hogar en el campo de refugiados por la cruenta operación militar del Ejército israelí, que ha dejado 12 palestinos muertos y un paisaje de amplia devastación en la ciudad.

"La situación en el campo era horrible", cuenta a EFE Damaj, que anoche se marchó con su marido y sus seis hijos para ir a refugiarse a casa de su cuñado en otro barrio más seguro de Yenín, mientras se recrudecían los combates entre milicianos palestinos y las tropas israelíes en las callejuelas del campo de refugiados.

ATMÓSFERA FANTASMAGÓRICA

Hasta esta tarde, las calles de Yenín en torno al campo -casi en el centro de la ciudad- eran algo fantasmagórico: los comercios permanecían cerrados, la mayoría de habitantes estaban encerrados en sus casas, por la vía pública prácticamente no se veía gente y entre los pocos coches que circulaban gran parte de ellos eran ambulancias.

También era muy difícil llegar a los hospitales, dos de ellos situados muy cerca del campo, y a los que esta tarde era casi imposible acceder ante "el peligro" de que las tropas israelíes apostadas en el área dispararan, denunciaron a EFE vecinos locales.

En gran medida, los únicos presentes en la calle eran jóvenes y adolescentes que quemaban neumáticos, madera y otros materiales en rotondas y calles para entorpecer el paso de vehículos militares.

En marzo y abril de 2002, en plena Segunda Intifada, el Ejército israelí lanzó la operación Escudo Defensivo en Cisjordania, una de sus ofensivas más duras desde la Guerra de los Seis Días de 1967, que en gran parte se centró contra las milicias del campo de Yenín.

Los combates de entonces causaron "gran destrucción" y muchos habitantes del campo huyeron, rememoraba hoy Damaj tras escapar de nuevo ayer junto a 500 familias más, después de verse atrapada en casa sin agua, electricidad y casi sin alimentos.

FRUSTRACIÓN LOCAL

"La gente está triste y enfadada", se lamentaba en declaraciones a EFE Suheib Sabana, vecino del centro de Yenín que contemplaba la situación en la calle.

Todo ello, entre el incesante ruido de explosiones y disparos por los choques armados que no pararon desde que la operación empezó la madrugada del lunes y el rumor de fondo de drones sobrevolando los cielos de la urbe, desde los que Israel realizó más de una decena de ataques aéreos que asestaron un duro golpe a las milicias locales.

Gran parte de los 12 muertos -entre los que hay tres menores- eran miembros de la Brigada de Yenín, objetivo de los ataques israelíes.

Este grupo armado integra a milicianos de las distintas facciones palestinas, actúa de forma autónoma y se fundó hace apenas un año, ganando peso en el recrudecimiento del conflicto palestino-israelí, sobre todo en este rincón del norte de Cisjordania.

CORTAR DE RAÍZ A LAS MILICIAS

Ahí, en Yenín y Nablus, bastiones de la resistencia armada palestina, las incursiones casi semanales de tropas israelíes aumentaron de calibre al pasar los meses, y la operación sobre Yenín de ahora busca cortar finalmente de raíz a las milicias locales.

"Yenín se convirtió en una fábrica de terrorismo", pero "en los dos últimos días esto terminó", declaró esta tarde el ministro de Defensa israelí, Yoav Galant.

Por su parte, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, dijo que el Ejército "está completando su misión". Esto indica que la operación podría llegar pronto al fin a medida que la respuesta armada de los milicianos locales es cada vez menor.

"Se trata de un campo de refugiados, ¿Quién usa todo un Ejército y toda su fuerza militar para atacar un lugar lleno de civiles?", declaró a EFE Mustafa Barguti, exdiputado y médico palestino que fue a ver la situación de primera mano en Yenín. Según lamentó, la urbe está condenada a un inacabable "círculo vicioso" de violencia.

La frustración por ello se percibía en el ambiente, también entre el alcalde de la ciudad, Nidal Abu Saleh, presente en instalaciones en las afueras de la ciudad donde ayer se alojó a algunos evacuados.

"Estamos cansados y ya no tengo nada que contar", indicó a EFE, mientras residentes de la ciudad ayudaban en las tareas de apoyo a los habitantes del campo evacuados, muchos de alojados en casas de amigos, parientes o incluso desconocidos, y otros en hoteles que les acogieron, en un ambiente de solidaridad que impera entre palestinos pese a las graves adversidades.

Joan Mas Autonell

(c) Agencia EFE