Yarmouk, el apocalíptico campo palestino de Damasco, vuelve a la vida sin Al Asad

Campo de Yarmouk (Siria), 16 dic (EFE).- El campo de refugiados palestinos de Yarmouk es el escenario de un apocalipsis. La absoluta destrucción causada durante la guerra civil Siria que arrancó en 2011 es omnipresente, pero tras la caída del régimen de Bachar al Asad, la comunidad palestina expulsada por el conflicto ha comenzado a regresar para recuperar la vida en el todavía yermo territorio.

Las cicatrices profundas de la guerra están en todas partes y la vida en este entramado urbano parece imposible. Solo algunas plantas, pequeños comercios, ropa tendida entre edificios colapsados y el ocasional tránsito de una motocicleta permiten aventurar que hay residentes en un espacio de unas 211 hectáreas.

Y sin embargo, tras la caída el pasado día 8 del régimen de Al Asad y la literal desaparición de las fuerzas del orden que controlaban los accesos y la vida en el entorno, todos los residentes coinciden en una cosa: los palestinos están volviendo, de todas partes, para rehacer su vida y sus hogares.

Vuelven

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Saleh Duoah, de 29 años y palestino, regenta un minúsculo puesto de tabaco en una de las calles principales del entramado y es categórico al señalar a EFE que sí, que la gente está volviendo.

"Vienen a arreglar sus casas, que están destruidas.Todos los días viene gente. Aunque el problema son los servicios", dijo.

EFE pudo ver cómo efectivamente camiones con enseres domésticos entraban a la barriada, separada de la ciudad de Damasco por puestos de control ahora destruidos y abandonados.

Según dijo, el problema para que regrese más gente aún no es ya la seguridad o la represión, antes a la orden del día, sino la ausencia absoluta de servicios.

"No hay electricidad. No hay hospitales. Si por la noche uno se pone enfermo tiene que salir del campamento para ir a un hospital o una farmacia. No hay nada. Esto es lo difícil. Lo más difícil", aseveró.

Los únicos servicios aparentes los proporciona la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA en inglés), que regente una escuela, centro de salud y centro comunitario, los únicos lugares que ofrecen una semblanza de color y vida civil en todo el barrio. Como señalan las placas, han sido creados con donaciones de la cooperación internacional española.

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Alquilar es más caro

Omar Hasan, nacido en 1964 en este mismo lugar, insiste con lo mismo: "Están viniendo, desde Idlib, desde Alepo. A ver sus casas. Desde Jordania, desde el Líbano. Y empezaron a arreglarlas".

"Un grupo llegó de Alepo. Todos los buscados por el régimen (de Al Asad), han empezado a volver. Ven sus casas y lo que van a hacer, cómo trabajarán y qué harán. Lo hacen porque vivir fuera del campamento en alquiler es muy caro, arreglan sus casas para quedarse", añadió.

Las instrucciones de las nuevas autoridades sirias, aún arrancando su proceso de asunción de poder, han sido claras, según Hasan: "el que quiere restaurar su casa y quedarse, pues que se quede y no habrá ningún problema".

Ziyad Qasem es albañil y ya trabaja, como otros grupos que pudo ver EFE entre los escombros, reparando un local.

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Dice que ahora viven unas 6.000 personas en el campamento, lejos de las más de 120.000 que había registradas como refugiadas allí antes de la guerra civil, pero muchas más del apenas centenar que quedaron en el punto álgido de las batallas por zonas en 2018.

"Sí, vuelven. Incluso vuelven más que antes. Nadie nos molesta. Y para nosotros hay más trabajo, claro. Cada casa tiene su dueño, todos quieren venir, pero hay gente que no tiene dinero para restaurar. Lo peor es la electricidad, todos usan paneles solares. De hecho yo tengo a mi familia en el Líbano y también volverán", sentenció.

Álvaro Mellizo

(c) Agencia EFE