El perro 'azteca' que se cría en Rusia y fue la mascota preferida de Frida Kahlo

Frida Kahlo con uno de sus perros xoloitzcuintle. Foto: Getty
Frida Kahlo con uno de sus perros xoloitzcuintle. Foto: Getty

El xoloitzcuintle o xolo no es un perro especialmente agraciado, todo hay que decirlo. Es chiquito, sin apenas pelo o carente de él y de aspecto descompensado, simpático, por otro lado. Para gustos los colores, por supuesto, y, si no, que se lo digan a Frida Kahlo. Es la mascota que más veces incluyó la gran pintora mexicana en su obra y cuando no estaba pintando. En las innumerables imágenes que se acopian de ella como parte del registro inmemorial de su extenuante vida es habitual verla acompañada de uno de estos animales. A ella hay que darle el crédito de haber rescatado al xoloitzcuintle del olvido y de la extinción.

Representativo como el que más de la cultura azteca, el xolo le debe su supervivencia moderna a la artista y a su marido, Diego Rivera, con quien Frida se casó cuando apenas tenía 22 años y él 43. Un matrimonio convulso, con sus correspondientes dosis de pasión desmedida y dolorosísimos pasajes. Como cuando el aclamado muralista le traicionó con su hermana pequeña, Cristina, con quien le fue infiel durante años. La pareja se aferró a esta criatura desproporcionada en miniatura y le proporcionó una segunda vida que se remonta a nuestros días.

La palabra xoloitzcuintle procede de la unión de dos palabras de la antigua lengua de los Aztecas: Xólotl, como llamaban al dios del ocaso y la muerte, y ‘itzcuintli’, que se traduce como perro. Según cuenta la mitología de esta civilización originaria, la citada deidad creó este animal para proteger a los vivos y acompañar el alma de los muertos en su trayecto a través de las nueve regiones del inframundo, el temido Mictlán. Una vez logrado traspasar los infiernos y solo entonces (que para los nahuas de la región de Huasteca son solo cinco fases y no nueve), el alma (tonalli) podía alcanzar su anhelado descanso. El xolo estaba ahí para asegurarse que el muerto alcanzaba su destino final, de ahí que se le sacrificara y enterrara junto al fallecido al que se quería proteger. Para ser justos, se desconoce su efectividad para lograr tal cometido, una gesta tremenda para un animal tan precario físicamente, si me permiten añadir.

Dos perros Xoloitzcuintle (Foto:Getty)
Dos perros Xoloitzcuintle (Foto:Getty)

El xoloitzcuintle es una de las razas de perro más antiguas (y sagradas) de las que se tiene registro. Originaria del actual estado de Colima, su arranque se remonta a hace 7.000 años, cifra arriba, cifra abajo, de acuerdo con investigaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Científicos menos optimistas datan sus inicios a hace algo más de tres mil años, una cifra nada despreciable, por otro lado. El xolo aparece reflejado en numerosas muestras del arte mesoamericano antiguo en forma de vasijas, recipientes o pequeñas efigies, siempre representado con cara de bonachón y orejas puntiagudas acordes con su exigua anatomía.

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Según los arqueólogos e historiadores varios, fueron los colonizadores españoles quieren llevaron a esta mascota al borde de la extinción cuando, a su llegada al “Nuevo Mundo”, los incluyeron como parte de su plan alimenticio por su alto contenido proteico. De los xolos, escribió el misionero franciscano Fray Bernardino de Sahagún en su obra ‘Historia general de las cosas de Nueva España’, allá por el siglo XVI. Dice así: “Otros perrillos criaban que llamaban xoloitzcuintle que apenitas ningún pelo tenían, y de noche abrigábanlos con mantas para dormir. Estos perros no nacen así sino que de pequeños los untan con resina, que se llama óxitl ("aguarrás"), y con esto se les cae el pelo quedando el cuerpo muy liso. Otros dicen que nacen sin pelo en los pueblos que se llaman Teotlixco y Toztlan”.

De perro sagrado a perro 'de lujo': el desorbitado precio del xoloitzcuintle

Aunque México sigue siendo el principal país donde se crían los xolos para luego venderlos al resto del mundo, en los últimos años Rusia se está haciendo un hueco como exportador número uno de esta raza. Tal es el volumen de negocio que está adquiriendo que ya rivaliza de tú a tú con el país que los vio nacer. Esto a pesar de las condiciones térmicas, mucho más frías, que caracteriza su ‘producción’ a la rusa. No es extraño que en la nación de Putin hayan visto una oportunidad de oro para lucrarse a propósito del perro azteca teniendo en cuenta el precio que la gente está dispuesta a pagar por un ejemplar. Lo insólito es que no se haya explotado en otras coordenadas del mapa 'mundi'… Solo hace falta acudir a la plataforma de compraventa Mercado libre para comprobar el desembolso prohibitivo que se asocia a la adquisición del xoloitzcuintle sagrado: un cachorro no cuesta menos de 5.000 pesos mexicanos y puede superar perfectamente los 30.000 pesos.

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