Vuela conmigo: la historia de las azafatas que terminaron con el sexismo en el cielo
Un nuevo documental cuenta cómo las mujeres se organizaron para cambiar sus condiciones laborales en la industria. La figura clave en una demanda histórica recuerda el glamour y sexismo de los primeros viajes.
En 1958, cuando Mary Pat Laffey Inman se convirtió en azafata, como se les llamaba en ese entonces, para Northwest Airlines, tenía 20 años y el reloj ya estaba en marcha. A los 32, sería forzada a retirarse. Es decir, si no se casaba, quedaba embarazada o incluso si aumentaba demasiado de peso antes: todo eso era motivo de despido. Era la edad dorada de la aviación para todos excepto, quizás, para las mujeres que les servían comidas a los pasajeros elegantemente vestidos durante los vuelos.
Seis años después, el presidente Lyndon Johnson firmó la Ley de Derechos Civiles, que prohibía la discriminación basada en raza, color, religión, sexo u origen nacional, y las azafatas comenzaron a unirse contra el sexismo.
En 1970, Laffey Inman, líder sindical y la primera sobrecargo de Northwest, la asistente principal en un vuelo, lideró una demanda colectiva, Laffey contra Northwest Airlines Inc., que logró que la aerolínea tuviera que pagar más de 30 millones de dólares en daños y salarios atrasados en 1985. También estableció el precedente para la contratación no discriminatoria de asistentes de vuelo en toda la industria. A pesar de eso, algunas cosas no cambiaron: hasta la década de 1990 las azafatas de algunas aerolíneas todavía estaban sujetas a ‘controles de peso’. (Northwest se fusionó con Delta Air Lines en 2008).
Ahora, décadas después de la decisión histórica, Laffey Inman, de 86 años, es una de varias exazafatas destacadas que participaron en
Fly With Me
, un documental de
American Experience
que narra cómo las mujeres lucharon para superar la discriminación en la industria aérea. The New York Times habló con Laffey Inman sobre cómo hizo historia. Esta entrevista ha sido editada por extensión y claridad.
¿Qué inspiró tu carrera en la industria aérea?
Trabajaba en el Hospital Montefiore, en Pittsburgh. Siempre quise viajar, desde que era niña. Como azafata, podía viajar, con todos los gastos pagados. Me parecía maravilloso. Otras azafatas y yo nos reímos de lo afortunadas que fuimos de estar en la industria en ese momento. Luchábamos por tener escalas de tres días en París, Londres, Ámsterdam, Tokio. Una limusina te recogía y te llevaba al hotel.
¿En qué consistía la formación en ese tiempo?
Las azafatas teníamos una sesión de seis semanas donde aprendíamos sobre la aerolínea y teníamos entrenamiento de emergencia y seguridad. Aprendimos los comandos para usar en caso de emergencia. Y teníamos clases de arreglo personal, unas mujeres venían y nos enseñaban cómo aplicarnos el maquillaje y pulir nuestras uñas.
¿Cómo se evidenciaba el sexismo en la industria?
Cuando comencé, las azafatas mayores hablaban de hombres jóvenes que estaban siendo contratados para estar a cargo de la aeronave y la tripulación, pasando por alto a las azafatas que habían estado volando durante mucho tiempo. Discutían sobre eso en susurros pero, a veces, ni tanto. Siempre fue un tema de descontento. Los hombres fueron elegidos para los puestos que controlaba el sindicato, y ellos hacían la negociación. En realidad, las azafatas no podían considerar el trabajo como una carrera porque teníamos que renunciar cuando nos casábamos o cuando cumplíamos 32 años. Eso siempre estaba en tu mente.
¿Cómo se convirtió en la primera sobrecargo femenina?
En 1968, Northwest contrató a cuatro hombres de la calle para ser sobrecargos. Llamé al director de relaciones laborales y le dije: “¡Deben publicar este puesto!”. Cuando lo hicieron, muchas mujeres se sintieron intimidadas, pero yo lo solicité y conseguí el trabajo.
¿En qué se diferenciaba la labor de las azafatas en la década de 1960?
Teníamos que trabajar con contratos aéreos militares. En tiempos de emergencia, el ejército de EE. UU. tiene derecho a tomar el control de las aeronaves para ser utilizadas con fines militares. Volamos a Vietnam con bastante frecuencia durante la ofensiva del Tet en 1968. Yo era sobrecargo, pero no tenía ninguna antigüedad en el puesto, así que me asignaban esos vuelos. Llevábamos 165 soldados a Okinawa, luego los trasladábamos a Vietnam y, con suerte, traíamos a 165 de vuelta. Entrábamos y salíamos de Vietnam lo más rápido posible porque había misiles yendo y viniendo.
Enfrentarse a una gran corporación no es tarea fácil, especialmente en el caso de mujeres jóvenes en la década de 1960.
No teníamos fundamento legal hasta la Ley de Derechos Civiles, que incluía la discriminación basada en género. Ese fue nuestro renacimiento.
¿Qué papel desempeñaste?
En 1967, me convertí en la jefa del sindicato en Northwest, y negocié el primer contrato no discriminatorio con la aerolínea. Podíamos demostrar que las azafatas tenían las mismas habilidades y responsabilidades. Fue entonces cuando trajimos de vuelta a las azafatas que fueron despedidas porque tenían más de 32 años, o porque estaban con sobrepeso o porque se habían casado.
¿Cómo se inició la demanda colectiva?
En 1969, comenzaron las negociaciones para el siguiente contrato. El comité de negociación estaba dominado por hombres. Yo esperaba cambios, pero Northwest se negó a incluir lenguaje que tratara a las sobrecargos mujeres de la misma manera que a los hombres. Hablé con un abogado laboral, quien dijo que teníamos un caso. Finalmente, el 70 por ciento del sindicato firmó. La aerolínea lo prolongó durante 15 años, lo llevó a la Corte Suprema dos veces, pero el caso fue remitido de nuevo al Tribunal de Apelaciones del Distrito Federal, donde Ruthie Bader Ginsburg fue la jueza que escribió el veredicto a nuestro favor.
¿Al momento de presentar la demanda, tenías alguna idea del impacto que tendrías en la industria, y en la historia?
No, solo buscaba igualdad salarial. No estaba pensando 40 o 50 años adelante. Solo esperaba que cada paso en la escalera judicial fuera a nuestro favor.
En cuanto a volar hoy en día, con los numerosos informes de
pasajeros comportándose mal en los vuelos
y el estrés que eso causa en la tripulación, ¿qué crees que se puede hacer para mejorar la experiencia de volar?
Me gustaría que alguien aprobara una ley para ampliar los asientos. Esa es una de las razones por las que hay tanta tensión.
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