Cómo es vivir en la Franja de Gaza según la mirada de un profesor argentino que conoce el territorio
La escalada bélica en Medio Oriente dejó hasta el momento más de 1600 muertos en Israel y Gaza luego de la embestida relámpago de Hamas, el movimiento islamista, en la operación conocida como “Diluvio de Al Aqsa”, que inició con el lanzamiento de más de 2000 misiles como cortina para la incursión por tierra de tropas de asalto yihadistas. El ataque logró penetrar el 7 de octubre la defensa israelí desatando caos y una masacre en su territorio además del secuestro de civiles, el mismo día del Simjat Torá, festivo para los judíos.
En los últimos días, Israel realizó un despliegue militar para recuperar el control de su territorio y avanzó en la contraofensiva dirigida a Hamas, quien controla militarmente a Gaza, y profundizó el bloqueo en la zona afectando la provisión de agua, electricidad y alimentos donde habitan cerca de 2,3 millones de personas. El atentado impulsado desde un sitio devastado por años de conflicto recobró el foco mundial sobre la región elevando una pregunta: ¿cómo se vive en Gaza?
Sergio Jalil es argentino y profesor de la Universidad de Salamanca además de director del Centro de Estudios Libaneses para América Latina (Celibal). Cuenta con trayectoria en el mundo financiero y bancario y enfocó su actividad académica en el estudio de Medio Oriente, lo que lo llevó a conocer en persona y en profundidad el territorio en guerra, incluida la Franja de Gaza, en tensión permanente y prácticamente inaccesible por los medios de transporte convencional.
“Gaza es casi el doble de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Si tengo que decir a qué se parece físicamente lo más parecido es el conurbano, más pobre todavía y densamente poblado y con características sociales semejantes. Viven alrededor de dos millones y medio de personas, aunque no se sabe exactamente de cuánto es la población porque no hay censos regulares y no se registran los nacimientos”, refiere Jalil.
Su último viaje allí a la región fue antes de la pandemia, en 2019 durante un breve período de calma a ambos lados de la frontera.
Permiso a las autoridades
“En esa oportunidad entré a la Franja de Gaza por Israel. Tuve que pedirle permiso a sus autoridades para que me anoten en el control y así poder volver. Hay dos pasos fronterizos, uno en el sur y otro por el este. En la frontera israelí te advierten que te cuides, pero no te hacen problemas para cruzar. En Gaza no hay un control estricto, es muy laxo y ya del otro lado no existe el gobierno, es una anarquía generalizada salvo en los temas militares donde Hamas controla todo. El día común es un gran mercado donde cada uno hace lo que tiene ganas, comercia lo que puede, y el que tiene problemas de salud se las tiene que arreglar por su cuenta salvo que sea militante de Hamas, que tienen beneficios sociales”.
Jalil relata que la presencia en las calles de los militares de Hamas no es permanente, pero cuando se muestran se los puede ver a bordo de autos de lujo y exhibiendo sus armas. “Muestran autoridad para que la gente recuerde que son quienes tienen el control. No tienen una casa de Estado para evitar ser alcanzado por la inteligencia israelí, no tienen lugares focalizados ni centrales sino que los cambian de forma permanente. Los líderes duermen una noche en cada lugar, lo mismo sucede con las municiones y las armas que trasladan de forma recurrente. No tienen un comando general, lo que le hace difícil a Israel bombardear puntos militares ya que los civiles palestinos son quienes están en realidad expuestos a los ataques”.
De acuerdo al académico cerca de la mitad del territorio es urbano, el resto es suburbano y existen algunos campos con granjas en zonas más abiertas donde se practica una economía de subsistencia, sin cultivos intensivos ni desarrollos agropecuarios más que la plantación de vegetales que sirven para abastecer un mercado local reducido. La otra actividad es la pesca que pueden realizar hasta un máximo de cinco kilómetros aguas adentro y en embarcaciones precarias.
“Gaza está hoy absolutamente bloqueada por Israel, salvo por la frontera sur que limita con Egipto a lo largo de cinco kilómetros, pero que hace cinco años está cerrada. No puede entrar ni salir ningún producto sin autorización israelí, ni por tierra o mar. Los recursos propios de los civiles palestinos son muy escasos, trabajan en la informalidad y dependen de los suministros que Israel deja que entren, incluso el dinero. Para salir de Gaza también necesitan de un permiso especial”.
La economía en Gaza se maneja en la informalidad y situaciones como un bombardeo que destruye una casa o edificio, relata Jalil, detona que la gente se vuelque desesperada a rapiñar los escombros, los metales y el plomo para revender en el mercado. Por otro lado señala que hay una corrupción arraigada que implica que la población en casos de necesidad tenga que recurrir a algún contacto en Hamas, para que los asista, a su discreción, en una urgencia.
“Los militares de Hamas no se meten con los turistas y los extranjeros. Al contrario, fomentan que la gente vaya a ver las condiciones de Gaza para justificar sus acciones contra Israel. Hay algunos hoteles muy humildes, camas sencillas, servicios esenciales y lugares para comer básicos. No es un lugar placentero sino que te impacta por la forma en la que vive la población”.
Poca autonomía
El autoabastecimiento es otro problema para los civiles porque dependen completamente del suministro eléctrico que proviene de Israel. La poca autonomía energética que tienen es a base del petróleo necesario para hacer funcionar sus centrales termoeléctricas y apenas alcanza a cubrir unas cuatro horas de luz al día por el período de dos semanas. “Gaza en muy poco tiempo se va a quedar sin agua, implicando un riesgo sanitario y precariedad en los hospitales. Allí no tienen insumos o la posibilidad de operar a alguien”, dice Jalil.
El profesor argentino refiere que la mayoría de los pobladores no nacieron ahí sino que llegaron desplazados desde otros territorios. “Gaza era históricamente una zona pobre, con poca población. Solo hay una ciudad y una aldea. Los que viven ahí llegaron desplazados de zonas de Israel y quedaron en una situación de gueto. Por eso es difícil la evacuación ante la advertencia de Netanyahu porque físicamente no tienen a dónde ir”.
Para Jalil el estado de Gaza se alcanzó por un fracaso en las relaciones internacionales entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina, hoy radicada en Cisjordania, sumado a la superposición del bloqueo israelí y el control de Hamas en el territorio. “Hamas es una organización religiosa fundamentalista que se impuso mediante un golpe de estado y se quedaron gobernando la zona. No está elegido por la mayoría de los palestinos ni cuenta con el apoyo genuino de ellos. La gente no tiene la posibilidad de rebelarse contra la organización o la Jihad Islámica, que es el otro grupo fundamentalista, porque no tienen armas o recursos y están gobernados por una dictadura”.
Parte de la embestida del movimiento islamista contra Israel se concentró en un recital de música electrónica celebrado en una zona limítrofe a Gaza que se cobró la vida de 260 jóvenes. El ataque a los civiles judíos recayó también en distintos kibbutz de la región. “El antisemitismo es de Hamas no de todos los palestinos. Ataques como el recital, la mayoría no lo apoya porque sabe que van a tener que pagar las consecuencias, que por las represalias van a perder a sus familias, sus hogares y lo poco que tienen, mientras que los líderes de Hamas se encuentran realmente en el Líbano, Siria o Irán”, dice Jalil.
Y agrega: “Recorrer Gaza me dejó la impresión de que dos millones y medio de personas no pueden vivir en esas condiciones y que eso iba a terminar en un levantamiento o una agresión. Es un gran campo de concentración o gueto en el que los chicos crecen en un estado gobernado por un grupo fundamentalista que les llena la cabeza en las escuelas, generando que cada vez más personas caigan en las ideas fundamentalistas y se vuelvan terroristas”.