Vive los dos lados de Cartagena, Colombia, en la hermosa isla de Tierra Bomba

Fundada en 1533, la legendaria Cartagena es famosa por sus calles empedradas decoradas de coloridas casas; por las murallas que alguna vez la protegieron del ataque de piratas o de los ejércitos que se disputaban su estratégico control; y por las palenqueras, esas mujeres que caminan con sus trajes típicos portando en sus cabezas no sólo bandejas de frutas frescas a la venta, sino el altivo legado de los esclavos fugitivos que construyeron el primer pueblo libre de toda América: San Basilio de Palenque.

Atardecer en Playa Mamón.
Atardecer en Playa Mamón.

Esta perla del Caribe es mundialmente célebre por su ambiente alegre y sus fiestas exuberantes que duran el día y la noche. Pero los viajeros que quieran explorar más a fondo podrán encontrar también el fascinante lado tranquilo de la atmósfera caribeña pasando la noche en una de las tantas islas que salpican el mar que rodea la ciudad, donde se vive la ilusión de haber pisado una tierra donde el tiempo se detiene o casi no pasa.

Cabalgata por Tierra Bomba.
Cabalgata por Tierra Bomba.

Barú y las Islas del Rosario son las más populares de las muchas bellas islas que puedes visitar. Pero si buscas un lugar exclusivo donde disfrutar la calma del Caribe, planea ir a Tierra Bomba. Ignorada por mucho tiempo por los viajeros, tanto nacionales como internacionales, la isla más cercana a Cartagena se ha salvado del desarrollo desenfrenado de otras islas. Para llegar desde Miami, lo más conveniente es tomar un vuelo directo de tres horas a Cartagena. Si estás en Bogotá, basta tomar un vuelo de una hora y media en una aerolínea como Avianca. Si después de aterrizar, te diriges directamente hacia el puerto y abordas un bote, en tan solo media hora quedarán atrás los edificios modernos y los yates de la ciudad, y empezarás a ver las palmeras y las pequeñas playas de este destino separado de la ciudad por la Bahía de Cartagena.

Cabaña playera privada.
Cabaña playera privada.

La magia del horario invertido

La mayoría de la gente que llega a Tierra Bomba viene a pasar el día en uno de los clubs de playa esparcidos en las orillas de la isla. Y es que si en la ciudad la fiesta nunca para, aquí se invierte el horario: Los días son para fiesta y las noches para relajarse, de modo que los dos lados de la atmósfera caribeña están a tu alcance en un perímetro de 27 millas. Tras una corta y llamativa caminata por la costa, mis compañeros de bote y yo llegamos a Blue Apple Beach, el primer hotel de la isla, que abrió en 2016. En la recepción nos recibieron con un refrescante cóctel hecho con viche, un licor autóctono de la región Pacífica que no se puede conseguir fuera de Colombia. Al sentarme a disfrutarlo en el área de la piscina—diseñada para imitar un lujoso club de playa europeo con toques tropicales—aparecieron mariposas amarillas, como si, saliéndose de las páginas de Cien años de soledad, quisieran recordarme que el Nóbel Gabriel García Márquez llamó a Cartagena su hogar por muchos años.

Blue Apple Beach desde el aire.
Blue Apple Beach desde el aire.

El área social de la piscina ofrece un escape necesario al calor que invade la costa desde temprano. Mientras te zambulles en el agua dulce, con una espléndida vista al mar, puedes gozar del ambiente festivo: la música es variada y en los fines de semana vienen DJs locales para prender aún más la fiesta. El único género que no escucharás es “reggaetón”, pues Blue Apple quiere siempre diferenciarse de la experiencia repetida en otros hoteles de playa. Alrededor de las tres de la tarde, los DJs le ceden la atención a Yao, uno de los meseros que aparte es el animador encargado de poner a todos a moverse con una clase improvisada de baile en la que reinan ritmos colombianos como la salsa caleña y la champeta. En medio de todo el relax, es necesario alimentarse y aquí la comida es pura indulgencia (con conciencia). El menú ofrece platos como buñuelos de tocineta y maíz, pollo empanizado con maní y paella de mariscos hechos con ingredientes frescos locales. Una porción significativa de los vegetales, por ejemplo, proviene de la huerta del hotel y la carne de cerdo se produce en el vecindario.

Fuerte de San Fernando.
Fuerte de San Fernando.

Tierra Bomba más allá de los hoteles playeros

Este ambiente de fiesta sigue hasta que el sol empieza a esconderse. Es entonces—cuando la gente que vino solo a pasar un rato en la playa se devuelve a la ciudad—que se empieza a conocer realmente el alma de Tierra Bomba. Todo baja de volumen excepto los grillos y los pájaros y uno, no queriendo interrumpir su canto, empieza a hablar más bajito sin darse cuenta. El área de piscina, donde hace unas horas reinaba la bulla, ahora se vuelve un lugar íntimo para los no más de 30 huéspedes que se alojan en las 11 cabañas de Blue Apple Beach. En el silencio que invade la isla, puedes darte el tiempo de acostarte en una hamaca y descubrir la localización de resplandecientes constelaciones completas de estrellas. En esa atmósfera en calma entiendes el privilegio de la tan nombrada experiencia de dormir arrullado por el sonido de las olas y del viento agasajando las palmeras.

Piscina de Blue Apple Beach.
Piscina de Blue Apple Beach.

Si la noche cuenta los secretos de Tierra Bomba, la mañana te da la oportunidad de explorarlos al salir de los hoteles playeros para adentrarte en la tranquilidad de la naturaleza. Se puede, por ejemplo, hacer careta o bucear en un arrecife al que se llega directamente desde la playa del hotel. En mi excursión con Paraíso Dive Cartagena, tuvimos el arrecife entero solo para nosotros. Aparte de ver maravillas como varios peces globo y corales de fuego, viví el encuentro más mágico que he tenido en el mar con una tortuga gigante que dormía bajo un coral. También es posible atravesar la isla montando a caballo, pasando por fincas y campos abiertos en donde las vacas rondan libremente o playas en donde se cabalga suavemente en la arena.

Paella de mariscos.
Paella de mariscos.

No todo es perfecto, por supuesto, ya que el camino evidencia un grave problema de residuos, algo común en islas pequeñas y de bajos recursos. Pero viajar es también enfrentarse con las realidades complejas de los lugares que visitamos en vez de quedarnos con una versión idealizada de ellos. Para contrarrestar este problema, la Fundación Green Apple se ha ocupado de convertir botellas de vidrio en vasos, velas o lámparas. Liderada por artesanas provenientes de Tierra Bomba, ofrece a los visitantes la experiencia única de una clase que añade a las memorias de esta visita un recuerdo tan ecológico como práctico. Pero si no dispones del tiempo para aprender a elaborar velas o vasos es posible adquirir estos y otros interesantes objetos que la fundación fabrica imaginativamente con vidrio reciclado.

Un buen plan para hacer en las tardes, es recorrer el corregimiento de Bocachica en moto. Mi guía fue “el Poeta”, así llamado por su talento para escribir cartas que ayudan a los demás isleños a conquistar corazones u obtener perdones. La parada más importante del tour es el Fuerte de San Fernando de Bocachica, cuyas murallas permiten avistar tanto la historia de la isla como la presencia de impresionantes atardeceres. Nuestros únicos compañeros en esta parada fueron dos niños isleños que jugaban entre los muros y a los que les pareció divertido mostrarnos que a ellos no les daban miedo los murciélagos ocultos en las partes oscuras del fuerte. De ahí, el paseo sigue hacia el centro de Bocachica, donde viven la mayoría de los habitantes de Tierra Bomba. Aquí paramos a tomar un par de cervezas sentados frente a la calle en sillas de plástico en un lugar apropiadamente llamado “Aquí Me Quedo”. Hipnotizada por el zumbido de la vida pueblerina en un viernes por la noche y la seductora atmósfera isleña, entendí perfectamente porqué alguien haría esta declaración. Aquí podría, efectivamente, quedarme.