Viaje por algunos castillos de Europa

Fortalezas inexpugnables, bastiones austeros o palacios de ensueño invitan al viajero a adentrarse en la historia pero también a disfrutar de misterios y leyendas.

Desde la Edad Media hasta el siglo XIX, en Europa se erigieron infinidad de castillos. Hoy hacemos un recorrido por algunos de los más impresionantes.

Palacio da Pena, situado en la localidad de Sintra, a pocos kilómetros de Lisboa. EFE
Palacio da Pena, situado en la localidad de Sintra, a pocos kilómetros de Lisboa. EFE

Comenzamos la ruta en Portugal, en el Palacio da Pena, situado en la localidad de Sintra, a pocos kilómetros de Lisboa.

Al contrario de lo que indica su nombre, este majestuoso edificio es una explosión de colores.

Fue construido en el siglo XIX por el rey Fernando II como un regalo para su esposa, la reina María II de Portugal y se convirtió en la residencia de verano de la familia real portuguesa.

Detalle en el Palacio da Pena cerca de Lisboa. EFE
Detalle en el Palacio da Pena cerca de Lisboa. EFE

Su colorido exterior da paso a amplias estancias interiores en las que se conservan muebles y utensilios de la época. Además, el palacio está rodeado de un frondoso jardín en el que hay especies vegetales procedentes de los cinco continentes.

La siguiente parada es Alburquerque, un pueblo situado al suroeste de España, en la provincia de Badajoz, cerca de la frontera con Portugal.

Castillo de Luna en Alburquerque (Badajoz, España). Foto Eduardo Maya Robles/EFE
Castillo de Luna en Alburquerque (Badajoz, España). Foto Eduardo Maya Robles/EFE

Allí se alza el castillo de Luna, de pequeño tamaño pero muy bien conservado.

Aunque fue construido en el siglo XIII, Álvaro de Luna, maestre de la Orden de Santiago y condestable de Castilla, así como Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque y valido del rey Enrique IV de Castilla, hicieron importantes reformas en él allá por el siglo XV.

Castillo de Luna en Alburquerque (Badajoz, España). Foto Eduardo Maya Robles/EFE
Castillo de Luna en Alburquerque (Badajoz, España). Foto Eduardo Maya Robles/EFE

Una de las más notables fue la construcción de las torres del homenaje y de los cinco picos, ambas comunicadas a través de un gran arco ojival con puente levadizo.

Además de las torres, en el interior del castillo se pueden visitar la cantina, los dormitorios de la tropa, el aljibe, las mazmorras y la tahona.

Desde el patio de armas se accede a la Iglesia de Santa María Mayor del castillo, una gran obra de estilo románico tardío.

Desde Alburquerque viajamos a Segovia, una ciudad situada unos 100 kilómetros al norte de la capital de España y que posee uno de los castillos más impresionantes del continente.

El Alcázar de Segovia se alza sobre una gran roca en la confluencia de los ríos Clamores y Eresma. Se cree que ya pudo haber una fortificación en este lugar en la época romana, pues se han encontrado sillares de granito similares a los del acueducto de la ciudad.

Se sabe que en el siglo XII ya había un primitivo castillo que, después se fue modificando y ampliando a lo largo de los siglos.

Ha sido fortaleza militar, residencia real y sede de importantes hechos históricos.

Vista del alcázar de Segovia. Aurelio Martín/EFE
Vista del alcázar de Segovia. Aurelio Martín/EFE

En el Alcázar de Segovia, Isabel I se proclamó reina de Castilla y en este mismo enclave se celebró la boda entre Felipe II y Ana de Austria.

En el siglo XVIII, el rey Carlos III fundó en Segovia el Real Colegio de Artillería, que quedó instalado en el Alcázar hasta que, en 1862, se produjo un incendio que destruyó las techumbres y el interior del edificio, así como la mayor parte de los objetos de gran valor que se guardaban en su archivo, biblioteca y gabinetes.

El Alcázar fue restaurado a finales del siglo XIX y hoy alberga un archivo militar, un museo de armas y recibe cientos de miles de visitas turísticas.

El castillo de Neuschwanstein en Alemania. EFE
El castillo de Neuschwanstein en Alemania. EFE

No en vano el Alcázar de Segovia, y también el castillo alemán de Neuschwanstein, sirvieron de inspiración a Walt Disney para diseñar el famoso castillo de Disneyland.

Vista del exterior del castillo medieval de Carcasona, decorado con círculos amarillos concéntricos por el artista suizo Felice Varini, en Francia. Armando Babani/EFE
Vista del exterior del castillo medieval de Carcasona, decorado con círculos amarillos concéntricos por el artista suizo Felice Varini, en Francia. Armando Babani/EFE

Otro fortín realmente impresionante es el de Carcasona (Carcassonne, en francés), que se encuentra al sur de Francia.

Fue construido en el siglo XII por los vizcondes de Carcasona, los Trencavel.

En realidad, se trata de una fortificación dentro de otra fortificación, pues se encuentra en el interior de un recinto amurallado que también protege a la ciudad medieval. El castillo está separado de la ciudad por un foso seco.

Carcasona fue, durante mucho tiempo, una plaza estratégica pues se hallaba en la frontera que separaba Francia del Reino de Aragón y, posteriormente, del Reino de España.

Pero tras la paz de los Pirineos de 1659, el territorio del Rosellón pasó a formar parte de Francia y la ciudad perdió su importancia estratégica.

A partir de entonces fue cayendo en el abandono y quedó muy deteriorada hasta que, en el siglo XIX, se encargó su reconstrucción al arquitecto Viollet le Duc. Gracias a su trabajo, Carcasona resurgió en todo su esplendor.

Otro castillo que también fue reconstruido en el siglo XIX es el de los Hohenzollern, situado al sur de Alemania, en la región de Baden-Württemberg.

El castillo original, edificado en la Edad Media, quedó destruido por las guerras, el tiempo y el abandono. A mediados del siglo XIX, el futuro rey Federico Guillermo IV de Prusia, amante de las bellas artes, encargó al arquitecto Friedrich August Stüler la reconstrucción del la fortaleza, donde habían vivido sus antepasados.

Palacio da Pena, situado en la localidad de Sintra, a pocos kilómetros de Lisboa. EFE
Palacio da Pena, situado en la localidad de Sintra, a pocos kilómetros de Lisboa. EFE

Este lo hizo siguiendo el estilo neogótico, que era la tendencia de moda en Francia y en Inglaterra en aquel momento. El resultado es un fascinante castillo que, por cierto, no llegó a estar habitado y, simplemente, sirvió para mostrar el poder de la familia.

Viajando hacia el este de Alemania llegamos a Baviera y allí, en un lugar privilegiado, frente a los imponentes Alpes, encontramos el castillo de Neuschwanstein, también conocido como el “castillo del rey loco”.

El rey Luis II de Baviera ascendió al trono siendo todavía muy joven y, sólo dos años después, se vio obligado a ceder poder en favor de Prusia.

Esto propició que el monarca, ya de por sí retraído, se encerrara cada vez más en su mundo de mitos y leyendas.

En el año 1869 comenzaron las obras de Neuschwanstein, el castillo nuevo, un lugar que Luis II convertiría en su refugio.

El monarca sentía predilección por las leyendas, como la de Parsifal y la del Santo Grial, lo que se puede apreciar en la rica decoración del interior del castillo.

Entre sus muchas estancias destaca su gran salón del trono y también tiene hasta una gruta.

En la actualidad, este castillo de cuento de hadas recibe cada año a alrededor de 1,4 millones de visitantes y es uno de los monumentos más fotografiados de Alemania.

Terminamos nuestro viaje en Irlanda, en el condado de Tipperary, donde se encuentra el castillo de Cahir, uno de los más grandes y mejor conservados de todo el país.

Esta fortaleza medieval se alza sobre una isla del río Suir. La estructura original data del siglo XIII, pero ha sufrido diversas modificaciones a lo largo del tiempo hasta que, en 1599, alcanzó la forma que se conserva en la actualidad.

Este impresionante castillo ha sido protagonista de diversas batallas a lo largo de los siglos y ha servido de escenario para algunas escenas de la película “Excalibur”, dirigida por John Boorman.