Vesículas extracelulares: ¿una nueva arma para frenar el envejecimiento?
Nuestro cuerpo está formado por células especializadas en funciones específicas. Así, diferentes tipos celulares se agrupan para formar los órganos, que a su vez se organizan para mantenernos vivos. En este proceso, las células madre adultas están listas para reemplazar a las células que mueren, asegurando que los órganos continúen funcionando a lo largo de la vida.
Nuestra existencia depende del esfuerzo de cada una de las células para adaptarse a las condiciones en las que vivimos. Realizan su función a pesar de las dificultades variables a las que se enfrenta el organismo humano: los cambios de temperatura ambiental, la exposición a humos y rayos UV o la ingesta de productos nocivos como el alcohol o el exceso de grasas en la dieta. Todo ello es perjudicial para cualquier forma de vida.
Células que contagian decrepitud a sus vecinas
Cuando nuestras células comienzan a acumular sustancias que no les permiten realizar sus funciones de manera óptima, pueden desaparecer, y lo hacen a través de un mecanismo que se llama apoptosis. Pero también cuentan con la opción de no morir, y es entonces cuando entran en la llamada senescencia.
Mediante este proceso, las células producen sustancias que inducen a entrar a su vez en senescencia a las células vecinas mediante un proceso llamado paracrino. Lo hacen produciendo y secretando vesículas extracelulares, que son unas partículas que contienen biomoléculas como ARN y proteínas.
Pero además de envejecer a las células próximas, las células senescentes crean un ambiente inflamatorio alrededor de sí mismas. Este ambiente atrae moléculas de otras zonas del cuerpo, aumentando el estrés de las células envejecidas y reduciendo sus posibilidades de recuperación.
A la postre, la senescencia celular debilita nuestro cuerpo y le vuelve más propicio a desarrollar enfermedades asociadas al envejecimiento, como la artrosis y las dolencias coronarias.
Armas químicas contra la senescencia
Se han descubierto muchas sustancias –llamadas senolíticas– que pueden matar a las células senescentes y otras capaces de revertir su envejecimiento y hacerlas rejuvenecer –las sustancias senomórficas–. Actualmente, los investigadores que trabajan en cáncer están usando estos conocimientos para envejecer a las células cancerosas y, a continuación, usar senolíticos que acaben con ellas.
En el Grupo de Terapia Celular y Medicina Regenerativa de la Universidad de A Coruña estamos explorando nuevas vías para detener y revertir los daños producidos por las células senescentes. Para ello, utilizamos células madre adultas extraídas de cordones umbilicales que proceden de mujeres a las que se practicó una cesárea para dar a luz a sus bebés, siempre después de darnos su consentimiento y haber pasado los comités éticos correspondientes.
Concretamente, nuestra estrategia consiste en modificar esas células madre adultas para que no produzcan miR21, una biomolécula muy abundante en las células senescentes con efectos inflamatorios.
En nuestro último artículo demostramos que las inyecciones de células madre con miR21 reducido en articulaciones de animales aquejados de artrosis producían mejoras en el cartílago articular, tejido imprescindible para la movilidad de la articulación. Además, la inflamación de esta se reducía de una manera significativa.
Adicionalmente, tratamos la artrosis de las rodillas de los animales con las vesículas extracelulares extraídas de las células madre modificadas. Así comprobamos que las rodillas de estos animales mejoraban incluso más que cuando las tratábamos con las células madre adultas.
Un prometedor potencial terapéutico
La traducción de estos hallazgos a aplicaciones clínicas concretas aún afronta diversos desafíos. La producción y purificación de vesículas extracelulares a gran escala, la estandarización de las dosis y la comprensión completa de sus mecanismos de acción requieren más investigación. Sin embargo, los estudios preclínicos son alentadores y han sentado las bases para ensayos clínicos en un futuro cercano.
Un área prometedora es el tratamiento de enfermedades cardiovasculares, ya que las vesículas extracelulares podrían mejorar la función cardíaca y reducir el daño tisular producido por un infarto.
También podrían emplearse para combatir el cáncer. Dado que las células senescentes pueden promover el crecimiento tumoral, el uso de vesículas extracelulares senolíticas sería capaz de complementar las terapias oncológicas tradicionales, eliminando las células envejecidas que contribuyen a la progresión de los tumores.
En definitiva, las vesículas extracelulares tienen un gran potencial como agentes senomórficos y senolíticos. Aunque todavía estamos en las primeras etapas de comprender completamente sus capacidades y aplicaciones, la investigación actual sugiere que podrían ofrecer nuevas estrategias para combatir el envejecimiento y las enfermedades relacionadas con la edad. Es probable que veamos un crecimiento significativo en el uso terapéutico de estas partículas, abriendo nuevas vías para mejorar la salud y la longevidad humanas.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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