Veredicto del caso Pelicot: del calvario surge un mensaje de esperanza
El juicio que ha horrorizado y cautivado a Francia terminó con una victoria para Gisèle Pelicot, la mujer que se convirtió en un icono feminista por su valentía al permitir que el caso se juzgara públicamente.
En un juzgado abarrotado de Aviñón, en Francia, el juez principal pidió a cada uno de los decenas de hombres acusados de violar a Gisèle Pelicot —mientras estaba casi en coma y por invitación de su marido durante 50 años— que se pusieran brevemente de pie. Luego pronunció sus condenas rápidamente, una tras otra: todos culpables.
Cuando terminó, todos y cada uno de los 51 acusados habían sido condenados, la mayoría de ellos por violar a Pelicot en su propio dormitorio. Su marido, Dominique, de 72 años, quien había admitido haberla drogado durante casi una década para abusar de ella, fue el único que recibió la pena máxima de 20 años.
Al resto se les impusieron penas que en su mayoría oscilaban entre los seis y los nueve años.
Y con ello, el juicio que ha horrorizado y cautivado a Francia durante casi cuatro meses terminó con una victoria para la mujer que lo protagonizaba, Giséle Pelicot, quien se convirtió en un icono feminista por su valentía al permitir que el caso se juzgara públicamente. Esa decisión permitió que el caso expusiera más plenamente los horrores de la violación en un país donde el movimiento #MeToo apenas y ganó tracción.
Cuando terminó, salió ante un enjambre de periodistas franceses e internacionales y cientos de simpatizantes que la esperaban con impaciencia, quienes levantaron carteles de agradecimiento y la aclamaron cuando salió. La cantidad era tanta que detuvieron el tráfico en la carretera frente al tribunal. “Justicia para Gisèle, justicia para todas”, rezaba un cartel. Otro proclamaba: “Todas las mujeres de la Tierra te apoyan. Gracias Gisèle”.
Como ha hecho durante todo el juicio, Pelicot mantuvo el aplomo que la caracteriza, haciendo una sencilla declaración sobre su decisión de permitir que el mundo fuera testigo de los dolorosos detalles de sus violaciones, en lugar de mantenerlos en privado, como permite la legislación francesa. Su objetivo era forzar el debate sobre las violaciones, incluidas las facilitadas por el uso de drogas.
“Quería que, al abrir las puertas de este juicio el 2 de septiembre, la sociedad asumiera los debates que se han iniciado”, dijo el jueves. “Nunca me he arrepentido de mi decisión”.
Dijo que había sacado fuerzas del apoyo que había recibido de todo el mundo, y añadió que ese apoyo le había permitido volver al tribunal “durante largos días de este juicio”, incluso cuando se proyectaron videos de algunas de las violaciones ante el tribunal por su insistencia.
Aunque todos los hombres fueron condenados, muchas activistas feministas que han hecho cola a diario para presenciar el proceso en una sala desbordada se mostraron molestas por las sentencias. Ello se debió a que en todos los casos, salvo en el de Dominique Pelicot, las condenas fueron inferiores a las recomendadas por el fiscal. Seis de los condenados quedaron en libertad, tras haber cumplido ya la mayor parte o la totalidad de su condena en la cárcel.
“Significa que se puede violar a una mujer drogada en su propia casa y salir libre”, dijo Pascale Plattard, parte del colectivo feminista Amazonas de Aviñón, que estaba encaramada a una valla frente al tribunal. “Estoy muy enfadada”, añadió.
Lorraine Questiaux, abogada cuyo bufete de París se centra en la violencia contra las mujeres, calificó las sentencias de “relativamente indulgentes, dada la gravedad de los hechos”.
Muchos de los abogados de los acusados dijeron que estaban satisfechos con las sentencias, aunque no estaba claro si algunos apelarían.
El juicio ha conmocionado a Francia por sus numerosos elementos sórdidos.
Abuela y directiva jubilada de una gran empresa pública, Gisèle Pelicot había construido lo que ella y sus hijos pensaban que era una vida feliz con su marido. Pero esa borrosa visión se hizo pedazos un día de finales de 2020, cuando la policía detuvo a su marido y le contó los abusos que había estado sufriendo. Solo entonces comprendió por qué perdía pelo y peso, y sufría repetidas pérdidas de memoria tan graves que pensó que tenía Alzheimer o un tumor cerebral.
Dominique Pelicot no tardó en admitir que durante años machacó somníferos en su comida y bebida para violarla cuando estaba en estado casi comatoso. Después, invitó a decenas de hombres que conoció por internet a unirse a él, sin cobrarles nada pero filmando regularmente los encuentros. (Gisèle Pelicot se divorció de él.)
El caso atrajo tanta atención en parte por el gran número de hombres que habían accedido a participar y por sus perfiles variados y corrientes. Los medios de comunicación franceses los llamaron “Monsieur Tout-le-monde” —“Señor cualquiera”— y los expertos dijeron que destruían el mito del “violador monstruoso”, sustituyéndolo por la imagen del hombre de la casa de al lado.
Con edades comprendidas entre los 26 y los 74 años, parecían ser una muestra representativa de hombres de clase media y trabajadora: comerciantes, bomberos, camioneros, un periodista, un enfermero.
Unos 15 de los acusados se habían declarado culpables. El resto admitió que habían mantenido relaciones sexuales con Gisèle Pelicot, pero alegaron que nunca habían tenido intención de violarla. En cambio, la mayoría dijo que Dominique Pelicot los había atraído para que se unieran a la pareja en un trío consentido y que les habían dicho que ella fingía dormir o que ella misma había tomado somníferos. La mayoría describió a Dominique Pelicot como un maestro de la manipulación; algunos afirmaron que también los había drogado, acusación que él negó.
Muchos ofrecieron asombrosas explicaciones al tribunal, calificando sus actos de “violación involuntaria”, “violación no consentida”, “violación accidental” o “violación por el cuerpo pero no por la mente”.
Pero los videos —que Gisèle Pelicot insistió en que se reprodujeran ante el tribunal como prueba y como llamada de atención al país— mostraban a los hombres penetrando su cuerpo inconsciente.
A principios de esta semana, los acusados tuvieron una última oportunidad de ofrecer unas últimas palabras en su defensa. Pocos la tomaron.
Muchos de quienes habían quedado en libertad bajo fianza para el juicio llegaron al juzgado el jueves por la mañana cargados con pequeñas bolsas con sus pertenencias, preparándose para lo que pudiera depararles el día. Poco después del veredicto, la policía se los llevó directamente a la cárcel. Sus esposas, madres e hijas, que habían presenciado el veredicto en una sala repleta, lloraban.
Como en otros momentos importantes del juicio, el jueves Gisèle Pelicot estuvo flanqueada por sus tres hijos. El juicio, y los horribles crímenes que documentaba, habían destrozado no solo su vida y su identidad, sino también las de ellos.
Los hijos habían considerado a su padre un cariñoso pilar de la familia, quien había organizado fabulosas fiestas de cumpleaños y estaba ahí para ellos, ya fuera asistiendo juntos a acontecimientos deportivos o asegurándose de que su hija llegaba a casa sana y salva después de las fiestas. La revelación de sus crímenes y su doble vida destruyó la percepción que tenían de su infancia.
El hijo mayor de la pareja, David, declaró recientemente ante el tribunal que temía que su propio hijo, que sigue en tratamiento psicológico, también hubiera sufrido abusos de Dominique Pelicot, acusación que éste negó. El segundo hijo de la pareja, Florian, dijo que había perdido su matrimonio a causa de la tragedia.
Y la hija de la pareja, cuyo seudónimo es Caroline Darian, está convencida de que su padre también la drogó y abusó sexualmente de ella, desde que la policía recuperó fotos suyas borradas de sus dispositivos electrónicos en las que aparecía en ropa interior que no reconocía, dormida con las luces encendidas.
Estuvo hospitalizada brevemente en un psiquiátrico poco después de que la policía detuviera a su padre y volvió a ingresar en una clínica durante el juicio, según dijo en Instagram, “para recuperar toda mi energía, para poder dormir de nuevo”.
Sus memorias sobre el horrible descubrimiento se han traducido al inglés y se publicarán pronto bajo el título I’ll Never Call Him Dad Again (Nunca volveré a llamarle papá).
Dominique Pelicot fue declarado culpable el jueves de tomar y publicar fotos sexuales de ella, así como de sus dos nueras. Había negado repetidamente haber abusado de su hija o de sus nietos.
Al salir del juzgado, Gisèle Pelicot dio las gracias a sus hijos, a las parejas de éstos y a sus nietos, incluido uno de ellos que estaba cerca, “porque ellos son el futuro, y también es por ellos por quienes he librado esta batalla”.
Después, dio unas declaraciones a la multitud.
“Pienso en las víctimas, no reconocidas, cuyas historias a menudo permanecen ocultas”, dijo. “Quiero que sepan que compartimos la misma lucha”.
“Confío en nuestra capacidad para conquistar colectivamente un futuro en el que todos, mujeres y hombres, podamos vivir en armonía, con respeto y comprensión mutua”, añadió Pelicot.
Después, una multitud de policías se la llevó, escoltándola entre la multitud de periodistas y de quienes habían acudido a apoyarla.
Catherine Porter
es reportera internacional del Times y cubre Francia. Está radicada en París. Más de Catherine Porter
Ségolène Le Stradic
es una periodista e investigadora que cubre Francia. Más de Ségolène Le Stradic
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