‘Una verdadera santa’: Falleció Sor Hilda Alonso, pionera de las Hijas de la Caridad en Miami
La Iglesia católica de Miami, en particular la feligresía de cubanos exiliados de varias generaciones, ha perdido uno de sus venerables pilares.
Sor Hilda Alonso, una piadosa religiosa cubana que fundó la comunidad de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul en Miami, dedicada al cuidado de los pobres, quien antes de ser forzada al exilio fue directora del Colegio La Inmaculada en La Habana, falleció en Miami el martes, 5 de julio. Tenía 101 años.
Murió pacíficamente en la Casa San Vicente de Paul, el convento en el área de Flagami donde estas “siervas de los pobres”, como se autodenomina la orden religiosa, desarrollan una amplia labor asistencial con familias de bajos recursos, brindándoles sostén espiritual, alimentación y otras ayudas materiales, informó Sor Eva Pérez-Puelles, la superiora.
Con su distinguido espíritu de humildad, sencillez y caridad e impulsada por el amor de Cristo y una vida de contemplación y oración profundas, Sor Hilda fue portadora de alegría y de esperanza en su trabajo de servicio a los más marginados de la sociedad, no solo en Miami y en Cuba, sino también en Puerto Rico y en Haití.
Vino a Miami, acompañada por una delegación de cinco Hermanas, en el verano de 1971, respondiendo a una invitación del arzobispo Coleman Carroll que tenía el objetivo de mitigar las dificultades pastorales que afrontaba la Iglesia católica en la atención de la grey hispana tras la llegada, en el curso de la década anterior, de miles de cubanos católicos practicantes desprovistos de los más mínimos recursos.
El arzobispo Carroll asignó a las Hijas de la Caridad a la Iglesia Gesù, la parroquia católica más antigua de Miami, en el downtown, donde operaba el Centro Hispano Católico, cuyos servicios a los refugiados abarcaban asistencia médica y dental, cuidado infantil, orientación psicológica, clases de inglés y cursos de bachillerato en español.
“Se daba ayuda para buscar trabajo, se daba ropa y Sor Hilda estaba metida en todo eso”, recordó el Padre Eduardo Álvarez, actual párroco de Gesù. “Ella era una verdadera santa, porque ayudó a miles de personas, no solo como maestra, sino también como una religiosa caritativa”.
Un año después, el Padre Agustín Román, rector de la Ermita de la Caridad –un santuario aledaño al Hospital Mercy donde se venera a la Virgen del Cobre– pidió a Sor Hilda que las Hermanas lo apoyaran en prestar servicios a los peregrinos que visitaban la Ermita en busca de consuelo.
Tanto Román como los creyentes cubanos ya conocían la noble y vasta obra social que las Hijas de la Caridad habían ejercido en la isla desde su llegada a mediados del siglo XIX, en las áreas de salubridad, enseñanza, cuidado de huérfanos y ancianos. Solo el hábito de las Hermanas había cambiado, pues dejaron de lucir las exuberantes tocas de alerones almidonados que cubrían sus cabezas como una bandada de palomas blancas.
Obra educativa en Cuba
Hilda Alonso Llevada nació el 10 de febrero de 1921 en San Juan y Martínez, Pinar del Río, en el oeste de Cuba, hija de Ramón y Catalina y creció en el seno de una familia cristiana.
Estudió en el Colegio La Inmaculada hasta el bachillerato y, en 1946, obtuvo un doctorado en Pedagogía de la Universidad de La Habana. Ese año ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, haciendo sus primeros votos en 1951.
Hasta 1959 fue directora de La Inmaculada, donde también radicaba la sede de gobierno en Cuba de las Hijas de la Caridad, una orden religiosa fundada en Francia, en 1633, por San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac con la misión de ir al encuentro de los pobres en sus casas y, más adelante, en los hospitales. Ese espíritu misionero se fue propagando a través de los siglos y hoy las Hermanas tienen presencia en 93 países.
En La Inmaculada, una de las escuelas católicas emblemáticas de la isla, Sor Hilda trabajó con gran entusiasmo por la educación de la niñez y la juventud cubanas y abrió las puertas a niñas cuyos padres no podían costear la matrícula.
Zizi Careaga, presidenta las Antiguas Alumnas del Colegio La Inmaculada, una asociación en Miami, estudiaba allí cuando Sor Hilda era directora, y mantuvieron contacto cercano a lo largo de las décadas.
“Fue una mujer de un carácter férreo que, siendo bajita y delgadita, te miraba cuando hacías algo malo y temblabas. Sin embargo, en toda mi vida que estuve a su lado, jamás le oí alzar la voz”, destacó Careaga, de 75 años. “Hablaba bajito, pero de una forma potente, con dulzura y una fe muy grande en Dios”.
Entre 1960 y 1961, Sor Hilda se desempeñó como directora del Colegio de Belén en Santiago de Cuba, labor que se paralizó durante la campaña antirreligiosa del naciente gobierno comunista que confiscó las escuelas católicas y otras instituciones sociales de la Iglesia con miras a minimizar su influencia. La intolerancia religiosa forzó el exilio de unas 200 religiosas que conformaban la orden.
“Fue muy doloroso, muy trágico dejar lo que habíamos levantado con tanto sacrificio”, recordó Sor Hilda en una entrevista con el Nuevo Herald en 2014.
Exilio fecundo en caridad
Su primera década de exilio la vivió en Puerto Rico, donde fue directora del Colegio La Milagrosa, en la ciudad de Ponce y superiora de la Casa de Estudios, una residencia para alumnas de la Universidad Católica de Ponce. En 1965 fue nombrada supervisora de los centros educativos Head Star en la Diócesis de Ponce y ecónomo provincial de la Provincia de las Hijas de la Caridad en Puerto Rico.
En los años siguientes, sus esfuerzos se centraron en mejorar la preparación teológica de las religiosas en la isla mediante programas universitarios y catequéticos pastorales que ella misma instituyó.
Tras plantar las raíces de las Hijas de la Caridad en la Arquidiócesis de Miami, regresó a Puerto Rico en 1972, elevada a Provincial de la orden en el Caribe, ejerciendo una supervisión general sobre las superioras locales de la región. Uno de sus mayores aportes como Provincial fue fundar la Misión de las Hijas de la Caridad en Haití, según una reseña biográfica preparada por Pérez-Puelles.
En 1981, Sor Hilda regresó permanentemente a Miami y asumió la dirección del programa de educación religiosa en la Parroquia San Vicente de Paúl. Para entonces el apostolado de la Hijas de la Caridad se había extendido a la Iglesia San Juan Bosco, en La Pequeña Habana, donde las virtuosas cristianas atendían a los ancianos, a los niños y a los refugiados del Mariel.
Pero fue en la Ermita donde más corazones conquistaron con su catolicismo misionero y bondadosas sonrisas. En el santuario, cumplen labores asistenciales, consolando y animando a los quebrantados; asisten en la oficina administrativa; realizan labores manuales; participan en las plegarias y en el canto festivo de la liturgia. También son responsables de las moniciones para la misa, distribuyen las lecturas y velan por la música sacra.
Actualmente, tres Hijas de la Caridad sirven en la Ermita y cinco en la Casa San Vicente de Paúl, donde Sor Hilda se mantuvo activa, dirigiendo la recolección y envío de contenedores con alimentos, medicinas y otros insumos a las misiones en Haití y Cuba, hasta retirarse en 2014, a los 93 años, por motivos de salud. En 2016, celebró 70 años de vida religiosa.
Rafael Peñalver, líder laico y abogado allegado al Padre Román, aseveró que las Hijas de la Caridad fueron instrumentales en establecer la Iglesia católica cubana del sur de la Florida.
Sor Hilda fue “una mujer académicamente y moralmente brillante, cuya entrega hacia el prójimo no tenía límite”, señaló, al recordar que el día en que falleció de cáncer su padre, el Dr. Rafael Peñalver, en 1988, la familia no había hecho los arreglos fúnebres con anticipación.
“No estábamos preparados”, relató el abogado. Sor Hilda, amiga del difunto, “tenía un lugar especial reservado para ella dentro de la capilla del cementerio católico Our Lady of Mercy. Me llamó y me dijo: ‘Quiero entregarle a tu familia mi espacio para que lo entierren allí’”.
La misa exequial de cuerpo presente se efectuará el miércoles a las 9:30 a.m. en la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en Doral, seguida por el sepelio en el cementerio Our Lady of Mercy. El velorio será el martes de 4 p.m. a 10 p.m. en la Ermita de la Caridad. En lugar de flores, se piden donaciones a las Hijas de la Caridad para contribuir con su misión.
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