La verdad: Catherine Deneuve y Juliette Binoche brillan en una película a su medida

Catherine Deneuve y Juliette Binoche se sacan chispas como madre e hija en La verdad, el debut en Francia del premiado cineasta japonés Hirokazu Kore-eda
Catherine Deneuve y Juliette Binoche se sacan chispas como madre e hija en La verdad, el debut en Francia del premiado cineasta japonés Hirokazu Kore-eda

La verdad (La vérité, Francia-Japón/2019). Dirección y edición: Hirokazu Kore-eda. Guion: Hirokazu Koreeda y Ken Liu. Fotografía: Eric Gautier. Música: Alexei Aigui. Elenco: Catherine Deneuve, Juliette Binoche, Ethan Hawke, Clémentine Grenier, Manon Clavel y Ludivine Sagnier. Distribuidora: MACO Cine. Duración: 106 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: muy buena

En su debut en el cine francés tras ganar la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2018 con Somos una familia, el japonés Hirokazu Kore-eda concibió un proyecto para el lucimiento de dos estrellas de las dimensiones de Catherine Deneuve y Juliette Binoche. Es cierto que el director de After Life, Nadie sabe y De tal padre, tal hijo ratifica su solvencia para la puesta en escena, su sensibilidad para explorar las contradicciones de sus personajes y se muestra tan aplomado como siempre trabajando esa vez en un idioma que no le es propio, pero hay en su decisión algo de sabiduría mezclada con humildad: se trata de disponer las condiciones ideales, asegurar el contexto propicio para que ambas intérpretes puedan brillar y llevarse todos los elogios.

Deneuve es Fabienne Dangeville, una legendaria actriz que maneja su carrera y su vida personal de forma avasallante, una déspota que hace gala de un ego desbordante y hasta de cierto desprecio hacia su propio entorno. Justo cuando se publica su libro de memorias llega a su casona su hija Lumir (Juliette Binoche), una guionista radicada en Nueva York, acompañada por su marido Hank (Ethan Hawke), un mediocre actor de televisión que lucha contra el alcoholismo, y la pequeña hija del matrimonio, la encantadora Charlotte (Clémentine Grenier). Son tres generaciones de una familia disfuncional ligada al arte, llena de secretos y mentiras, y dominada por los traumas. La flamante autobiografía y el reencuentro familiar no hacen más que exacerbar las disputas y amplificar los reproches: de la madre hacia la hija, de la hija hacia la madre, dentro del matrimonio entre Lumir y Hank.

Lo mejor de la película transcurre precisamente en el ambiente íntimo de la casa, en las habitaciones, en las comidas o las charlas al paso. En cambio, cuando La verdad apuesta por la estructura del cine dentro del cine, con Fabienne yendo a rodar a un set de filmación y relacionándose con colegas más jóvenes (por allí aparece, por ejemplo, Ludivine Sagnier), los conflictos coquetean con ciertos lugares comunes propios de las dinámicas de las troupes artísticas en pleno proceso creativo. Historia de mujeres, juego de espejos y desdoblamientos, torrente emocional que remite por momentos al cine de John Cassavetes, La verdad expone con inteligencia y profundidad esas vulnerabilidades y esa mezcla de amor y dolor que brota cuando las corazas moldeadas a fuerza de cinismo y manipulación empiezan a resquebrajarse.