Ventanitas de Miami cuentan sus secretos en libro y fotos, más allá de la colada y el cortadito

El sol y las ventanitas son sinónimo de Miami como el café cubano dulce y los casi permanentes 80 grados de temperatura. La furia es tal que las ventanitas no solo se encuentran en los restaurantes sino hasta en los lugares para lavar la ropa.

El hecho de que las ventanitas estén en cada esquina hace que dejemos de notar su carácter único como una invención muy miamense, perfecta para una ciudad cálida en más de un sentido. Queremos una colada de café y paramos en una ventanita, queremos un pastelito y allí volamos un rato, “como la abeja al panal”, para que “llueva café en el campo”, para decirlo en palabras de Juan Luis Guerra.

Por eso a Daniela Pérez Mirón le hizo falta vivir lejos de Miami, cuando estudiaba una maestría en Londres, para que su interés se volcara en las ventanitas. Estas son también parte de su paisaje afectivo en el vecindario de Doral donde creció en una familia de inmigrantes guatemaltecos.

Al inicio de la pandemia le llegó una noticia a Londres: “Se acabó el chisme: alcalde de Hialeah prohíbe socializar en las ventanitas de café”, fue el titular del Herald en abril del 2020.

El Covid ponía en peligro las ventanitas, y con ellas no solo el café, el cortadito, el sándwich o el pastelito al aire libre, sino las relaciones que se establecen junto a un mostrador. El café es un pretexto para hablar de política, para arreglar el mundo o para recibir una sesión de psicoterapia gratis porque siempre hay alguien dispuesto a escuchar las penas.

La colada es una de las formas preferidas por los miamenses de tomar el café porque les permite brindar a otras personas y establecer una conversación. La cultura de las ventanitas se refleja en un nuevo libro publicado por O, Miami.
La colada es una de las formas preferidas por los miamenses de tomar el café porque les permite brindar a otras personas y establecer una conversación. La cultura de las ventanitas se refleja en un nuevo libro publicado por O, Miami.

“Las ventanitas privilegian la conexión humana por encima de la optimización”, dice Pérez Mirón.

Se supone que los negocios quieran despachar rápido lo que pida el cliente para vender más, dice, en las ventanitas, sin embargo, se hacen preguntas, quieren saber quiénes son sus clientes, cómo se sienten esa mañana.

Así surgió el primer reto: cómo explicarle a sus compañeros de estudio londinenses qué es una ventanita, el calor humano que allí se siente. “En Europa no hay nada parecido, hay que tomar el café adentro por el frío”, apunta.

Ventanitas de Miami cuentan su historia

Pérez Mirón convirtió el tema en su tesis de maestría, y luego escribió el libro Ventanitas: A Window into Miami’s Coffee Culture, publicado por O, Miami, la organización cultural sin fines de lucro que ha llenado Miami de poesía por 17 años, y que celebra anualmente durante todo el mes de abril el Festival de Poesía O, Miami.

La diseñadora gráfica comenzó por entrevistar a dueños de restaurantes y de negocios que tienen ventanitas, recogió testimonios de los clientes y anécdotas de los empleados. Entrevistó al periodista Carlos Frías, que se convirtió en una autoridad en las ventanitas de Miami al escuchar la historia de cómo surgieron, de boca de Felipe Valls, el fundador del restaurante Versailles.

“La ventanita nació de una necesidad”, dijo Felipe Valls en una entrevista con Frías, entonces editor de restaurantes del Miami Herald, en el 2022.

Surgieron en los años 1960 por una confluencia de factores, la llegada masiva de los exiliados cubanos, la toma de Miami por el aire acondicionado y la presencia de las máquinas comerciales de café espresso, que vendía Valls.

Las ventanitas surgieron como una necesidad, en los años 1960, cuando los cubanos recién llegados buscaban tomar un café y encontrarse con conocidos, y con el tiempo se han convertido en sinónimo del estilo de vida en Miami.
Las ventanitas surgieron como una necesidad, en los años 1960, cuando los cubanos recién llegados buscaban tomar un café y encontrarse con conocidos, y con el tiempo se han convertido en sinónimo del estilo de vida en Miami.

Fue en El Oso Blanco, un mercado en Flagler y la avenida 12, donde se instaló la primera ventanita, como una solución para disfrutar de lo mejor de dos mundos, estar al aire libre y a la vez cerca de un espacio climatizado con aire acondicionado, contó Valls, que a su muerte, en noviembre del 2022, dejó un imperio gastronómico y quizás la ventanita más famosa de Miami por cinco décadas, la del Versailles.

“Las ventanitas son totalmente de la Florida y de Miami. No las he visto en otro país de Latinoamérica”, dijo Pérez Mirón, indicando que son “un invento increíble y que por eso todo el mundo lo adoptó”.

En su proceso de investigación Pérez Mirón recuerda haberse tomado como 40 cortaditos. “No fue lo más difícil, pero de seguro me iba a dar un ataque al corazón”, dice la autora, que desarrolló también preferencias, como el cortadito con una “pizca” de canela que hacen en el restaurante Casacuba, en South Miami.

De allí se queda también con las historias de los empleados, como la de Lili y Marcia, que empezaron a trabajar el mismo día, en el 2002, cuando el restaurante todavía era Casa Larios.

“Tienen una amistad hermosa y especial, y los clientes las aman, les muestran fotos de su familia, de los bebés”, dijo Pérez Mirón, que cuando se le pregunta quién es su “personaje favorito” de las ventanitas de Miami, menciona a Guillermina, la dueña de Los Pinareños Fruteria, en la Calle Ocho y la avenida 13.

“La llaman ‘la abuelita de La Pequeña Habana’ “, apunta Pérez Mirón, que se quedó impresionada con la habilidad de Guillermina para partir un coco con un machete, sobre todo considerando que la han operado dos veces de la cadera.

Lava la ropa y toma café

Uno de los aspectos significativos de Ventanitas: A Window into Miami’s Coffee Culture, escrito en inglés y español, es que su exploración va más allá de las ventanitas que venden café.

Se incluyen las ventanitas favoritas de los noctámbulos de Miami; los lugares más chic que se han sumado a la costumbre, que venden a veces solo unas horas por una ventanita y que son tan populares que la gente hace cola para comprar su producto.

También está el lugar perfecto donde se puede lavar la ropa y tomarse un café y comer algo, como Mary’s Coin Laundry en Coconut Grove.

Las ventanitas de Miami, más que un lugar donde comprar café, son un punto de encuentro, para conversar, tomar un break y establecer relaciones. La fotógrafa Gesi Schilling captó el lado humano que reflejan las historias de Daniela Pérez Mirón.
Las ventanitas de Miami, más que un lugar donde comprar café, son un punto de encuentro, para conversar, tomar un break y establecer relaciones. La fotógrafa Gesi Schilling captó el lado humano que reflejan las historias de Daniela Pérez Mirón.

Para complementar las historias recogidas por Pérez Mirón, la fotógrafa miamense Gesi Schilling, que lleva 10 años colaborando con O, Miami, captó con su cámara el mundo de las ventanitas y sus personajes.

“Las ventanitas reflejan la cultura vibrante de Miami. Son brazos abiertos al deseo de la gente de conectar”, dijo Schilling, que tiene su ventanita preferida en un lugar junto al río Miami donde suele ir con su familia.

Para ganar la confianza de las personas que quería fotografiar, Schilling siempre compraba una colada, porque se comparte.

“En las ventanitas pasa de todo, la gente celebra, habla de política, se toma un break del día, se fuma un cigarro”, dice Schilling, que retrató más de 50 lugares.

Sus fotos de miamenses y de sus sitios favoritos se acompañan de versos de poetas de la ciudad. Concisos, sentidos y a ratos humorísticos, cada escritor le hace su minicanto a Miami.

“Life closes a door/And then opens a ventanita”, dice Julia del Rivero, con el mensaje quizás más esperanzador: “Cuando una puerta se cierra, se abre una ventanita”.

Tania Rehman hace su lista: “Empanadas, pastelitos, cafecito, ventanita”. Y no se te ocurra pedirlos fat free porque el chancletazo será “free of charge” (gratis), alerta.

“Música” son las conversaciones que escucha cuando se detiene en una ventanita, dice la chef Michelle Bernstein, que escribió el prólogo del libro.

Y es fácil seguirla en ese juego de la memoria, cuando recuerda el café que se tomaba al salir de La Camaronera, “después de un delicioso almuerzo de camarones fritos o pan con minuta”, una ventanita “diminuta y anodina” en un supermercado de La Pequeña Habana.

El libro se puede comprar en https://omiami.org/shop/ventanitas-daniela-gesi. Para más información, www.danielaperezmiron.com