Venezuela en cuenta regresiva
En los últimos 15 años, en Venezuela, cada elección ha sido vivida por la oposición como la batalla decisiva, el evento en el que se juegan el todo por el todo. Mientras tanto, un chavismo que usaba a discreción los abundantes recursos del Estado venezolano y que estaba unificado por el liderazgo incontrovertible de Hugo Chávez, marchaba a las elecciones con espíritu combativo, pero casi siempre convencido de ganar. Esa fue la regla general. Pero esta vez la situación es completamente distinta, casi al revés. El país está en crisis. Los recursos para la campaña son limitados y Maduro es un líder evidentemente impopular. No hay forma de maquillar este hecho.
Las más recientes encuestas de la firma Datanálisis arrojaban una brecha de 35 puntos a favor de la oposición. Con ese número, muy pocos dudan hoy que la oposición arrase en el voto popular en las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre. Este arrase debería extenderse en forma automática al número de diputados pero no será así.
Cuando se trata de una elección presidencial las encuestas suelen ser vistas como una fotografía que muestra el potencial resultado; quien saque más votos se lo lleva todo. En cambio, una elección parlamentaria donde se eligen 167 diputados a través de docenas de circuitos electorales, es un mosaico compuesto de muchas fotografías diferentes, no todas favorables a la tendencia dominante.
En política pocas veces las opciones de cambio están cien por ciento cerradas, pero según Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, en este caso es poco probable que el chavismo pueda remontar una diferencia tan amplia. De modo que el problema para el chavismo no es cómo ganar, sino cómo perder.
La oposición aspira a conquistar la llamada mayoría calificada, que le permitiría impulsar la renovación de los poderes públicos, así como reformar la constitución para limitar el omnipotente poder presidencial. Aunque la brecha indique que la oposición conquistará con facilidad una mayoría de los diputados, aún no es seguro que pueda alcanzar su objetivo principal. Para el chavismo se trata de impedir que lo logre. E impedirlo significa evitar que alcance la mayoría calificada, para luego tomar medidas que obstaculicen el desempeño opositor en el parlamento. Maduro ha dicho que su equipo debe ganar “como sea”, lo que para muchos es una admisión tácita de su debilidad.
“En condiciones normales, la oposición debería ganar también la mayoría calificada, pero además de la distribución de los circuitos, el chavismo sigue controlando varios factores. Tiene poder institucional, capacidad de movilización y recursos para chantajear a sus votantes. Todos estos factores funcionan como estabilizadores que impiden que la mayoría de los votos para cualquiera de los bloques se transforme directamente en una mayoría de escaños ”.
FACTORES DE DESCONTENTO
El gobierno perderá el voto popular, no hay duda. Pero si logra evitar que la oposición le arrebate todo el poder en la Asamblea Nacional, habrá salvado los muebles del naufragio. “En la actual crisis, un resultado con una diferencia de solo 10 puntos es relativamente favorable para el gobierno, quien lo venderá como un éxito”, apunta León. Puede incluso que, ante la constante presión nacional e internacional, el chavismo acepte perder la hegemonía que ha mantenido en el parlamento por una década, pero espera aminorar los costos para su supervivencia. Esto, sin embargo, tampoco está garantizado.
En Venezuela el descontento abunda y crece cada día. Maduro ha fracasado como líder y es hoy un peso muerto para los candidatos oficialistas al parlamento. Por eso, al contrario de la era Chávez cuando las campañas siempre usaban al líder como un portaviones de las candidaturas, Maduro brilla por su ausencia en la propaganda de estos comicios. Decirle al elector chavista que le debe su voto a Hugo Chávez, quien goza todavía de altos niveles de popularidad, tampoco ha funcionado.
La opinión pública sabe que la inflación acaba con su ingreso y el desabastecimiento ha vuelto sus vidas un diario viacrucis. También saben que en repetidas ocasiones Maduro anunció un sacudón que consistiría en un conjunto de medidas económicas para reactivar una economía totalmente dependiente del ingreso petrolero. Anunció, anunció y anunció, pero nada pasó. El marcado empobrecimiento, la incompetencia, la inseguridad y la corrupción forman hoy una abultada una factura que le cobrarán a Maduro y los miembros de la nomenclatura gobernante.
La debacle del gobierno chavista es tan profunda que ni siquiera Chávez, a quién sus acólitos más fervientes apodan “el gigante” y “el comandante eterno”, ha salido ileso. En parte, porque, pese a que Chávez sigue siendo preservando el aura de redentor y vengador de las mayorías, los que gobiernan hoy son los mismos que lo hacían junto al difunto líder.
Roland Denis, figura conocida de la izquierda radical venezolana y quien fuera viceministro de Chávez, ha sido uno de los más críticos del actual orden de cosas. En un conjunto de artículos que han circulado ampliamente a través del portal Aporrea.org, Denis ha dicho que Maduro y su entorno conforman una mafia. Pero no se ha frenado allí.
En octubre almorcé con Denis para conocer su punto de vista sobre el sentimiento chavista de cara a estos comicios. Viendo los años recientes de modo retrospectivo, criticó duramente a Chávez por no actuar con decisión luego de anunciar que daría un “golpe de timón” para reencaminar su gobierno. Luego se preguntó: “¿Por qué un hombre que sabe que está muriendo no termina de hablarle claro al país?”. Su conclusión personal es tajante: “Pese a su enorme autoridad y liderazgo, Chávez fue un gran cobarde a la hora de las grandes batallas. En ninguno de los momentos definitorios de su carrera política como cuando comandó el golpe de 1992 o cuando salió airoso del golpe en su contra, en 2002, generó la ruptura que él mismo preconizaba”.
VOTO CASTIGO
Es evidente que el chavismo es hoy muy distinto que hace tres años. Hay un gran desgaste en la cúpula y conflictos entre las facciones que aspiran a continuar en el poder. Mientras tanto las bases se muestran cada día más disconformes con el manejo del gobierno y con lideres cuya integridad es constantemente puesta en duda. Aunque el cuerpo del líder yace en un sarcófago en exhibición, el inquebrantable espíritu de grupo que sostenía Chávez se encuentra bajo tierra como buena parte de su utopía. Todo esto ha generado una crisis de identidad que se expresará el 6-D con un voto castigo.
Denis también está convencido de que la oposición ganará con holgada ventaja las elecciones parlamentarias. Como resultado, vaticina, los conflictos internos del chavismo se harán todavía más públicos y esto llevará a una crisis irremediablemente.
En vista de una inminente y probablemente aplastante derrota, Maduro ha insistido en llamar a la violencia prometiendo llevar al pueblo y los militares a la calle si la revolución se veía en peligro. No hace falta ser fantasiosos para saber lo que estas amenazas de violencia pueden traer. Los hechos hablan solos. El portal Infobae.com reportó que desde principios de noviembre han ocurrido ocho ataques de grupos aparentemente oficialistas contra militantes y dirigentes opositores. Varios de estos ataques han sido perpetrados por milicias paramilitares que portaban armas largas. El más reciente fue el miércoles 25 durante un acto político opositor en Altagracia de Orituco, una población de Guárico, en los llanos centrales, y en él fue asesinado a tiros Luis Manuel Díaz, dirigente local del partido socialdemócrata Acción Democrática.
Pese a los llamados a la paz de figuras como Luis Almagro, secretario de la Organización de Estados Americanos, el escenario de intimidación y terror podría acentuarse a medida que avanza la cuenta regresiva. Un fantasma atormenta a una vez más a Venezuela: es el fantasma de la violencia. Y todos los poderes democráticos de América Latina deben aliarse para conjurarlo.
TAMBIÉN PUEDES VER