El valle de La Tinée y los encantos de los Alpes franceses

Este año tuve la oportunidad de pasar buena parte del verano en La Tinée, uno de los valles del interior de Niza, en los Alpes Marítimos franceses. Estuve invitado, por segunda vez, a un Festival Literario (el de la Haute-Tinée, el noveno organizado por Christiane Mattei) que tiene lugar, de manera itinerante, entre los pueblos de Saint-Etienne-de-Tinée, Saint-Dalmas-le-Selvage y Auron, este último base de una conocida estación de esquí que, por falta de nieve, ofrece otras opciones en verano como el senderismo y las visitas al Parque Nacional del Mercantour en que buena parte de la comarca está enclavada.

La iglesia de Saint-Dalmas-le-Selvage.
La iglesia de Saint-Dalmas-le-Selvage.

En Auron fuimos alojados en Le Bataclan, un hotel familiar al pie de las pistas de esquí, una excelente opción para quienes desean visitar la región y cuentan con vehículo motorizado propio. El pueblo fue construido a partir de una antigua aldea de montaña a la que fueron añadidos con el tiempo los chalets típicos de las estaciones alpinas para satisfacer la demanda en alojamiento.

Del pasado medieval de Auron da fe la muy antigua capilla de Saint-Erige, declarada Monumento Nacional y construida en el siglo XIII con campanario en forma de flecha añadido después. Posee frescos de gran valor, pintados en las bóvedas del coro y los dos ábsides en 1451 que se encuentran en perfecto estado de conservación. En el ábside izquierdo vemos una representación de la vida de san Dionisio, poco corriente en el sur de Francia ya que este santo vivió más bien la capital francesa, de la que es uno de sus patronos. Los restantes temas abordados son la vida de María Magdalena (la santa aparece con abundante cabellera que le cubre todo el cuerpo), la historia de san Erige y un Cristo rodeado por el Tetramorfos, o sea, las cuatro simbologías de los Evangelios.

Algo más elevado, a 1480 metros de altitud, el pequeño pueblo de Saint-Dalmas-le-Selvage atesora una hermosísima iglesia románica, consagrada a este santo y reconstruida en el siglo XVIII. Como muchos pueblos del valle son típicos los relojes de solares pintados en las fachadas de diferentes casas. En el pueblo tiene sede uno de los mejores restaurantes de la región: Aux Sauveurs de Montagne, conocido por sus gnocchis y otras pastas caseras, charcuterías locales, quesos montañeses y otros platos tradicionales de la carta confeccionada por Valery Izambert, la propietaria.

La iglesia de San Erige de Auron durante el Festival del Libro de la Alta Tinée.
La iglesia de San Erige de Auron durante el Festival del Libro de la Alta Tinée.

Tercer pueblo de la Alta Tinée en que se desarrolla el festival, Saint-Etienne-de-Tinée, es el más poblado de todos y posee un rico patrimonio de arquitectura y arte religioso visible en el antiguo Convento de los Trinitarios de Saint-Salaire y la iglesia de los Dignatarios o de Saint Etienne. En el primero, exactamente en la capilla de Nuestra Señora del Buen Remedio, pueden verse los curiosos frescos de 1685 representando la célebre batalla de Lepanto, en la que se enfrentaron las flotas turca y española. De hecho, una de las personalidades que aparecen, además del infante Don Juan de Austria, es el escritor Miguel de Cervantes Saavedra reconocible por faltarle el brazo que perdió en esa lid. Los trinitarios tenían por misión la de rescatar a los rehenes secuestrados por los berberiscos en el Mediterráneo.

Los tres pueblos son la antesala para subir la carretera más empinada de Europa (a 2800 metros de altura), la de la cima de La Bonette, sitio que los autores del Festival visitan cada año, y que también puede recorrerse por cuenta propia a condición de no padecer de vértigo ni temerles a los barrancos. Este puerto de montaña comunica el valle de La Tinée con el de Ubaye, en los Alpes de Alta Provenza.

El Oratorio de San Pierre, comarca de Roure.
El Oratorio de San Pierre, comarca de Roure.

Más al sur, otros pueblos (también a más de mil metros de altitud) forman parte del conjunto de localidades del valle. Uno de ellos es Roure, ubicado en la ladera de un monte, en medio de formaciones geológicas que se caracterizan por el color rojizo de la piedra. Como muchos pueblos alpinos, Roure tuvo su propio castillo medieval, demolido en el transcurso de la Historia, que ocupa hoy un promontorio con espectacular mirador hacia todo el valle, en el que fue colocada la pieza escultórica Le guetteur (El vigilante) de Nicolas Lavarenne. Roure tiene una interesante iglesia barroca reconstruida en el siglo XVII, consagrada a San Lorenzo, santo del imperio romano, nacido en Aragón, del que son devotas las personas quemadas, razón por la cual aparece representado en su fachada con una parrilla como símbolo de su martirio. En su interior pueden verse varios retablos del Renacimiento, uno de ellos atribuido al taller de Francisco Bréa, de la dinastía de hermanos de este apellido, considerados los mejores artistas del Renacimiento en el antiguo condado de Niza.

También son dignos de visitarse el antiguo lavadero con tres arcos, que funcionan todavía, con sus tenderas de antaño en la terraza superior que sirve de explanada para las diferentes actividades. El pueblo posee su propia hostería y restaurante gastronómico, Lo Robur, que ofrece una carta con platos sofisticados, aunque relacionados con la cocina local que cambia en función de los ciclos de cosechas.

La iglesia San Lorenzo de Roure.
La iglesia San Lorenzo de Roure.

En Roure, gracias a Claude Mario, nativo de este pueblo y durante mucho tiempo jardinero en el Principado de Mónaco, pude explorar los bosques de alerces y castaños cerca de los antiguos caseríos abandonados de Tiesc y Saint-Pierre, antiguas zonas de pastoreo con casas de piedras o maderas diseminadas, muchas derruidas, en medio de paisajes virginales, riachuelos y montes.

La iglesia y la plaza de San Honorato, en Rimplas.
La iglesia y la plaza de San Honorato, en Rimplas.

Parte también del valle son los pueblos de Isola (con su campanario románico solitario, único vestigio de una iglesia desaparecida) y de Saint-Sauveur-sur-Tinée (cuya iglesia consagrada a San Miguel Arcángel atesora un hermoso retablo del artista ligur Guillaume Planeta), ambos a orillas del río La Tinée. Así como Rimplas, con su plazuela pintoresca frente a la iglesia de San Honorato y las fachadas con tonos ocres de influencia italiana.

Y es que Italia nunca está muy lejos de la arquitectura y gastronomía de los Alpes Marítimos franceses, como se evidencia cuando, desde Isola 2000 (estación de esquí a 17 kilómetros del pueblo de Isola) subimos la cima de La Lombarda, punto fronterizo a 2350 metros, para llegar al valle de la Stura di Dimonte y al santuario de Santa Ana de Vinadio, ya en el Piamonte italiano.

El campanario de la iglesia de Saint-Etienne-de-Tinée.
El campanario de la iglesia de Saint-Etienne-de-Tinée.

El valle de La Tinée, así como el de los ríos Esterón, Vesubio, Roya, el del Alto Var y Cians, son parte del patrimonio natural y cultural de los Alpes Marítimos franceses, indisolublemente vinculados a la Riviera Francesa. Valles y pueblos alpinos son una opción ideal cuando las altas temperaturas estivales de la Costa hacen sofocante el calor y necesitamos un poco del frescor que proporciona la montaña durante las noches de verano.

William Navarrete, escritor francés establecido en París.