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Alarmante nacionalismo inmunitario: cómo algunos países acaparan vacunas anti COVID y pudieran dejar a millones sin dosis

A worker inspects syringes of a vaccine for COVID-19 produced by Sinovac at its factory in Beijing on Thursday, Sept. 24, 2020. With rich countries snapping up supplies of COVID-19 vaccines, some parts of the world may have to rely on Chinese-developed shots to conquer the outbreak. The question: Will they work? (AP Photo/Ng Han Guan)

Está claro que vivimos en un mundo interdependiente. La rápida expansión del primer foco de COVID-19 en China hasta convertirse en una pandemia demostró que las fronteras son sólo líneas arbitrarias dibujadas en un mapa.

Las personas, los productos, el dinero y los patógenos viajan alrededor del mundo a una velocidad asombrosa. Lo lamentable es que los esfuerzos por detener al coronavirus no tienen la misma ambición global y han dado paso a un nacionalismo inmunitario que puede costar muchas vidas.

La manera más sencilla de definir el nacionalismo inmunitario es que es egoísmo disfrazado de patriotismo. "El nacionalismo inmunitario significa que antepones las necesidades de país, en detrimento de los otros", explicó a la publicación MIC el epidemiólogo y profesor de salud pública de la Universidad de Miami, Phillip Smith.

El científico explicó que se puede manifestar de muchas formas. Un ejemplo es negarse a compartir avances científicos con otros países, como hizo Rusia cuando se reservó los datos sobre la vacuna Sputnik V. Eso no significa que todos los datos de los científicos rusos sean correctos o que sus hallazgos hayan ido más allá que los laboratorios de otros países. Pero siempre queda la duda de qué podría haber aprendido la comunidad científica o cuánto tiempo y vidas se pudieran salvar si esos resultados estuvieran a la vista de todos.

Otra muestras del nacionalismo inmunitario es cuando una nación acapara el abastecimiento de vacunas. Según estudio de la Alianza de Vacunación del Pueblo, los países ricos ya han comprado suficientes vacunas como para inmunizar varias veces a toda su población, mientras que algunos países pobres no alcanzarán a adquirir ni para vacunar a su personal sanitario.

Partiendo de esa premisa, gran parte del mundo quedará desprotegido porque los países ricos sólo representan el 14% de la población mundial. Canadá, país con una historia de solidaridad y respeto a los derechos humanos, es el principal acaparador de vacunas con un inventario suficiente como para inyectar 5 dosis a cada canadiense. Los acuerdos de Estados Unidos muestran que posee un poco más de 1.000 millones de dosis, cifra que es tres veces mayor al total de sus ciudadanos.

En contraste, Sudáfrica, donde se ha identificado otra mortal cepa del SARS- CoV, tiene previsto que durante el primer semestre de 2021 apenas habrá vacunado a un 3% de sus 58 millones de habitantes.

Las inequidades en la distribución del fármaco se hace evidente en lugares como Israel, que ha hecho público sus campañas de vacunación masiva, mientras ha excluido por completo a los palestinos de las zonas ocupadas.

Las autoridades sanitarias internacionales han calificado ese apartheid médico como una situación cruel e inusitada.

Otra manera de ejercer el nacionalismo inmunitario es mediante la extorsión para obtener dinero. Como algunos países ya pagaron por un lote de vacunas, otros deberán conformarse con comprar las dosis restantes o esperar hasta el año entrante para proteger a su ciudadanía.

Las ramificaciones del nacionalismo inmunitario podría alcanzar una magnitud de mortalidad que no podemos ni imaginar. SARS CoV-2 no entiende de estados ni razones. "Cualquier estrategia que esté sustentada en objetivos políticos o económicos no será tan efectiva a una estrategia basada en la ciencia. Smith dice que cuando se considera lo contagioso que es el virus, una posición menos efectiva significa que millones se enfermarán o morirán innecesariamente en el mundo. Y esos decesos se concentrarán en los países con menos poder económico.

Raúl Villarroel, académico del Centro de Estudios de Ética Aplicada de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, escribió en El Mostrador que "resultaría moralmente inaceptable que la provisión de vacunas destinadas a contener un fenómeno que ha tenido una extensión y una morbilidad de alcance mundial, diera lugar ahora a una escenario marcado por los privilegios y la concentración de las oportunidades en el segmento de la población más favorecida del planeta, la de aquellas naciones productoras de ciencia y tecnología capaces de desarrollar investigación con vacunas, porque tienen los recursos económicos para generarla y por ello controlan y concentran su distribución".

Un estudio de la Asociación de Salud Pública de Estados Unidos sobre las amenazas del nacionalismo sobre la salud y los derechos humanos concluyó que aunque la pandemia comenzó hace poco, el fracaso de la respuesta se ha gestado desde hace muchos años y se sentirá en el futuro.

Los investigadores plantean que la humanidad se plantea una elección existencial: Si permite al nacionalismo populista dividir al mundo o si construye un mejor futuro para la salud y los derechos humanos a través de la solidaridad.

"Las sociedades pueden elegir el temor, dejando que la desconfianza en "el otro" se vuelva en su contra y las convierta en comunidades fracturadas. O pueden elegir la esperanza, mirando más allá de las diferencias para enfrentar juntos los peligros sanitarios".

Indican que el desafío necesita un ejercicio de imaginación activa en el que redefinamos un futuro basado en la dignidad y la equidad en vez de repetir los errores de un injusto pasado.

El camino a seguir pudiera ser un nuevo acuerdo mundial basado en los derechos y no en la economía.

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