Los vínculos después de las PASO. Por qué votar a Milei abrió una nueva grieta en las familias

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Debe haber sido de las primeras rupturas que provocó el tsunami de Javier Milei. Pilar Z. tiene 16 años y el domingo pasado fue a votar por primera vez. En su casa, durante el almuerzo todos estaban emocionados con el evento y aventuraban si la iban a aplaudir en la mesa. Todas eran risas, salvo en la cara de su novio, cuando la abuela le preguntó a la adolescente quién iba a votar. “A Larreta”, dijo. Estaba en sintonía con el voto de sus padres, aunque no habían ejercido influencia sobre esea elección. Cuando Pili, que está en cuarto año le preguntó a su mamá a quién votar, ella le dijo que se fijara, que era libre de elegir a quién ella quisiera y que eso era lo más importante, sobre todo, el día de su debut electoral. Pero Ramiro, su novio, de 17 años, no pensaba igual. En la mesa familiar, cuando Pili dijo que iba a votar a Larreta, se rio de costado y dijo “no entendés nada de política”. Él, al igual que sus amigos, que juegan al rugby y van a un colegio de Belgrano, iban a votar a Milei. De hecho, en las últimas semanas no hizo más que mandarle TikToks con recortes del discurso de ese candidato. Y unos días antes del desenlace, también hizo un comentario peyorativo sobre cuánto entendía de política Pilar, delante del grupo de amigos. Y no era la primera vez que pasaba. De hecho, la relación ya venía titilando, por celos y planteos del muchacho.

El domingo, después de ese comentario, Pilar sintió que había llegado el momento. Se dio vuelta, con esa sonrisa dulce que tiene desde que nació y lo miró mientras él se hamacaba en la silla, en la mesa familiar del domingo. “¿Vamos?”, le dijo. Él la siguió, pensando que se iban a dar una vuelta, tal vez intuyendo que esas rajaduras que ya tenía la relación habían crecido. Caminaron hasta la puerta y ahí ella le hizo saber, palabras más, palabras menos, que la grieta se lo había tragado. Volvió a la mesa familiar. “¿Qué pasó con tu novio?”, le preguntó el padre, disimulado, mientras juntaba las migas. “Mi exnovio”, respondió Pili, sin más detalle.

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No se trata de la única pareja ni la única familia a la que esta nueva grieta dividió. Atrás quedaron las rivalidades de kirchneristas-antikirchneristas. Ahora, el abismo se trazó entre los nuevos seguidores de Javier Milei y el resto de los electores. Padres enfrentados con hijos adolescentes, parejas divididas, hermanos que abandonaron precipitadamente los grupos de Whatsapp. La nueva configuración del panorama político pateó el tablero de los acuerdos intrafamiliares. Los pactos de convivencia y no agresión mutua, que después de dos décadas de kirchnerismo ya garantizaban reglas claras para la supervivencia de las relaciones vinculares, desaparecieron de un plumazo. Y con el universo de los votantes de Milei envalentonados por los resultados de sus candidatos, esta fue una semana de mucha tensión dentro de las familias. Y no pocas relaciones se tensaron al borde de la ruptura.

¿Cómo afecta a los vínculos, a las relaciones, una grieta que parece todavía no tener reglas?

“En el último tiempo, la política ha suscitado grietas en las relaciones porque las posiciones parecen ser diferencias no pasibles de ser integradas, aún con sus disensos, en un cuadro común. Es decir, es ´de mi lado o de tu lado´, donde cada una de las partes pretende tener la total verdad de lo que propone en lugar de admitir variables y matices. Esto que empezó con el kirchnerismo ahora con Milei se da de otro modo”, apunta el psiquiatra y ensayista José Eduardo Abadi.

“Viendo lo que pasó con las parejas enfrentadas por la grieta durante el kirchnerismo, la evolución que siguió fue o se separaron, unas pocas aprendieron a convivir en esa diferencia, por ahí lo más difícil, y muchos terminaron convirtiéndose a la creencia del otro. Para mí, creo que ese fue uno de los grandes fracasos psicosociales de la política inaugurada por la contienda kirchnerismo/no kirchnerismo. Dividió acuerdos y negociaciones en el plano de los sexos. Creó una asimetría, un enfrentamiento muy polar en el cual inhibió la integración de los disensos. Y cuando una sociedad produce esto, rompe la comunidad. Porque la comunidad es integración de consensos, lazos que unen diferencias y un argumento común que puede integrar respetando singularidades”, apunta Abadi.

El domingo por la noche, Marisol V., de 38 años, fue a visitar a sus padres y se quedó a cenar y a esperar el resultado de las elecciones. Héctor, su padre, que sabe que en el espectro de sus cuatro hijos hay todas las configuraciones políticas posibles, se aseguró que “no se le mezclara el ganado”, porque quería una noche tranquila. Es decir, se aseguró que no se juntara su hijo kirchnerista con su hija que votaba a Milei, y por las dudas tampoco los que votaban a Rodríguez Larreta. Pero a medida que transcurría la hora y las noticias daban cuenta de un triunfo de Milei, el ánimo se fue tensando. Mientras Marisol festejaba los resultados, Héctor no salía del estupor. Y Marisol estaba exultante. Sorprendida, iba leyendo lo que se publicaba en las redes. “Estábamos viendo que ganaba, teníamos ganas de festejar. Pero Larreta, a quien mi papá había votado había sacado pocos votos. Tratábamos de moderar la alegría, pero bueno, era el momento y se generó esa rispidez”, dice ella.

Javier Milei
Javier Milei - Créditos: @Anibal Greco

“Bueno Marisol, hasta acá. Todo bien. Hace una hora y media estás hablando de Milei. ¿Qué querés, convencernos? No nos vas a convencer. Yo respeto que vos votes a quien quieras, pero no me trates de convencer porque no es así”, dijo Héctor. “Terminamos medio peleados porque pensó que yo los quería convencer a él. Pero yo cero. Yo solo hago lo mismo que hacemos los que lo votamos que es refutar con argumentos cuando alguien quiere operar. Yo no trato de convencer a nadie, sólo si hay algún indeciso”, dice Marisol.

Hace algunos meses, esa misma grieta que hoy divide parte de su familia se agrandaba entre ella y su esposo. Él había decidido apoyar a Milei y a ella le parecía que era un loco mediático y nada más. Hasta que un día, tratando de entender, se quedó viendo los videos que le pasaba su marido. “Es muy didáctico como explica, aunque siempre habla como enojado. En las entrevistas me sorprendió su nivel intelectual, me parece que es muy preparado, muy sólido”, detalla. Finalmente, decidió votarlo. Y aunque cerró la grieta de su pareja, abrió otra en su familia. “Mi papá pensó que yo lo quería convencer y yo sólo quería defender y explicar lo que yo entendí. Lo que pasa es que en las redes también los seguidores de Milei ponen mucho esto de convenzan a sus familiares. Pero yo no”, dice Marisol.

Conflicto sin reglas

A diferencia de lo que ocurría en las elecciones anteriores, entre K y anti K, la nueva grieta de las familias todavía no escribió sus reglas. Y de un lado y del otro del abismo sienten que pueden hacer algo para convencer o atraer a ese ser querido hacia la propia vereda. Lo que en años del kirchnerismo se llamaba la micromilitancia: este llamado a los jóvenes seguidores de Milei a que hablan con sus padres y que les expliquen, como estrategia “anti operaciones mediáticas”, es una de las grandes apuestas del candidato ganador para hacer crecer ese 30%.

En las antípodas ideológicas, también desde los detractores de Milei se ejerce la micromilitancia: “Yo sé que suena horrible lo que voy a decir, pero hay que hablar mucho con los hijos, de lo que significa que gane Milei. Pero ya sé que los hijos no te escuchan. Pero lo que también hay que hablar con los hijos de otras personas. Yo estuve hablando con la señora que trabaja en casa, su hijo votó a Milei. Y le estuve explicando qué va a pasar si gana. Le pedí que le hable y le explique también”, le decía este miércoles una mujer de anteojos oscuros a una amiga en un restaurante de Vicente López.

“Hay relaciones que pueden convivir con estas diferencias sin ninguna dificultad, ya sean padres, hijos, parejas, pero hay otros vínculos, sobre todo de pareja en los que uno quiere imponer al otro su ideología. Es allí cuando se desencadenan enojos, competencias, rivalidades que pueden terminar en una separación. En otras parejas he observado directamente la ruptura por cuestiones ideológicas. En el fenómeno Milei, lo veo en el consultorio, la grieta es más entre jóvenes, y sus padres y algunos llegan a influenciar a sus padres y a hacerlos cambiar de postura”, apunta Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y especialista en vínculos. “En cualquier tipo de vínculo, cuando hay una mayor identificación ideológica de algún miembro de la relación, los conflictos se agravan y las peleas recrudecen. Hay un concepto en psicología social que tiene que ver con el ganador y el poder de identificación que este ejerce. Yo creo que los votantes de Milei se sintieron empoderados por el resultado y salieron a hablar más que nunca”, agrega Cruppi.

En la familia Martínez (no es su verdadero apellido), la grieta no es una palabra nueva. Sólo que hasta ahora, no había golpeado hacia el interior del núcleo familiar padres-hijos. En los últimos años, se habían acostumbrado a no hablar de política con los tíos y abuelos. En ese círculo, hubo una estampida de miembros que abandonaron el grupo cuando la abuela hizo algún comentario antikirchnerista. Sin embargo, poco después volvieron y las reglas de no abordar temas políticos en ese espacio quedó escrita a fuego.

Sin embargo, en el núcleo más pequeño, todavía no había divergencias. Hasta que Felipe, el más chico, que tiene 17, por primera vez votó. Los padres y los hermanos repartieron sus votos entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta. Alimentado por TikTok y por las opiniones de sus compañeros, Felipe se fue alineando con los libertarios. No sólo se alineó, también adoptó una actitud combativa. “Es como si fuera el Che, pero de derecha”, resume su hermana. Un poco por rebeldía, un poco por convencimiento, el adolescente intenta diferenciarse e incluso sostener sus ideas frente a las de su familia. La madre es la más conciliadora: “Yo entiendo mi amor, que todos pensamos distinto y que sus ideas pueden resultar muy interesantes, pero…”, le dice en el grupo de Whatsapp. La hermana es más directa y le envía notas periodísticas. El adolescente no se queda atrás y le contesta con videos de TikTok: el único diálogo político posible en una familia dividida por la grieta.

Nos encontramos desde hace tiempo frente a la intolerancia. En muchos casos hemos comprobado cómo dentro de una misma familia evitan hablar de las elecciones para no discutir, y llegan casi a no tratarse más cuando estalla el desacuerdo. La posibilidad de que el otro piense distinto no se soporta. Parejas, hermanos, padres e hijos enfrentados, con tal de tener razón, mirando al familiar disidente con cara de “te lo dije”. La pregunta sería por qué tomamos la decisión del otro, no como un acto a respetar, sino como el eje de su ser. Ese ser querido pasa a ser lo que hace. Hay una gran diferencia entre el ser y el hacer”, dice Adriana Ceballos, directora de EcoFam y coach de familia. “Es un despropósito frente a los hijos que observan, dar muestras de falta de solidaridad, y de matices relacionados con el “odio”. Es también un error dejar pasar la oportunidad de crecer como persona, al escuchar activamente distintas posturas”, dice.