Un Raúl Castro nervioso devela las fisuras de la visita de Obama a Cuba

Quien muchas veces en su vida ha acudido a la broma en público para relativizar la rigidez del protocolo, esta vez fue víctima de sus nervios. En no pocas ocasiones el general que rige los destinos de más de 11 millones de cubanos debe someterse a una ronda de preguntas de periodistas que no le son afines. Y él lo sabe bien: el periodismo concebido fuera de las fronteras de su isla suele ser incómodo.

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Barack Obama y Raúl Castro, al final de la conferencia de prensa en el Palacio de la Revolución. Foto: Associated Press.

#CubaVisit Can’t wait to see what the Internet has in store for this… pic.twitter.com/8SHDlig6J1

Si bien los discursos oficiales de ambos mandatarios se refirieron a la colaboración en conjunto, al deshielo de las viejas y anquilosadas posiciones, e incluso hasta la producción de vacunas contra el virus del zika y el cáncer, todos sabían –Raúl Castro el primero- que hay un punto por donde sangra a diario la herida.

De manera que en la sala de conferencias del Palacio de la Revolución y tras un encuentro en privado, que Barack Obama calificó de “franco y sincero”, la primera de las preguntas formulada por el periodista Jim Acosta, de CNN, iba dirigida a ambos mandatarios. Básicamente, a Obama se le preguntaba sobre los términos que habían empleado al hablar de las necesarias reformas democráticas en Cuba, y a Raúl Castro se le hacía una pregunta más directa: “¿Por qué tienen prisioneros políticos? ¿Por qué no los suelta?”

La mesa estaba servida. En su respuesta, el presidente Obama se refirió a “principios básicos” como la libertad de expresión y de reunión, y especificó que no se trataba solo de un requisito de vida para los estadounidenses, sino que seguía siendo un elemento vital para todo el mundo, como la libertad, puntualizó, “de la que hablaba José Martí”.

Raúl Castro, que una vez más había acudido a los tópicos de la salud y la educación gratuita para todos como vectores de los derechos humanos, negó la existencia de presos políticos en la isla.

Pero unos segundos antes, mientras Obama hablaba, el gobernante cubano lo interrumpió conversando con alguien por el micrófono abierto, lo que provocó una breve digresión en el acto y un gesto de broma por parte del invitado.

A todas luces el ambiente no le era favorable a Castro. Sabía que el otro le estaba robando el show. Y para colmo, tenía que responder a una pregunta que siempre le ha sido muy incómoda. Por mucho que intentó salirse, la interrogante sobre los presos políticos había sido dirigida a él.

“Está bien –apuntó con tono de general-, es la última que te voy a permitir. Dame la lista ahora mismo de los presos políticos, para soltarlos. Menciónala ahora –retó al periodista-. Qué presos políticos. Dime el nombre. O los nombres. O cuando concluya la reunión, me das una lista con los presos. Y si hay esos presos políticos, antes de que llegue la noche van a estar sueltos. ¡Ya!” –y pasó al acto a la siguiente pregunta.

Durante lo poco que iba quedando de encuentro con la prensa, Raúl Castro se mostró errático, con manos temblorosas, frente de la tranquilidad y elegancia de un presidente mucho más joven y mejor formado que, a falta de moderador, dirigió “las operaciones” para que ambos interactuaran mejor con la prensa.

Fue un encuentro de menos de una hora, pero revelador de las fisuras, el lado incómodo de la visita de Barack Obama a Cuba, tan dado a romper el protocolo como lo hizo hace unos días en el video que grabó a distancia con un afamado personaje humorístico, o en la noche de su llegada, al escoger un restaurante privado para cenar con su familia, y como lo ha seguido haciendo cuando tiene la opción de saludar al cubano de a pie.

Raúl lo sabe. De poco le sirvió sacar a colación que ningún país del mundo cumple la totalidad de los derechos humanos, y pedir que no se politizaran los derechos humanos. Al final regresó al tema que le duele: “No es correcto preguntarnos por presos políticos –apuntó a todas luces molesto- ¡Y ya!”.

Por mucho que intentara en el último segundo unirse en un lazo de manos alzadas -como hace décadas lo hiciera su hermano Fidel con el Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, Leonid Ilich Brézhnev-, Obama se resistió a su pantomima. Esta tarde el general tiene que haber regresado a su otro palacio con la sensación de no haber transmitido la imagen de serenidad y de apertura que necesita la Cuba del futuro. Y ese futuro es mañana.