Vuelven los turistas que nadie quiere: sexo en público, precios desorbitados y "mendigos blancos"

Los gobiernos buscan controlar a los turistas indeseables que rompen con las dinámicas locales.  (Photo by Agung Parameswara/Getty Images)
Tras la vuelta del turismo masivo, muchos gobiernos buscan controlar a los turistas indeseables que rompen con las dinámicas locales. (Photo by Agung Parameswara/Getty Images)

Ningún país, por más dependencia del turismo que practique, quiere a esos turistas maleducados e indeseables que vuelven a despuntar tras el fin de la pandemia. Un resurgir que está obligando a las autoridades de diferentes destinos top a tomar medidas para combatir las actitudes reprobables que ponen en práctica ciertos extranjeros y que, probablemente, jamás se les ocurriría desplegar en sus países de origen.

El último en decir basta ha sido Bali, que solo durante 2022 recibió la visita de 2,1 millones de viajeros. Un desembarco masivo en la isla más visitada de Indonesia que ha traído consigo un incremento significativo del número de altercados protagonizados por estos. No son todos, ni mucho menos, pero los que son se han convertido en un auténtico dolor de cabeza para los locales y el normal funcionamiento de la isla. También para el resto de extranjeros que son señalados por el mal proceder de sus homólogos. Tanto es así que las autoridades de Bali han solicitado al gobierno nacional que endurezca las políticas de entrada en el país para ciertas nacionalidades. La rusa es una de ellas. “Cada vez que recibimos informes sobre un mal comportamiento de un extranjero, casi siempre es ruso”, le dijo a la CNN un agente de policía local de la ciudad de Kuta, al sur de Bali, que pidió no ser identificado.

Tras el estallido de la Guerra de Ucrania, la presencia de ciudadanos rusos en Bali ha aumentado exponencialmente. Son el segundo grupo más grande de visitantes por detrás de los australianos. El año pasado, cerca de 60.000 rusos visitaron la isla y solo en enero de 2023 llegaron 22.500. Desde el inicio de la movilización parcial de reservistas por parte del presidente Vladimir Putin en septiembre de 2022, se estima que cada mes han entrado al menos 20.000 de ellos.

Pero no son los únicos y decir lo contrario sería faltar a la verdad. Las alteraciones del orden público por parte de extranjeros de varias nacionalidades, en su mayoría occidentales, es una constante en Bali y no es extraño ver informaciones al respecto en los medios locales. Las infracciones a las que más hacen referencia tiene que ver con el alto grado de embriaguez de los protagonistas, falta de respeto a los recintos sagrados, sexo en lugares públicos o ilegalidades al volante. Sin ir más lejos, el 29 de marzo de este año, un turista ruso fue deportado por posar desnudo frente al monte Agung, uno de los principales centros de culto hinduista de la isla. También este mismo mes saltó la noticia de la decisión del gobernador de Bali, Wayan Koster, de prohibir el alquiler de motos a los turistas en 2023, a todos, al margen de su procedencia, por el incremento de los accidentes de tráfico y las las conductas incívicas al volante.

Bali está intentando controlar con la puesta en marcha de la ley que prohibe a los extranjeros rentar motos en la isla a los turistas indeseables. (Photo by Agunng Parameswara/Getty Images)
Bali está intentando controlar con la puesta en marcha de la ley que prohibe a los extranjeros rentar motos en la isla a los turistas indeseables. (Photo by Agunng Parameswara/Getty Images)

El fenómeno de los “mendigos blancos”

Los llaman begpackers y su presencia en auge países en desarrollo, sobre todo en el Sudeste Asiático, y cada vez más en Latinoamérica, ha generado en los últimos años una ola de indignación y normativas para ponerles freno. El nombre proviene del anglicismo formado por el verbo beg (mendigar) y la palabra packer (mochilero). Son viajeros occidentales, en su mayoría jóvenes, que piden limosna en las calles para, o bien financiar su estancia en los destinos turísticos a los que llegan, o bien para regresar a sus casas porque se han quedado sin dinero.

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Los “mochileros mendigos” apelan a la solidaridad de los locales desde una posición de privilegio. Provienen de países avanzados o estados de bienestar con una lista interminable de derechos, libertades y oportunidades inimaginables en los lugares a los que viajan por ocio. ¿Quién se puede permitir recorrer el mundo sin trabajar durante una temporada si no parte de una situación aventajada? Ya sea porque desconocen –u obvian– la situación económica y social de las poblaciones locales, hacen pasar por necesidad su capricho de viajar gastando el menor presupuesto posible. Cuanto menos, hacen gala de una ignorancia tan bestial que sobrepasa con creces cualquier calificativo que se pueda añadir.

El fenómeno de los begpackers está tan extendido que varios países han impulsado leyes para disuadir su práctica, entre ellos Tailandia y también Bali.

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Ciudad de México se queda sin lugareños

Otro de los efectos indeseables del turismo masivo ­­tiene que ver con la gentrificación. Ese es el caso de Ciudad de México, que en los últimos años ha visto cómo la afluencia de viajeros y de residentes extranjeros ha incrementado el coste de la vida, en general, además de dificultar el acceso a viviendas en algunas de sus colonias más céntricas y pudientes, como Condesa o Roma.

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De acuerdo con datos del portal propiedades.com, la renta de un apartamento en Ciudad de México pasó de los 16.100 pesos al mes en enero de 2018 a 20.426 pesos en 2023. El impacto de esta subida está generando un desplazamiento de los lugareños, incapaces de hacer frente a los precios desorbitados que genera la llegada de turistas y sus poderosas divisas, llámense euros o dólares. Eso sin contar con las consecuencias de una inflación desbordada que dificulta cada vez más la capacidad de ahorro de los locales.

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