Tsirkuni, junto a la frontera rusa, se recupera de la invasión y aguarda el invierno

Járkov (Ucrania), 25 oct (EFE).- "Hubo un momento en que le dije a los rusos que me detuvieron que podían dispararme si querían pero que en ningún caso colaboraría", dice Mykola Sikalenko, alcalde de Tsirkuni, cerca de Járkov, que se recupera de la ocupación y los bombardeos y se prepara para otro invierno difícil.

Hombre de pocas palabras, Sikalenko, de 65 años, transmite el tipo de determinación de acero con la que se enfrentó a las fuerzas invasoras en febrero de 2022.

Había gobernado esta localidad relativamente acomodada próxima a Járkov y dos aldeas vecinas durante cinco años cuando llegaron los rusos. Se combatía a tan solo dos kilómetros de distancia, a la entrada de la ciudad, y lograr el control sobre la zona, de unos 13.000 habitantes, era importante para la fuerza ocupante.

A Sikalenko lo detuvieron tres veces. Durante la detención más prolongada, de una semana, le movían de sitio cada noche, con un saco sobre la cabeza y sin comida en un intento de "convencerle" para que colaborara. Pero no cedió.

"También querían información sobre cualquiera que tuviera relación con el Ejército. Algunos de los detenidos fueron liberados en uno o dos días, pero ocho continúan desaparecidos", dice Sikalenko a EFE en un despacho improvisado en el hospital de la localidad.

Su antigua oficina, un edificio de una planta, está acribillado por cientos de fragmentos de una bomba que explotó a solo unos metros de la entrada. "Déjeme mostrarle nuestro museo", dice Sikalenko al conducir a EFE a una plaza cercana.

Hay varios montones de munición gastada y los restos de una decena de vehículos, algunos marcados con la letra "Z" y otras inscripciones dejadas por los rusos.

"¡A Birlín!", dice una de ellas con una errata en el nombre de la capital alemana, como en un intento de repetir el lema usado por los soldados soviéticos durante la guerra contra la Alemania nazi.

También hay varios vehículos civiles destruidos. "Los rusos se los robaron a la gente durante la ocupación cuando iban de casa en casa para saquear todo", observa Sikalenko.

Después de que las tropas ucranianas expulsaran a los rusos del pueblo en mayo de 2022 se convirtió en objeto de ataques sin interrupción. Ni un solo edificio ha quedado sin marca y muchos de ellos se derrumbaron totalmente.

Cerca del 15 % de las casas de Tsirkuni no se pueden recuperar y son casi el 50 % en una localidad más al norte, cerca de la frontera con Rusia. En la zona viven ahora solo unas cuatro mil personas, frente a unas 13.000 antes de la invasión.

Cientos de familias tienen que marcharse o arreglárselas en los edificios auxiliares que quedan en pie. Unos 50 civiles murieron y unos cien se han alistado en el Ejército.

Los habitantes a menudo ni tienen dinero para pagar las reparaciones menores. La mayoría de las empresas agrícolas de la localidad fueron destruidas, dice Sikalenko.

El lugar depende de los voluntarios y las organizaciones de ayuda humanitaria, que crearon una clínica ambulatoria para sustituir a la que fue dañada, ayudaron a abastecerse de generadores de electricidad y a cubrir los tejados de los edificios afectados.

Es importante destacar que la localidad está prácticamente libre de explosivos. En un año de desminado se encontraron más de 1.500 minas y al menos cuatro personas murieron, incluidos dos zapadores que no vieron una mina oculta entre las hierbas.

Tsirkuni es solo uno de los seis asentamientos en Ucrania que han sido incluidos en un programa experimental de reconstrucción gestionado por el Estado.

"Todos los edificios dañados, incluidas las casas particulares y las empresas, van a ser completamente renovados o reconstruidos", explica Sikalenko.

Pero se muestra cauto en relación con lo que pueda pasar.

"Con un vecino así, nunca sabes qué esperar", afirma. Algunos se están marchando por la llegada del invierno ante la alta probabilidad de que un ataque con misiles y drones alcance la infraestructura energética.

Muchos habitantes solían tener vínculos familiares con Rusia. La invasión ha acabado con cualquier tipo de comunicación y los rusos hicieron un "lavado de cerebro" para lograr apoyos.

"Ya no hay lazos entre nosotros y no los habrá durante siglos", dice Sikalenko con seguridad.

Rostyslav Averchuk

(c) Agencia EFE