Trump intenta dejar atrás su veredicto de culpabilidad atacando al sistema de justicia penal

NUEVA YORK (AP) — Donald Trump intentó el viernes dejar atrás su histórica condena penal e impulsar su candidatura para volver a la Casa Blanca con encarnizados ataques contra el juez que supervisó el caso, el testigo estelar de la acusación y el sistema de justicia penal de Estados Unidos en su conjunto.

Desde la torre que lleva su nombre en Manhattan, en un regreso simbólico a la campaña electoral, el virtual candidato presidencial republicano lanzó un mensaje dirigido directamente a sus simpatizantes más leales. Desafiante como siempre, insistió sin presentar evidencia que el veredicto estaba “amañado” y políticamente motivado.

“Vamos a luchar”, manifestó Trump desde el vestíbulo de la Torre Trump, donde descendió por la misma escalera mecánica dorada por donde hace casi nueve años bajó para anunciar su campaña de 2016. Las maquinaciones durante las últimas y dramáticas semanas de esa campaña acabaron desembocando en las acusaciones que convirtieron a Trump en el primer expresidente y virtual candidato presidencial de uno de los principales partidos en ser declarado culpable de un delito, exponiéndolo a posibles penas de cárcel.

Aunque el veredicto de culpabilidad ha revitalizado a los simpatizantes de Trump, haciendo llegar millones de dólares en nuevas donaciones a su campaña, no está claro cómo la condena y la respuesta larga y confusa de él resonarán entre el tipo de votantes que probablemente decidirán lo que se prevé serán unas elecciones extremadamente reñidas en noviembre. Entre ellos hay mujeres de los suburbios, electores independientes y ciudadanos a los que no les agradan ninguno de los dos candidatos.

Ante docenas de periodistas y cámaras que retransmitieron sus declaraciones en directo, Trump se puso en el papel de mártir, insinuando que si esto le pudo pasar a él, “se lo pueden hacer a cualquiera”.

“Estoy dispuesto a hacer lo que sea que tenga que hacer para salvar a nuestro país y salvar nuestra Constitución. No me importa”, dijo, delante de un fondo de banderas estadounidenses, mármol rosa y latón en lugar del vetusto juzgado del bajo Manhattan donde ha pasado gran parte de los dos últimos meses.

“Es algo muy desagradable, para ser sincero”, añadió. “Pero es un gran, gran honor”.

En respuesta al veredicto, el presidente Joe Biden dijo en la Casa Blanca que a Trump “se le dieron todas las oportunidades para defenderse”, y arremetió contra su retórica.

“Es imprudente, es peligroso, es irresponsable que alguien diga que esto está amañado sólo porque no les gusta el veredicto”, manifestó Biden.

Trump ha hecho de sus problemas jurídicos el eje de su mensaje de campaña al argumentar, sin presentar pruebas, que Biden orquestó las cuatro acusaciones contra él para perjudicar su campaña. El caso de los pagos a cambio de silencio fue presentado por fiscales locales de Manhattan que no trabajan para el Departamento de Justicia ni para ninguna oficina de la Casa Blanca.

El jueves, un jurado de Manhattan declaró a Trump culpable de 34 cargos en un plan para influir ilegalmente en las elecciones de 2016 a través de un pago a una actriz porno con el fin de que no hiciera declaraciones comprometedoras. Ella había dicho que ambos habían mantenido relaciones sexuales.

A pesar del fallo histórico, un Trump condenado sonaba muy parecido a un Trump antes de ser declarado culpable, mientras pronunciaba lo que equivalía a una versión trunca de su habitual discurso en sus mítines. Argumentó que el veredicto era ilegítimo y políticamente motivado, y trató de restar importancia a los hechos subyacentes al caso. Dijo que apelaría.

“No es dinero a cambio de silencio. Es un acuerdo de confidencialidad”, declaró. “Totalmente legal, totalmente común”.

Cuando Trump salió del tribunal inmediatamente después del veredicto el jueves, lucía tenso y profundamente enojado, sus palabras agudas y cortantes. Pero el viernes parecía más relajado. No aceptó preguntas de los periodistas y se marchó mientras sus simpatizantes le aclamaban en el vestíbulo.

Su abogado, Todd Blanche, que estaba con él en la Torre Trump pero no habló, dijo en una entrevista más tarde el viernes que se había quedado “sorprendido” por lo bien que Trump se tomó el veredicto.

“No está contento por ello, pero no hay ningún acusado en la historia de nuestro sistema judicial que esté contento por una declaración de culpabilidad al día siguiente”, señaló. “Pero creo que sabe que queda mucha lucha por hacer y que hay muchas oportunidades para arreglar esto, y eso es lo que vamos a tratar de hacer”.

Trump se ha presentado como un apasionado defensor de la aplicación de la ley e incluso ha hablado favorablemente de los agentes que tratan con rudeza a los sospechosos. Pero se ha pasado los dos últimos años atacando partes del sistema de justicia penal que le afectan y poniendo en duda la honradez y los motivos de agentes y fiscales.

En sus declaraciones inconexas, Trump atacó la política fiscal y de inmigración de Biden antes de referirse a su caso, quejándose de que fue amenazado con penas de cárcel si infringía una orden mordaza. Calificó de injustas partes intrincadas del caso y el proceso judicial, haciendo declaraciones falsas y tergiversaciones.

Trump dijo que había querido testificar en su juicio, un derecho que optó por no ejercer. Hacerlo habría permitido a los fiscales interrogarle bajo juramento. El viernes planteó la posibilidad de ser acusado de perjurio por un error verbal, diciendo: “La teoría es que nunca testifiques, porque en cuanto testifiques —cualquiera, aunque fuera George Washington--, no testifiques porque te acusarán de algo que hayas dicho ligeramente mal”.

Poniendo a prueba los límites de la orden mordaza que le sigue prohibiendo criticar públicamente a los testigos, incluido Michael Cohen, Trump llamó “canalla” a su antiguo intermediario —el testigo estelar de la fiscalía en el caso—, sin referirse a él por su nombre.

Arremetió también contra el juez del caso, diciendo que el principal testigo de su bando había sido “literalmente crucificado por este hombre que parece un ángel, pero que en realidad es un demonio”.

Y volvió a retomar algunos de los temas autoritarios en los que se ha centrado repetidamente en discursos y mítines, declarando que Estados Unidos bajo el gobierno de Biden es una nación “corrupta” y “fascista”.

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Los periodistas de The Associated Press Adriana Gómez Licón en Miami, Meg Kinnard en Columbia, Carolina del Sur, Gary Fields en Washington y Ali Swenson y Michael R. Sisak en Nueva York contribuyeron a este despacho.