Trump no habla de Estados Unidos, sino de estados azules y estados rojos

El presidente estadounidense, Donald Trump, habla durante un mitin de campaña en Minden, Nevada, el 12 de septiembre de 2020. (Doug Mills/The New York Times)
El presidente estadounidense, Donald Trump, habla durante un mitin de campaña en Minden, Nevada, el 12 de septiembre de 2020. (Doug Mills/The New York Times)

WASHINGTON — El presidente estadounidense, Donald Trump, afirmó esta semana que, en realidad, no estaba tan mal la cifra de decesos por el coronavirus. Todo lo que teníamos que hacer era no tomar en consideración los estados que votaron por los demócratas.

“Si no contamos a los estados azules, estamos en un nivel en el que no creo que esté nadie más en el mundo. Estamos en un nivel muy bajo”, afirmó.

Esta afirmación fue tan discordante como reveladora y habla de un dirigente que, al parecer, lleva mucho tiempo considerándose más como el presidente de un Estados Unidos republicano que como el presidente de todo el país. Con respecto a la pandemia, la inmigración, el crimen, la violencia en las calles y otros problemas, por lo general Trump divide al país en la parte que lo apoya y la que no, y recompensa a la primera y rechaza a la segunda.

Aunque los presidentes que contienden por una reelección casi siempre ven el mapa del país a través del lente partidista, eliminan de manera ostensible ese filtro cuando se trata de cumplir con sus deberes en el gobierno o, al menos, hacen el esfuerzo para que eso parezca. Pero ese es un axioma que raras veces ha observado Trump cuando arremete contra las “ciudades demócratas” y los “estados azules mal gestionados”. Además, ha querido castigarlos con políticas fiscales y amenazas de negarles financiamiento federal, mientras dedica mucho más tiempo y atención a los estados rojos.

“El presidente Trump considera y usa la política como un concurso de popularidad y recompensa a quienes supone que le son leales a nivel personal”, señaló David Lapan, exfuncionario sénior en el Departamento de Seguridad Nacional en el gobierno de Trump y quien ahora trabaja en el Bipartisan Policy Center. “No estamos en el bachillerato y hay vidas de por medio, con resultados que casi siempre son trágicos”.

Difícilmente podría ser más marcado el contraste con sus predecesores en momentos de crisis nacionales. Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, el presidente George W. Bush invitó al Despacho Oval a los senadores demócratas de Nueva York Hillary Clinton y Chuck Schumer para que le ayudaran a idear maneras de apoyar a las víctimas y reparar los daños.

Cuando la tormenta Sandy azotó Nueva Jersey pocos días antes de las elecciones de 2012, el presidente Barack Obama suspendió su campaña para viajar al abatido estado, ofrecer su respaldo al gobernador republicano Chris Christie, quien apoyaba a su oponente, y brindar su solidaridad en los trabajos de reconstrucción.

Sin embargo, ahora estamos en épocas más partidistas y Trump es una figura más abiertamente partidista que quizás cualquier otro presidente de la era moderna. Durante los meses de la pandemia, en diferentes momentos ha arremetido contra los gobernadores demócratas culpándolos por los fracasos, mientras que su comentario del miércoles acerca de no contar los decesos de los estados azules evidencia un intento de atribuir a sus opositores la responsabilidad de la peor pandemia en todo un siglo.

“Es un presidente muy indigno”, señaló el martes Tom Ridge, un exgobernador republicano de Pensilvania y posterior secretario del Departamento de Seguridad Nacional en el gobierno de Bush. “Va más allá de lo deleznable. Es desalmado”. Añadió que el virus era un asesino de la igualdad de oportunidades. Es inaudito tratar de dividir al país en medio de la pandemia con base en posturas políticas cuando la COVID-19 en realidad es bipartidista”.

Schumer, quien ahora es el líder demócrata en el Senado, tomó la palabra para criticar a Trump. “¿Qué clase de presidente ve la cifra de los ciudadanos fallecidos en el país que supuestamente dirige y, en un intento de enaltecerse, descarta a todos los estadounidenses que murieron en algún estado que no lo apoya políticamente?”, señaló Schumer. “Qué infamia. Es algo monstruoso. Cero empatía. Ni pizca de congoja. ¿Qué clase de presidente tenemos?”.

El jueves, en un comunicado, Sarah Matthews, vocera de la Casa Blanca, señaló que las políticas de Trump “honran a todos los estadounidenses” y que él lucha “por las personas de cualquier procedencia”, que incluyen a las que están combatiendo el coronavirus. “Pero no es ningún secreto que algunos estados y ciudades gobernados por demócratas no han podido generar crecimiento económico, garantizar la seguridad en las calles ni proteger a las personas más vulnerables contra este virus”, afirmó.

Trump llegó al poder con el mismo tipo de promesas de bipartidismo que los demás presidentes. “Les prometo a todos los ciudadanos de nuestro país que seré el presidente de todos”, declaró en su discurso de victoria luego de resultar electo en 2016. “Y esto es algo de gran importancia para mí”.

No obstante, ya en el cargo, se deleitó enfrentándose a los gobernadores y alcaldes demócratas. Atacó a los estados azules por sus políticas de “refugio” renuentes a cooperar con las enérgicas medidas federales sobre inmigración y ha querido castigar a los estados muy demócratas, como California, por sus políticas ambientalistas que rebasan las normas que él ha impuesto a nivel federal. Más recientemente, amenazó con quitarle fondos a cuatro “jurisdicciones anarquistas” que tienen alcaldes demócratas quienes, según él, no han hecho lo suficiente para frenar las manifestaciones contra la injusticia racial que se vuelven violentas.

Desde un principio, Trump fijó la pauta con la legislación de recorte de impuestos que se aprobó en 2017 y limitó las deducciones federales para los impuestos estatales, lo que incrementó los impuestos que pagaban muchos contribuyentes de altos ingresos en los estados azules y generó lo que el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, llamó en ese momento “una guerra civil económica” entre los estados azules y los rojos. Posteriormente, el mandatario cambió su propia residencia del estado azul de Nueva York, donde afectó mucho la modificación fiscal, al estado más rojo de Florida, donde no hay impuesto estatal sobre la renta. Asimismo, ha exhortado a otras personas a que también se vayan de Nueva York.

“Trump nunca se ha considerado presidente de Estados Unidos”, señaló Stuart Stevens, estratega principal de Mitt Romney cuando fue candidato presidencial de los republicanos en 2012 y que ahora es un abierto detractor de Trump. “Es el líder de una mafia y perteneces a su mafia o eres el enemigo”.

Los viajes del mandatario hablan de sus prioridades. Sin contar Maryland, donde está el avión presidencial, ni los estados donde tiene bienes inmuebles (Nueva York, Nueva Jersey, Florida y Virginia), Trump ha pasado cuatro veces más días visitando los estados que lo apoyaron en 2016 que los estados que votaron en su contra, según la información recabada por Factba.se, un servicio que le hace seguimiento a las declaraciones y las acciones del presidente.

No pasó desapercibido que, durante semanas, Trump no dijera nada sobre los incendios forestales que han azotado a California, Oregon y Washington, estados que votaron contra él y que es casi seguro que lo volverán a hacer. El lunes, cuando finalmente realizó una visita de una hora con 50 minutos a California para que le informaran acerca del desastre natural, le preguntaron si le importaban los estados azules.

“Déjame contestar tu perversa pregunta”, estalló. “El gobernador me llamó de inmediato y yo le llamé de inmediato. De hecho, él me regresó la llamada. Y en esa llamada, declaré una emergencia nacional. Hice una declaración de emergencia nacional. Eso fue inmediato. Así que no me digas que no hice nada porque di una pronta respuesta”.

De hecho, durante esa visita, el gobernador demócrata Gavin Newsom le agradeció al mandatario su ayuda antes de hablar de sus desacuerdos sobre el cambio climático. “Quiero agradecerle y reconocer el trabajo que ha realizado al responder de manera rápida”, le dijo Newsom.

Sin embargo, al día siguiente, Trump volvía a criticar a los “estados gobernados por demócratas” y a reiterar su oposición a un paquete de alivio para el coronavirus que brinde ayuda económica a los estados afectados por el virus.

“¿Por qué sigue hablando de los estados demócratas?”, le preguntó George Stephanopoulos durante una asamblea pública organizada por ABC News en Filadelfia. “Se trata de todos los estados del país”.

“No”, respondió Trump. “Los estados gobernados por demócratas son los que no están funcionando bien, George”.

This article originally appeared in The New York Times.

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