Triunfo de Bukele convierte a El Salvador en unipartidista y amplifica temores sobre democracia

Elecciones presidenciales en San Salvador

Por Sarah Kinosian y Nelson Renteria

SAN SALVADOR, 5 feb (Reuters) - La aplastante reelección del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, fue aplaudida por simpatizantes de la mano dura contra las bandas criminales, pero ha preocupado a opositores, quienes temen que el país se esté convirtiendo de facto en un Estado unipartidista.

El cómputo de los sufragios de la elección del domingo seguía realizándose el lunes, pero Bukele parecía haber obtenido una contundente victoria. El mandatario declaró que su partido, Nuevas Ideas, iba camino de obtener 58 escaños en el Congreso, de 60, aunque sólo se había escrutado el 5% de los votos.

El resultado otorga a Bukele un control sin precedentes de la Asamblea, donde la pasada legislatura utilizó la supermayoría de su partido para reformar instituciones y copar tribunales. Uno de esos tribunales le permitió presentarse a la reelección a pesar de la prohibición constitucional de contender por mandatos consecutivos.

En su discurso de victoria del domingo por la noche, Bukele afirmó que la oposición había sido "pulverizada" por su popular campaña contra las bandas y subrayó que su victoria era el resultado de una votación libre.

"La democracia significa el poder al pueblo", dijo, arremetiendo contra gobiernos extranjeros, periodistas y grupos de defensa de los derechos humanos que han advertido de una deriva autoritaria y arremetiendo contra Estados Unidos por su papel en la brutal guerra civil que asoló el país entre 1979 y 1992.

El Salvador "ha vuelto a hacer historia" por elegir a un solo partido "en un sistema plenamente democrático", dijo.

Pero grupos de defensa de derechos humanos manifestaron su preocupación por el rumbo que está tomando el país y pronosticaron nuevas limitaciones a derechos civiles.

"El hecho que se dé esta concentración del poder implica que no hay ningún tipo de garantías en El Salvador", dijo Gabriela Santos, directora del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA).

La popularidad de Bukele subraya cómo algunos países centroamericanos han luchado por poner en marcha modelos democráticos sostenibles tras los conflictos civiles entre guerrillas de izquierda y gobiernos autoritarios de derecha respaldados por Estados Unidos.

A la mayoría de los votantes no parece molestarles el dominio político de Bukele ni la suspensión de libertades civiles que ha llevado a la detención de 76,000 salvadoreños, a menudo sin el debido proceso, desde que inició su ofensiva en marzo de 2022. Sólo agradecen que haya acabado con la violencia de las bandas que asolaba El Salvador desde hacía décadas y que puedan volver a salir a la calle por la noche.

El descenso de la delincuencia y la emigración que acompañó a la mano dura plantea un dilema a los responsables políticos estadounidenses, que esperan fomentar la democracia pero también desean frenar los cruces fronterizos.

El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, felicitó a Bukele el lunes, al tiempo que afirmaba que Washington daría prioridad a las garantías de juicio justo y a los derechos humanos como parte de sus esfuerzos para frenar las causas de la emigración.

Aunque algunos analistas han advertido que el encarcelamiento masivo del 1% de la población no es sostenible, Bukele ha prometido seguir impulsando su estrategia contra las bandas. Ha insinuado que ahora también se ocupará de la economía, la de crecimiento más lento de Centroamérica y que probablemente será una preocupación creciente para los votantes en su segundo mandato.

¿GOBERNAR DE MANERA VITALICIA?

Con un poder sin precedentes y su capacidad para reformar la Constitución de El Salvador, opositores temen que Bukele elimine los límites a los mandatos y busque gobernar de por vida, emulando medidas adoptadas por el presidente Daniel Ortega en la vecina Nicaragua.

Cuando se le preguntó si modificaría la Constitución para permitir la reelección indefinida, Bukele dijo a periodistas el domingo que "no creo que sea necesaria una reforma constitucional", pero no respondió directamente a las preguntas sobre si se presentaría a un tercer mandato.

Los partidos tradicionales de El Salvador, por su parte, tienen un largo camino por recorrer para recuperar el apoyo del público. Parece que sus candidatos obtendrán porcentajes de un solo dígito en la votación del domingo.

"Lo que le podría pasar a la oposición es que desaparezcan, porque realmente nosotros confiamos ciegamente en ellos y no hicieron nada mientras el país se hundió más en la delincuencia", dijo Gladis Muñoz, una secretaria de 55 años en la capital San Salvador. "Nos sentimos decepcionados", añadió.

Los partidos de oposición fueron presentados por la campaña de Bukele como aliados de las bandas, cosa que ellos niegan.

Pero Bukele ha controlado con éxito la narrativa a través de una sofisticada maquinaria mediática impulsada por un ejército de troles a sueldo que atacan a periodistas y adversarios políticos.

En los últimos años, la Asamblea Legislativa ha aprobado las propuestas de Bukele y la mayoría de las leyes aprobadas por el órgano procedían de la presidencia. Las propuestas de la oposición rara vez se han tenido en cuenta.

Como en Venezuela, la oposición está dividida y carece de un plan claro a corto plazo para enfrentarse a Bukele.

"Los espacios democráticos se están cerrando en El Salvador, la sociedad civil se está cerrando y hay un ambiente de miedo al hablar", dijo Claudia Ortiz, legisladora que se ha enfrentado a Bukele y se postuló por el advenedizo partido Vamos. "Todo está al servicio de un proyecto político", añadió.

(Reporte de Sarah Kinosian y Nelson Renteria; editado en español por Adriana Barrera)