Travesía en barca hasta la ciudad brasileña que se quedó sin puentes por las inundaciones

Arroio do Meio (Brasil), 10 may (EFE).- Arroio do Meio, una ciudad del sur de Brasil, se quedó sin sus dos puentes por las inundaciones y lo que antes era un trayecto de 10 minutos de una orilla del río a la otra, se ha convertido en una travesía en barca con una fila de espera de hasta dos horas para cruzar.

El puente de hierro, de casi 100 años y uno de los emblemas del municipio, sobrevivió a la famosa inundación de 1941, pero no pudo con esta. La mitad de la estructura reposa sobre la orilla, unos 100 metros más allá.

El segundo, uno de hormigón por el que diariamente pasaban cientos de vehículos, tampoco resistió. El río Forqueta, un pequeño afluente del Taquari, lo dobló como plastilina después de que su nivel superara los 30 metros en la mayor crecida que se recuerda en la región.

Sin puentes, los cientos de personas que van y vienen desde la ciudad de Lajeado hasta Arroio do Meio tienen que dar un rodeo de hasta cinco horas por carretera o cruzar en una embarcación de madera a motor en la que caben apenas seis pasajeros.

Acaba de amanecer y en la orilla ya hay una treintena de personas haciendo fila junto al puente derrumbado para tomar la lancha a través del agua turbia.

Roberto Amaral, de 42 años, vive en Lajeado y trabaja en Arroio do Meio. Ya va con 15 minutos de retraso, pero dice que los jefes entienden. En el pico de la inundación, se quedó una semana aislado en su empresa sin poder volver a casa.

“Es una escena de guerra…”, afirma, antes de avanzar a trompicones hacia el muelle improvisado, intentando no meter el pie en el fango todavía húmedo.

El sur de Brasil reportaba 108 muertos, 136 desaparecidos y unos 395.000 desplazados, además de un impacto económico de al menos 18.839 millones de reales (unos 3.663 millones de dólares), incluyendo 3.609 millones de reales (701 millones de dólares) para la reconstrucción de puentes.

Al timón de la barca está Fabricio Dornelles, voluntario de 44 años con chaleco naranja, que ha perdido la cuenta del número de viajes que realiza cada día: “Unos 200… Intentamos ayudar en la medida de lo posible”.

Al atracar en la orilla de Arroio do Meio, los pasajeros suben como pueden por una cuesta resbaladiza. Rosi Barbosa, que trabaja en un hospital que el agua no inundó por muy poco, llega arriba casi sin aire y se hace un selfie con dos compañeros para celebrar la conquista.

“Ya no tengo edad para hacer esto”, bromea Barbosa, de 59 años, aunque se pone seria al comentar sobre los estragos: “Todavía tenemos la ilusión de que el hombre manda, pero no es así y no aprendemos. No pueden dejar construir casas cerca del río”.

El barrio de Navegantes en Arroio do Meio es toda una lección: hay cuatro calles enteras que parecen haber sido arrasadas por un huracán y un columpio que milagrosamente se mantiene en pie.

Al alcalde Danilo José Bruxel le llueven peticiones de ayuda en cuanto pisa la calle. La reconstrucción de los puentes es una de las más urgentes.

“Las personas están volviendo a trabajar y la semana que viene reabren las escuelas. El número de cruces va a duplicarse o triplicarse y necesitamos un acceso por el río”, explica.

Frente a esta emergencia, un grupo de empresarios de la región está reuniendo dinero para restaurar el puente de hierro, y en un plazo de un mes el Ejército pretende levantar un cruce temporal mientras reconstruyen el de hormigón.

De vuelta en la orilla de Arroio do Meio, Luana Majolo, nutricionista de 29 años, se acaba de subir al bote para ir a trabajar a Lajeado, después de varios días sin acudir debido a la inundación. Está pensando en mudarse allá para ahorrarse la travesía diaria.

“Espero que mi novio se mude conmigo”, dice, con rostro circunspecto.

Jon Martín Cullell

(c) Agencia EFE