Trastoca tren maya identidad de comunidades

FELIPE CARRILLO PUERTO, Q.Roo, mayo 6 (EL UNIVERSAL).- "La esencia del pueblo maya puede morir" con el Tren Maya, sentencia Ángel Sulub, habitante de Felipe Carrillo Puerto, por donde pasa el Tramo 6 del megaproyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Descendiente de uno de los mayas que participó en la Guerra de Castas, en el siglo XIX, el joven acusa que el impacto social de la obra en su municipio —enclavado entre Tulum y Bacalar, Quintana Roo— se siente y es catalogado por una parte de la comunidad como un nuevo "genocidio" contra el pueblo maya.

"Esos impactos que no se ven en el momento son los que más preocupan en cuestiones de la identidad (…), es la muerte del ser interior, porque si se acaban las ritualidades no es que físicamente mueran los mayas, pero sí puede morir la esencia del pueblo maya", advierte.

Preocupado por el futuro de su cultura, Sulub es uno de los mayas que levantaron la voz contra los trabajos en el Tramo 6 —el cual conectará a Tulum y Chetumal— que modificaron la vida en Carrillo Puerto, con la fragmentación de caminos rurales, amenaza a lagunas y la transformación de paisajes, vulnerando sus creencias y ritos ancestrales, ligados a la veneración a la selva.

Con 88 comunidades y cuatro centros ceremoniales, los mayas del municipio gobernado por Morena mantienen conceptos y formas de vida comunitaria profundamente vinculados con la naturaleza que hoy ven lastimada por el Tren Maya —que para ellos no es maya— y que forma parte de una cosmovisión que se resiste a sucumbir al ideal de desarrollo que surge en los centros urbanos, individualizados y "enfermos del alma".

Ángel Sulub, uno de los fundadores del Centro Comunitario U Kúuchil K Ch’i’ibalo’on, sostiene que el desarrollo del "mal llamado Tren Maya", promocionado por la administración obradorista como una fuente de empleo, bienestar, reordenamiento territorial y desarrollo, provoca impactos sociales silenciosos, poco explorados, apenas analizados y escasamente difundidos.

Esa afectación tiene que ver, a un nivel más profundo, con la alteración de su sistema de creencias, el despojo "legal" del territorio, los impactos a la salud e incluso la estocada a la espiritualidad de la comunidad.

Sulub habla también de la "sustitución de la identidad" de los pueblos originarios, ligada a la comercialización del tren y advierte sobre la modificación o desaparición de peregrinaciones en sitios por donde corre el trazo del Tramo 6.

Por ejemplo, menciona la fiesta en honor a San Juan de Dios, que inicia a principios de mayo y que tiene su clímax en el pueblo de Kopchén, a donde llegan los representantes de las 13 comunidades mayas de Uh May, X-Hazil Sur, San Andrés, Nohcah, Kopchén, Chancah, Mistequilla, Chan Santa Cruz, Yoactun, Laguna K’ana, Santa María Poniente, Naranjal y Petcacab.

"La peregrinación de Kopchén es una peregrinación por la Vara de San Juan, en junio, que inicia en mayo. Debe iniciar creo que el 9 o el 10 de mayo. Sale de su pueblo la peregrinación de los abuelos, caminando, y recorre por más de un mes muchas comunidades hasta regresar a su pueblo el 24 de junio, que es Kopchén, y hacer la fiesta del pueblo.

"Esa peregrinación pasa [por] donde está el trazo del tren, por X-Hazil, por el camino antiguo, llega a Umay y ahí está el trazo. ¿Qué va a pasar? ¿Les van a poner un puentecito o van a cambiar su ruta tradicional de peregrinación? ¿Va a desaparecer esa peregrinación?", cuestiona.

Sulub cree que quizá este año sea la última vez que la peregrinación atraviese por su ruta original porque después ya no podrán utilizar el camino antiguo por las obras del Tren Maya. "O sea, dividieron al pueblo; ese es un cambio brutal en tu forma de vida. Es un despojo tan grande de la espiritualidad y de lo sagrado de un pueblo", alerta.

Cada 3 de mayo, los pueblos mayas veneran y adoran la Cruz Parlante, la cual —de acuerdo con la creencia popular— durante la Guerra de Castas, en el siglo XIX, se le apareció a los mayas y los impulsó a luchar para vencer al enemigo explotador.

La herida

En la oscuridad de la noche, detrás de una fina cortina de árboles a lo largo de la carretera federal 307, a la altura de Felipe Carrillo Puerto, maquinaria pesada se afana, bajo presión y sin freno, en extender la herida provocada a la selva de Tulum hasta Chetumal, como parte de las obras del Tramo 6 del Tren Maya, denominado "tren militar" por integrantes de comunidades indígenas y colectivos socioambientales.

La longitud del tramo, que va a un costado de la carretera federal 307 hacia Chetumal, abarca 255.50 kilómetros, lo cual incluye una gaza de conexión con el Tramo 7, en Bacalar.

En la penumbra apenas se alcanza a distinguir uno de los cuerpos de agua que han sido parcialmente rellenados dentro del trazo, a un lado de la carretera, donde el brillo de las luciérnagas languidece frente a los faros de la maquinaria, constató este diario durante un recorrido.

Para el desarrollo de las obras, cuyo costo estimado por el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) alcanza los 70 mil 173 millones 701 mil 206 pesos, se rellenan cuerpos de agua superficiales, dentro o flanqueando la ruta ferroviaria.

En otro punto, en una desviación de esa misma carretera, hacia Laguna Ocom, la luz del sol delata el relleno de una aguada, en una zona inundable sobre la que se abrió una brecha que sigue la trayectoria del trazo.

El cuerpo de agua —explican habitantes de Felipe Carrillo Puerto— está interconectado con ese sistema lagunar.

En esta región, al igual que en el Tramo 5, las obras fragmentan la naturaleza, con alto riesgo de interrumpir las corrientes de agua que bajan desde Campeche y abastecen a localidades quintanarroenses, pero a diferencia de esa ruta, en el Tramo 6, además del impacto ambiental, se destruyen la identidad y las tradiciones de comunidades indígenas y se socava su derecho a preservar sus modos de vida y creencias.

Ahí, la gente sostiene que, al morir, las abuelas y los abuelos se vuelven el alma de los árboles... los mismos que caen vencidos por las máquinas y se apilan a los costados del trazo.

Ángel Sulub añade que otro de los impactos del proyecto del tren en Felipe Carrillo Puerto es el aumento en la interacción con "personas ajenas" a las comunidades que llegaron a trabajar en las obras, demandando servicios como vivienda, salud y esparcimiento. Además, la inseguridad y la delincuencia se incrementaron, desde los robos menores, hasta el narcomenudeo y la desaparición de personas.

En la plaza principal del municipio, Sulub menciona también la fuerte división que vive la población indígena, enfrentada desde que el desarrollo del megaproyecto fue una realidad.

En el recorrido hecho por EL UNIVERSAL se observó que, de día o de noche, las máquinas han desnudado la tierra de vegetación para nivelar el camino, acabando con los árboles dentro del trazo y fragmentando un rico ecosistema interconectado que es hogar del jaguar y otra diversidad de especies como el mono araña, mono aullador, puma, ocelote o el venado cola blanca.

Bajo condición de anonimato, un joven de 26 años nacido en Chiapas, que se contrató como "responsable del rescate y reubicación de la fauna" hace seis semanas, admite que su labor consiste en ir observando si aparecen "culebras o serpientes" o "lagartijas" durante el avance de las obras, para tomarlos y dejarlos "en otra selva". Por ese trabajo, de las 08:00 a las 18:00 horas, siete días a la semana, recibe un promedio de 12 mil pesos al mes, sin prestación alguna, según el contrato de tres meses que —dice— firmó con la Defensa Nacional.

Después de reiterar que tienen prohibido hablar con la prensa y dar informes, admite que trabajar para un proyecto de esta envergadura no significa nada para él, y cuestionado sobre si se subirá al tren cuando entre en operación, responde: "me da igual".

El Dato

88 comunidades mayas existen en el municipio Felipe Carrillo Puerto.

255.50 kilómetros es la longitud del Tramo 6 del tren.