Los trabajadores del campo, la mayoría inmigrantes ilegales en el país, se vuelven 'esenciales' durante la pandemia

Plantación de fresas cerca de Salinas, California, el 13 de junio de 2018. (Carlos Chavarría/The New York Times)
Plantación de fresas cerca de Salinas, California, el 13 de junio de 2018. (Carlos Chavarría/The New York Times)
Cochera adaptada para albergar a los trabajadores del campo en Mendota, California, el 14 de marzo de 2020. (Max Whittaker/The New York Times)
Cochera adaptada para albergar a los trabajadores del campo en Mendota, California, el 14 de marzo de 2020. (Max Whittaker/The New York Times)

LOS ÁNGELES — Al igual que legiones de trabajadores ilegales del campo, Nancy Silva ha realizado durante años el extenuante trabajo de recolectar la fruta fresca que disfrutan los estadounidenses, siempre con el temor de que algún día pueda perder su sustento debido a que se encuentra en el país de manera ilegal.

No obstante, la creciente pandemia del coronavirus ha traído una forma peculiar de reconocimiento: el gobierno federal ha considerado su trabajo en el campo como algo “esencial” para el país.

Silva, quien ha pasado la mayor parte de su vida en Estados Unidos evitando a la policía, ahora trae en su cartera una carta de su empleador que declara que el Departamento de Seguridad Nacional la considera “primordial para la cadena de suministro de alimentos”.

“Es como si de pronto se dieran cuenta de que nosotros contribuimos aquí”, señaló Silva, inmigrante mexicana de 43 años que ha estado trabajando en los huertos de clementina al sur de Bakersfield, California.

Es un secreto a voces que la mayoría de las personas que cosechan los alimentos de los estadounidenses son inmigrantes ilegales en el país, procedentes principalmente de México, y muchos de ellos han habitado en Estados Unidos durante décadas. Por lo general son padres de niños nacidos estadounidenses que durante años han vivido con la nube de la deportación cerniéndose sobre su familia.

Las cartas de “trabajo esencial” que ahora portan muchas personas no son un permiso de las autoridades de migración, las cuales todavía pueden deportar a Silva y a otros trabajadores del campo en cualquier momento.

Pero las autoridades policiacas locales dijeron que las cartas tal vez les den a los inmigrantes una sensación de seguridad de que no los arrestarán por violar la orden de permanecer en casa.

“Si hay personas que creen que podrían ser detenidas e interrogadas o deportadas por su situación legal, bajo estas circunstancias, tener esa carta las hace sentir tranquilas”, señaló Eric Buschow, capitán de la oficina del alguacil en el condado de Ventura, donde laboran miles de trabajadores en las plantaciones de fresa, limón y aguacate. “Pueden ir a trabajar. Y ahora su trabajo es esencial”.

Debido a la pandemia también se han suspendido muchas de las operaciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas. El 18 de marzo, esta agencia dijo que “adaptaría de manera temporal su postura de observancia” para no concentrarse en los migrantes ilegales comunes y corrientes, sino en los que plantean una amenaza a la seguridad de la población o un peligro criminal.

La agencia señaló que no llevaría a cabo acciones de observancia cerca de las instalaciones médicas “excepto en circunstancias muy especiales” y, en cambio, concentraría sus esfuerzos en el control de drogas, tráfico de personas y pandillas.

“Quienes no tenemos documentación vivimos con miedo de que nos atrape ‘la migra’”, comentó Silva. “Ahora nos sentimos más tranquilos”.

Los trabajadores del campo de todo el país han estado tratando de saber lo que significará el brote del coronavirus para su seguridad y su subsistencia. Incluso si tienen un riesgo menor de ser deportados que antes, a muchos les preocupa que las condiciones de trabajo que los obligan a estar muy cerca en los campos y las instalaciones de empaque los pongan en riesgo de contraer el virus, además, a algunos trabajadores de almacén les reducen sus horas conforme los empleadores se ajustan al mercado cambiante.

Para muchos trabajadores, el hecho de que ahora se les considere tanto ilegales como esenciales es una ironía que no pasa desapercibida, ni tampoco a los empleadores que durante mucho tiempo han tenido que transitar por laberintos legales para conservar su fuerza laboral en las plantaciones.

“Es triste que tenga que haber una crisis sanitaria como esta para destacar la importancia de los trabajadores del campo”, comentó Hector Lujan, director ejecutivo de Reiter Brothers, una gran empresa familiar productora de bayas en Oxnard, California, que también opera en Florida y en la costa noroeste del Pacífico.

Lujan, cuya empresa emplea a miles de trabajadores del campo, los describió como héroes anónimos que garantizan que los estadounidenses tengan seguridad alimentaria.

“Tal vez uno de los beneficios de esta crisis sea que se les reconozca y salgan de las sombras”, dijo Lujan, cuya empresa ha estado presionando al Congreso a fin de que apruebe un proyecto de ley para legalizar a los inmigrantes que trabajan en el campo.

Según el Departamento de Agricultura, aproximadamente la mitad de todas las personas que cosechan en Estados Unidos, más de un millón, están de manera ilegal en el país. Las empresas productoras y los contratistas de mano de obra calculan que el porcentaje es más cercano al 75 por ciento.

Pese a una mayor automatización, el sector agrícola ha seguido teniendo problemas con la falta de mano de obra debido a que muchas frutas y verduras deben cosecharse a mano para evitar que se maltraten.

En una encuesta a los agricultores que realizó la Oficina de Agricultura de California, el 55 por ciento reportó escasez de mano de obra, y esta cifra era de casi un 70 por ciento para quienes dependían de los trabajadores de temporada. Los productores dijeron que los aumentos al salario en los últimos años no han compensado ese déficit.

Las operaciones en las plantaciones de fresa en California, en los huertos de manzanas en Míchigan y en las empresas de lácteos en Nueva York y Idaho están lidiando con una fuerza laboral que disminuye y envejece, con medidas enérgicas en la frontera y con la incapacidad del Congreso para pactar una reforma sobre la inmigración que pueda brindar una fuente estable de mano de obra. El aumento en las deportaciones y el regreso voluntario de muchos mexicanos a su país han agravado esta escasez.

Como resultado, los productores han recurrido cada vez más a un programa de trabajadores invitados, conocido oficialmente como el programa H-2A, para compensar la falta de suministro de mano de obra. La cifra de trabajadores con visa se disparó a 257.667 en 2019, en comparación con los 48.336 trabajadores en el año fiscal de 2005.

Los productores se asustaron luego de que a principios de marzo el Departamento de Estado detuvo todos los trámites de visas en México durante la emergencia sanitaria. Como respuesta a las protestas, el departamento anunció el 26 de marzo que no exigiría las entrevistas en persona, lo cual permitiría que se analizaran la mayor parte de las solicitudes a tiempo para la época más importante de la cosecha.

La agricultura estadounidense está en un momento decisivo en el que hay un volumen enorme de productos que se tienen que cosechar desde ahora hasta agosto. En California, todavía están arrancando los cítricos de los árboles, las fresas casi están listas, y muchos otros cultivos maduran en el verano. En Georgia, las cebollas y los duraznos de Vidalia pronto estarán maduros. En Washington, los árboles de manzanas están cargados de fruta en el verano.

La pandemia conlleva riesgos específicos para los trabajadores del campo. La mayoría no recibe pagos por incapacidad si se enferma y no tiene seguro médico. El paquete de ayuda de dos billones de dólares por la pandemia que aprobó el Congreso la semana pasada no ofrece ayuda a los inmigrantes ilegales en el país.

Armando Elenes, secretario tesorero de la organización de trabajadores United Farm Workers, dijo que las cartas que afirman que los trabajadores son “esenciales” no sustituyen las “medidas importantes para frenar la pandemia que protejan a los trabajadores del campo con acciones básicas”, las cuales, según él, incluirían ampliar los permisos por enfermedad a 40 horas o más, lo cual facilitaría que los trabajadores solicitaran días de incapacidad y se realizara un saneamiento más estricto de las áreas de trabajo.

Algunos productores, como Reiter Brothers, han capacitado a sus trabajadores sobre maneras para cuidarse, las cuales incluyen lavado de manos frecuente y técnicas adecuadas para toser y estornudar. La empresa ha incrementado la cantidad de lugares para lavarse las manos en las plantaciones y ha aumentado el espacio entre los trabajadores que están recolectando las fresas. Esta empresa también ofrece atención médica.

Jim Cochrane, productor de bayas, alcachofas, brócoli y otros cultivos orgánicos en Santa Cruz, California, les dijo a sus trabajadores que les seguiría pagando, hasta por tres semanas, en caso de que contrajeran el virus y tuvieran que faltar al trabajo.

Pero, según la organización United Farm Workers, esas políticas son excepcionales.

Los trabajadores agrícolas en las empacadoras y las plantas avícolas, que casi siempre trabajan en áreas cerradas, temen contraer el virus y también se preocupan por los recortes recientes que han amenazado sus posibilidades de trabajar.

Maura Fabian, de 48 años, empaca uvas para escuelas y hospitales en un almacén del Valle Central cerca de Fresno, donde, afirma, cerca de la mitad de los trabajadores han sido despedidos; a los demás, incluyéndola a ella, les han recortado sus horas de manera drástica, comentó.

Desde el 16 de marzo, Fabian ha trabajado turnos de cuatro horas la mayor parte de las jornadas y otros días le han dicho que no vaya al trabajo.

Ella cree que su empleador ha reducido las líneas de empaque debido a que, por el cierre de las escuelas, se ha reducido la demanda de frutas empacadas. La empresa también está tratando de evitar la propagación del coronavirus entre los trabajadores, señaló.

“Nos da miedo esta enfermedad, pero nos da más miedo no poder ganarnos el sustento”, afirmó Fabian, quien es madre soltera y compró una casa en octubre, donde vive con sus tres hijos.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company