Trabajadores de ambulancias en Texas están saturados ante el repunte en la frontera

Un cruce en San Ysidro, California, que se cerró de manera temporal y ahora está reabierto, el 4 de enero de 2024. (Mark Abramson/The New York Times)
Un cruce en San Ysidro, California, que se cerró de manera temporal y ahora está reabierto, el 4 de enero de 2024. (Mark Abramson/The New York Times)

EAGLE PASS, Texas — Durante los largos y ajetreados meses de otoño, las llamadas no dejaron de entrar: madres que perdían a sus hijos mientras intentaban cruzar las aguas traicioneras del río Bravo; mujeres embarazadas atrapadas en alambre de púas; cuerpos arrastrados a la orilla.

En meses recientes, ciudades como Nueva York y Chicago han tenido dificultades para albergar a los migrantes que llegaron en autobuses repletos durante la última ola migratoria. Sin embargo, aquí en la frontera, la pequeña localidad de Eagle Pass ha sido una de las varias ciudades que han enfrentado un reto todavía más difícil. Durante el punto más álgido de la afluencia de las semanas recientes, hasta 5000 migrantes al día cruzaron la frontera desde México para reunirse a lo largo del río, atravesar corriendo los patios y buscar ayuda.

Muchos necesitan atención médica urgente cuando llegan, la cual solo está disponible en una ciudad que ya tiene dificultades para satisfacer las necesidades de sus propios 28.000 residentes. La ciudad ha tenido que asignar una de sus cinco ambulancias de tiempo completo para transportar a los migrantes heridos desde la orilla del río.

“Buena parte de la atención se centra en las grandes ciudades y en los altercados entre políticos y no en lo que pasa aquí en Eagle Pass”, opinó esta semana Manuel Mello III, jefe de bomberos de Eagle Pass, mientras una delegación de 60 congresistas republicanos, entre ellos el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, se reunía en la ciudad, al borde del río Bravo, para pedir al gobierno del presidente Joe Biden que detenga la ola de inmigración.

“Nuestras comunidades están rebasadas”, les comentó Johnson a los periodistas el miércoles. “Abrieron la frontera de par en par a todo el mundo”.

Se calcula que en diciembre se detuvo a unos 300.000 migrantes en la frontera sur, una cifra récord que provocó el cierre temporal de cuatro cruces internacionales, incluido uno en Eagle Pass.

Un miembro de los servicios de emergencia del Departamento de Bomberos de Eagle Pass en Eagle Pass, Texas, el 4 de enero de 2024. (Jordan Vonderhaar/The New York Times)
Un miembro de los servicios de emergencia del Departamento de Bomberos de Eagle Pass en Eagle Pass, Texas, el 4 de enero de 2024. (Jordan Vonderhaar/The New York Times)

Durante mucho tiempo, Texas ha estado en el centro de la política migratoria de Estados Unidos y algunos de los mayores niveles de ingresos en años recientes han ocurrido en El Paso y en todo el Valle del Río Grande. Sin embargo, este año la zona se ha convertido en un punto esencial de fricción entre los líderes republicanos y el gobierno de Biden, pues el gobernador de Texas, Greg Abbott, ha desafiado abiertamente la autoridad federal y ha montado patrullas con elementos de seguridad estatales, alambres de púas y boyas flotantes a lo largo de la frontera en un intento por mantener a los nuevos migrantes fuera del estado.

El miércoles, el Departamento de Justicia presentó una demanda contra una nueva ley de Texas que le otorga autoridad a la policía estatal para detener y devolver a los migrantes la cual entrará en vigor en marzo.

Abbott sigue enviando migrantes a las ciudades del norte, pero las autoridades locales de la frontera aseguran que ellos están desbordados a causa de los miles de migrantes que llegan a sus puertas, en especial los servicios de emergencia que responden a las llamadas cuando hay problemas.

En Eagle Pass, la mayoría de las llamadas se deben a los migrantes que subestiman las fuertes corrientes del río y desaparecen bajo el agua. Otras son para personas heridas que intentaron cruzar a través del alambre de púas que instaló el estado a pesar de las objeciones de las autoridades federales, mujeres embarazadas alteradas, golpes de calor, hipotermia y diversas lesiones leves.

En promedio, el Departamento de Bomberos responde en un mes a 217 llamadas de este tipo, una cifra considerable para un grupo de unos 50 paramédicos y técnicos de emergencias médicas. “Estábamos viendo gente ahogada casi todos los días”, comentó Mello. “Nos estamos desbordando”.

El departamento está gastando unos 150.000 dólares al mes tan solo en el costo de las ambulancias que atienden a los migrantes, el cual suelen cubrir los mismos pacientes o las aseguradoras sanitarias, pero no en el caso de los migrantes, señaló el jefe. Esta cifra no incluye las horas extras, las cuales representan más de 30.000 dólares al mes, ni los costos de remplazar equipos y medicamentos.

“Pero, ¿cuál es la solución?”, cuestionó Mello. “¿No responder a las llamadas? Eso sería inhumano. Nuestro trabajo es salvar vidas”.

El Departamento de Bomberos no es la única agencia local que sufre la presión. Según el jefe de la policía de Eagle Pass, Federico Garza, su pequeña fuerza policial de 74 oficiales a menudo se desvía de sus tareas cotidianas de responder a las llamadas para reportar a migrantes que están sin hacer nada en una esquina o cruzando un patio trasero. El alto número de llamadas “puede ser abrumador”, afirmó.

Se espera que los agentes locales pongan a los migrantes bajo custodia de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. Sin embargo, esa dinámica podría cambiar en marzo, cuando entre en vigor la nueva ley estatal y los agentes locales estén facultados para llevar a cabo detenciones más generalizadas de migrantes, una disposición que, según el Departamento de Justicia, usurpa inconstitucionalmente la autoridad federal.

Garza tiene sus propias preocupaciones sobre la ley. Señaló que sus oficiales no estaban capacitados para tener encuentros con migrantes y nadie del estado se había acercado para brindar capacitación ni recursos.

“¿Vamos a tener más patrullas fronterizas? Esas son las respuestas que estoy esperando”, comentó. “Mi labor es mantener la ciudad segura y no interferir con sus cruces y que ellos no interfieran con nuestros ciudadanos”, agregó para referirse a los migrantes.

Después de las cifras récord de meses recientes, ha habido algunas señales de declive. Las aprehensiones disminuyeron a unas 2500 el 1.° de enero, en comparación con las 10.000 de un solo día en diciembre, según funcionarios gubernamentales. Rolando Salinas Jr., alcalde de Eagle Pass, señaló que en su ciudad había habido menos de 500 en días recientes.

“Pero eso ya ha ocurrido antes, ¿no? Hay varios días con muy poca gente y, de repente, viene una gran ola”, mencionó Salinas. “Espero que no volvamos a ver 4000 o 5000 personas. Eso crea el caos”.

No están claras las razones de la disminución reciente, aunque parece que uno de los factores pueden ser las nuevas medidas que ha tomado México para frenar la migración después de que el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, y otros altos funcionarios estadounidenses instaron al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador a intervenir. Desde entonces, las autoridades mexicanas montaron puestos de control para interceptar una gran caravana que se dirigía hacia el norte y también han comenzado a deportar a migrantes venezolanos, quienes últimamente han representado una gran parte de los recién llegados a Estados Unidos.

Las autoridades estadounidenses también han redoblado las deportaciones: más de 460.000 migrantes, entre ellos 75.000 familias con niños, han sido trasladados por aire a sus países de origen desde mayo.

La disminución en los cruces ya le ha quitado un peso de encima a la ciudad de Eagle Pass, según Salinas. El cierre reciente de un cruce internacional conocido a nivel local como Puente 1 paralizó una economía local que se beneficia de un flujo constante de mexicanos que cruzan de manera legal todos los días para comer en restaurantes, llenar sus tanques de gasolina y desplazarse al trabajo. El cierre durante la temporada navideña le costó alrededor de un millón de dólares a la ciudad, comentó Salinas.

El puente reabrió a las siete de la mañana del jueves. También se reabrieron otros cruces que se habían cerrado de manera temporal, en San Ysidro, California, Nogales, Arizona, y Lukeville, Arizona.

Salinas señaló que esta semana recibió una llamada personal del secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, para hablar de los planes para reabrir el puente.

“Lo último que queremos es que un puente esté cerrado”, mencionó Salinas. “Eso afecta a la población local y a nuestros bolsillos”.

Salinas comentó que también esperaba que la visita de los republicanos de la Cámara de Representantes en esta semana presione al presidente y a los demócratas para que acuerden políticas de inmigración más estrictas.

Sin embargo, los miembros del equipo de emergencia de la estación de bomberos de Eagle Pass comentaron que no tenían tiempo de esperar a que los políticos de Washington tomen una decisión, si había vidas en juego.

c.2024 The New York Times Company