Trabajadores de aeropuertos del sur de la Florida dicen que están sobrecargados de trabajo y mal pagados

La inmigrante argentina María Bogarin nunca ha estado tan cansada en sus 10 años de trabajo como limpiadora de cabinas en el Aeropuerto Internacional de Miami: la escasez de personal, los retrasos y las cancelaciones la han hecho correr por el MIA, limpiando entre 10 y 11 aviones de American Airlines y Delta al día, frente a los siete aviones diarios que solía limpiar antes de la pandemia.

“Ahora mismo estamos realmente desbordados en el trabajo. Hay mucha presión. El tiempo que nos dan no es suficiente, no podemos hacer nuestro mejor trabajo. Estoy cansada y estresada mental y físicamente. Me duele el cuerpo cuando llego a casa después del trabajo”, dice, citando problemas de espalda y dolores de pies por una década de limpieza de aviones. “Me resulta difícil cuidar de mis dos hijos”.

En el Aeropuerto Internacional de Fort Lauderdale-Hollywood, los trabajadores dicen que las condiciones son similares: Rashad Grant, un asistente de sillas de ruedas subcontratado por Delta y United Airlines en ese aeropuerto dice que la escasez de personal lo ha dejado empujando sillas de ruedas para dos pasajeros al mismo tiempo o teniendo que tomar decisiones difíciles sobre a quién atender primero.

Rashad Grant en una concentración para exigir mayores salarios en el Aeropuerto Internacional de Fort Lauderdale-Hollywood.
Rashad Grant en una concentración para exigir mayores salarios en el Aeropuerto Internacional de Fort Lauderdale-Hollywood.

“Es muy estresante tener que elegir a quién atender. Puedes ver las miradas de los pasajeros cuando les digo que tengo que dejarlos allí. Les digo que todo irá bien y que llegarán a su vuelo de conexión, pero no siempre estoy seguro”, explicó Grant.

Bogarin y Grant ganan algo más de $17.50 por hora y no han tenido licencia por enfermedad pagada durante la pandemia. Forman parte de una fuerza laboral de trabajadores en la Florida que dicen estar mal pagados, con exceso de trabajo y luchando por mantener los aeropuertos en funcionamiento durante el aumento de los viajes tras los cierres por la pandemia. Dicen que no se dan abasto y que batallan parar llegar a fin de mes: ambos han sufrido aumentos de alquiler, junto con el aumento del precio de la gasolina y los productos básicos debido a la inflación.

El sindicato que representa a Bogarin y Grant, el 32BJ Service Employees International Union (SEIU), encuestó a 639 trabajadores de aeropuertos en los cuatro mayores aeropuertos de la Florida: MIA, FLL, el Aeropuerto Internacional de Orlando y el Aeropuerto Internacional de Tampa, y descubrió que 85% de los empleados no podía pagar su vivenda.

Aunque los trabajadores de los aeropuertos de Miami-Dade y Broward están incluidos en la “ordenanza de salario digno” de los condados, solo ganan unos $32,708 al año en el FLL y $33,696 al año en el MIA, y 87% de los trabajadores de ambos aeropuertos respondieron que tenían problemas para pagar sus facturas. Mientras trabajaban durante la pandemia, 90% de los trabajadores de los aeropuertos de la Florida encuestados dijeron que no tuvieron ninguna licencia por enfermedad pagad y 83% dijo que había ido a trabajar enfermo porque no podía perder un día de sueldo.

“Los aeropuertos van muy bien, son tiempos de bonanza ahora, y son motores económicos y traen riqueza. Reciben toneladas de inversiones públicas, pero hay una desconexión entre todo ese financiamiento público y lo que la gente está ganando”, dijo Helene O’Brien, coordinadora en la Florida del 32BJ SEIU.

Bogarin, Grant y la mayoría de los trabajadores de servicios aeroportuarios —personas como los limpiadores de cabinas, los encargados de equipaje, los asistentes de sillas de ruedas y los controladores de seguridad— trabajan para subcontratistas que tratan de conseguir contratos con las aerolíneas proporcionando estos servicios al menor costo posible, lo que según los activistas a favor de los trabajadores crea una competencia hacia abajo.

“Cuando un pasajero va a un aeropuerto, verá a muchos trabajadores, personas que los llevan a la puerta de embarque en silla de ruedas, gente que carga y baja las maletas del avión, que limpia el avión... ninguno de ellos trabaja para una aerolínea, sino para un contratista de una aerolínea. Los salarios y las prestaciones son muy bajos, con una alta rotación, trabajos de bajo salario y que tienen todo que ver con la experiencia del pasajero”, dijo O’Brien. “La solución es que las aerolíneas exijan a los contratistas que paguen salarios y beneficios más altos, y si no lo hacen por voluntad propia el estado o el Congreso tienen que asegurar que lo hagan”.

American Airlines, la mayor compañía aérea del sur de la Florida, dijo en un comunicado que no interviene en las relaciones de los empleados con sus subcontratistas.

“Este estudio está relacionado con los empleados de las empresas con las que American hace negocios. No nos involucramos en las discusiones entre otras empresas y sus empleados”, dijo la compañía, señalando que American Airlines ha creado más de 140,000 empleos a través de empresas que apoyan sus operaciones en el MIA.

El sindicato colaboró con los representantes para presentar en el Congreso en junio la Ley de Buenos Empleos para Buenos Aeropuertos, que pretende establecer normas salariales y de prestaciones más estrictas para los empleados subcontratados de los aeropuertos de todo el país, con la esperanza de resolver algunos de los problemas recientes de la aviación en el país.

Enrique Lopezlira, director del programa de trabajo de bajos salarios del Centro Laboral de la Universidad de California en Berkeley, ha estudiado los vínculos entre los salarios y la seguridad y funcionalidad de los aeropuertos basándose en los aumentos salariales del Aeropuerto Internacional de San Francisco. Dijo que los aumentos salariales significativos en ese aeropuerto condujeron a una disminución de la rotación y las acciones disciplinarias y un aumento de la productividad.

“Todas estas cosas conducen a la mejora de la seguridad aeroportuaria. El mayor factor es la rotación, porque estos trabajadores del aeropuerto son también una línea de defensa contra el terrorismo y las emergencias. Si hay que seguir contratando y capacitando a los inspectores de embarque, eso puede suponer un riesgo para el público y para la seguridad”, dijo Lopezlira.

Rashad Grant, el asistente de sillas de ruedas del aeropuerto, lo sabe: estaba ayudando a un pasajero parapléjico a desembarcar en el FLL en 2017 cuando un asistente de vuelo corrió a bordo alertando de que había un agresor en el aeropuerto. Unos15 minutos después les dijeron que podían abandonar el avión, solo para escuchar más gritos de que los disparos continuaban. Grant condujo a un grupo de pasajeros, entre los que estaba la persona en silla de ruedas a la que había atendido, a esconderse en un pasillo que los empleados del aeropuerto usan para llegar a la pista, hasta que no hubo moros en la costa.

Estaba nervioso, estaba asustado, pero intentaba demostrar que no lo estaba, si el pasajero te ve ponerte nervioso, ellos también se ponen nerviosos. Pero es una de las cosas que descubres después de conseguir el puesto: pensaba que solo iba a ayudar a la gente que usa silla de ruedas, no sabía que también sería agente de seguridad y ayudaría en la evacuación y mantendría a todos a salvo. Y uno quiere que se le compense de forma justa por todas las actividades que tiene que hacer”, dijo, explicando que ha tenido que aceptar un segundo empleo con otro subcontratista de la aerolínea y que trabaja 64 horas a la semana para poder salir adelante.

“Me ha puesto en una situación realmente mala”, dijo. “Necesitamos que nos paguen un salario digno en función de lo que están subiendo los alquileres y los precios”.