El tráfico de fauna ya alcanza a más de 135 especies silvestres en el país: las más afectadas y el principal destino
El tráfico de animales está causando estragos si se mide en pérdida de biodiversidad y, en la Argentina, ese delito ya alcanza a 135 especies silvestres y la demanda como “mascotas” es la principal causa que lo impulsa, de acuerdo con tres organizaciones que inician hoy una campaña pública para contrarrestar esa actividad ilegal.
Datos proporcionados por el Instituto Jane Goodall, la Fundación Temaikèn y el programa WCS Argentina de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre indican que ocho de cada 10 ejemplares que se trafican por distintas vías en el país pertenecen a especies autóctonas y solo uno de cada 10 de esos animales sobrevive a las condiciones que les imponen sus cazadores. Peces, aves, mamíferos, reptiles y anfibios son parte de ese comercio ilegal.
WSC Argentina ya había denunciado a través de la campaña #SiComprasSosComplice en febrero de este año que monos, aves tan atractivas como el tucán o el papagayo y, más pequeñas, como el cardenal amarillo, el lagarto overo, la tortuga de tierra y el tatú carreta “encabezan la lista de especies que son sacadas del país para ser vendidas como mascotas de lujo o para integrar exclusivas colecciones”.
Ahora, las tres organizaciones se unen a una iniciativa mundial para generar la toma de conciencia en la población frente al “comercio ilegal de animales silvestres vivos vendidos como mascotas”, mientras que insisten en los riesgos que esto está generando, como la aparición y la propagación de enfermedades zoonóticas asociada con el tráfico de fauna protegida. Esa campaña la lidera la Alianza contra el Tráfico Ilegal de Fauna Silvestre (AZA-WTA, por su sigla en inglés) y el Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW).
“En la Argentina, más de 135 especies silvestres se ven afectadas por este problema y, al menos 20, están en peligro de extinción”, señalaron a LA NACION referentes de la campaña #NoSoyMascota, que se lanza hoy.
Paula González Ciccia, directora de Conservación y Educación de la Fundación Temaikèn, señaló que aun cuando hay centros de rescate especializados que trabajan con las autoridades nacionales y provinciales, “la cantidad de animales decomisados supera la capacidad para albergarlos con las condiciones de bienestar que requieren”. Otro dato que presentaron las tres organizaciones es que solo el 50% de los animales que se lograron rescatar, después pueden ser reinsertados en la naturaleza.
Solo al Centro de Recuperación de Especies Temaikèn (CRET) llegaron 290 cardenales amarillos luego de incautaciones. Esa cifra alarma y la ponen como ejemplo porque, según detallaron, es el 14,5% del total de individuos maduros que quedan en la naturaleza.
“Por esto –continuó González Ciccia–, es fundamental trabajar con la comunidad en la educación y la sensibilización. Así, las personas podrán evitar poner en riesgo su salud, la de los animales y la del ambiente en el que vivimos”.
El tráfico ilegal de vida silvestre, según detalló Laila López Goudard, coordinadora del Comité Ejecutivo del Instituto Jane Goodall Argentina, “está íntimamente ligado a los riesgos sanitarios, la destrucción de hábitat y pérdida de biodiversidad, que es la otra cara del cambio climático”. Esto, según continuó, está “claramente planteado” en las investigaciones científicas, así como también expresado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés) y la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES).
Distorsión publicitada
Ante la consulta de LA NACIÓN, coincidió con referentes de las otras dos organizaciones en que la sensibilidad social hacia los animales aumentó. “Lamentablemente, hay una distorsión publicitada por las redes sociales, que promueven directa o indirectamente el mascotismo, como ocurre con los casos de primates decomisados en la Argentina”.
Una de las líneas de trabajo del instituto creado por la primatóloga Jane Goodall para la promoción de la conservación de las especies amenazadas apunta al tráfico ilegal de vida silvestre. Es por lo que López Goudard describió como una “estrategia triangular”, que incluye “el rescate de los animales y el bienestar animal de alta calidad a través de santuarios, el empoderamiento de las políticas y la aplicación de la ley y la educación humanitaria y de otro tipo”.
En nuestro país, según planteó Cristian Gillet, responsable de Rescate y Rehabilitación de Fauna de la Fundación Temaikèn, el comercio ilegal de fauna es una de las principales amenazas que ponen en riesgo la supervivencia de muchas especies y muchos individuos, que son comercializados como mascotas o animales ornamentales.
“Todos los ciudadanos tenemos que ver con esto porque sin compradores no hay tráfico –enfatizó–. Un animal silvestre no solo requiere una nutrición y un ambiente específico, sino que el comercio ilegal extrae indiscriminadamente animales de la naturaleza que son transportados en condiciones que son muy malas, quedan hacinados, se golpean y se contagian enfermedades, lo que también pone en riesgo la salud de las personas [que tienen contacto].” En toda esa cadena, que incluye puntos de acopio y la venta, uno de cada 10 animales llega a ser vendido como mascota.
En el CRET, desde 2002 atendieron unos 14.000 animales rescatados e incluyen crías separados de sus madres de la peor manera para poder cazarlos. “Cuando llegan, están sufriendo todas las consecuencias de la cadena de tráfico. Cuando la población se involucra y no compra o denuncia los lugares de venta ilegal, ayuda a las autoridades del Estado y los centros de rescate a combatir este problema –continuó Gillet al describir el trabajo en red–. Cada individuo que se decomisa, requiere rehabilitación para poder ser reinsertado en su ambiente naturales, de acuerdo con aspectos genéticos, comportamentales y sanitarios”.
Un trabajo de meses o años
Ese es un trabajo que demanda meses o, a veces, de casi hasta un año. “Cada individuo que recibimos es, además, un paciente y debemos recuperar las lesiones físicas que puede tener, las enfermedades que pudo haber contraído y recuperar su estado porque llegan débiles, malnutridos, con días, meses o, cuando son recuperados de una casa, años sin exposición al sol por cautiverio –describió–. Algunos nunca tienen la posibilidad de reinsertarse a su ambiente por problemas sanitarios o del comportamiento y hay que cuidarlos a lo largo de su vida y con todo lo que demanda el bienestar de un mono, un loro, un guacamayo, una tortuga de agua o de tierra o aves.”
Puso como ejemplo el decomiso en la ciudad de Buenos Aires de ejemplares de la fauna de otras provincias, sin presencia natural en la Capital. “Hay que sumar a esto que muchos animales que pertenecen a la fauna argentina son encontrados en Estados Unidos o Europa porque desde la Argentina salen a otros países. También, tenemos el tráfico por las fronteras con Paraguay, Brasil y Chile –detalló–. Y rescatamos animales en la Argentina que son de África o Asia porque también hay tráfico desde otras partes del mundo hacia nuestro país para comprar ilegalmente animales exóticos.” Se trata, según enfatizó, de un problema que es global.
¿Qué habría que cambiar, mejorar o reforzar para contrarrestar más eficientemente este comercio ilegal? Gillet mencionó la necesidad de contar con “penas o consecuencias más duras para quienes cometen un delito que atenta contra la salud, el bienestar animal y la conservación de especies”. Eso, según explicó, debería servir para desalentar el tráfico.
También mencionó la necesidad de contar con más apoyo de la sociedad y el Estado a las autoridades y los centros de rehabilitación a través de, por ejemplo, más recursos para investigar y desarticular las redes de tráfico, hacer los decomisos, rehabilitar y reintroducir a los animales a sus ambientes naturales o, cuando eso no es posible, cuidarlos de por vida. Eso demanda biólogos, nutricionistas, veterinarios, cuidadores, espacios y mantenimiento.
“Las imágenes en el momento del decomiso son drásticas –dijo–. Son animales dentro de bolsas, botellas, cajas de cartón sin ventilación o pajareras, donde pueden haber cientos de animales hasta en una jaula pequeña. Esas son las imágenes detrás de un animal silvestre que se compra o adquiere como mascota. La campaña #NoSoyMascota viene a darle a la comunidad información de calidad. Vivimos en uno de los lugares más increíbles del planeta, lleno de vida. Tenemos [los ciudadanos] la responsabilidad de cuidarlo. Cada persona que denuncia, que no compra, que es un turista responsable porque no saca animales, plantas o fósiles de su lugar hace la diferencia.”