Después de otro tiroteo masivo, hay preguntas sobre el papel de los padres

Personas en duelo visitan un sitio conmemorativo espontáneo cerca de la escena del tiroteo del desfile del 4 de julio en Highland Park, Illinois, el 6 de julio de 2022. (Mary Mathis/The New York Times)
Personas en duelo visitan un sitio conmemorativo espontáneo cerca de la escena del tiroteo del desfile del 4 de julio en Highland Park, Illinois, el 6 de julio de 2022. (Mary Mathis/The New York Times)

HIGHLAND PARK, Ill. — Días después de que un hombre armado abriera fuego en un desfile del 4 de julio, Alberto Fuentes llegó a un sitio conmemorativo en el centro de la ciudad para las víctimas, haciéndose una pregunta que ahora acecha a muchas personas en este suburbio destrozado de Chicago: ¿Podrían los padres del sospechoso de 21 años haberlo evitado?

“El chico tenía problemas”, comentó Fuentes, de 40 años. “Yo también tengo hijos y, si veo algo así, es mi responsabilidad. Los padres tenían la responsabilidad de hacer algo”.

Millones de padres estadounidenses se preocupan ahora de que sus hijos sean víctimas de un tiroteo masivo. Pero una pesadilla diferente existe para el pequeño pero creciente grupo de padres cuyos hijos, casi siempre varones, aprietan el gatillo.

Algunos han pasado meses o años antes de los ataques preocupándose por la salud mental de sus hijos y buscando ayuda en vano. Pero la mayoría no alerta a las autoridades antes de un ataque, dicen los investigadores, y esos padres pueden enfrentarse al desprecio y a las acusaciones de que ignoraron las señales de advertencia o incluso permitieron los ataques al dejar que sus hijos consiguieran armas mortíferas.

Después, algunos padres cambian de nombre y abandonan la ciudad. Unos cuantos cuentan su historia para evitar futuros ataques. Otros intentan desaparecer con su silencio.

“Ya es bastante aterrador pensar que puedes ser víctima de un acto de violencia al azar”, señaló Andrew Solomon, un autor que entrevistó a los padres de los atacantes de la preparatoria Columbine de Colorado y la escuela primaria Sandy Hook de Connecticut. “Pero pensar que te pueden llamar la atención por no saber que tu hijo ha causado esto, también es un destino terrible”.

Los padres del hombre acusado en el tiroteo de Highland Park han sido objeto de escrutinio tras el ataque que mató a siete personas y dejó muchas más heridas. Los agentes de la policía publicaron registros que detallan que el padre patrocinó a su hijo para que obtuviera una licencia de armas de fuego en 2019 a pesar de los incidentes en los que se dice que su hijo intentó suicidarse con un machete y atrajo a la policía a su casa porque, según dijeron los agentes, amenazó con “matar a todos.” El padre ha dicho que no hizo nada malo y que estaba conmocionado por lo ocurrido.

Agentes de la policía en Highland Park, Illinois, el 4 de julio de 2022. (Jamie Kelter Davis/The New York Times)
Agentes de la policía en Highland Park, Illinois, el 4 de julio de 2022. (Jamie Kelter Davis/The New York Times)

A medida que un mayor número de los tiroteos masivos más mortíferos del país son llevados a cabo por asesinos adolescentes y veinteañeros, los fiscales e investigadores se concentran en los padres para desentrañar cómo se radicalizan sus hijos, qué intervenciones podrían haberlos detenido y si los padres que hacen caso omiso de las advertencias obvias o proporcionan armas a sus hijos deben ser considerados penalmente responsables. Según datos del Violence Project, más de 50 personas menores de 25 años han matado al menos a cuatro personas en un entorno público desde 1966. Esos datos excluyen a los asesinatos en masa que se atribuyen a actividades de bandas, robos u otros delitos subyacentes.

A veces se acusa a los padres de negligencia u homicidio después de que un niño se dispara o dispara a otra persona de manera accidental o con un arma mal guardada. Es mucho más raro que los padres sean acusados después de que sus hijos lleven a cabo un tiroteo.

Sin embargo, un puñado de casos recientes sugiere que eso puede estar cambiando, mientras las fuerzas del orden buscan nuevas formas de combatir el aumento de los tiroteos masivos.

“Es un territorio virgen en cuanto a la responsabilidad de los padres por el comportamiento de sus hijos”, afirmó Frank Kaminski, jefe de policía de Park Ridge, Illinois, otro suburbio de Chicago. Y añadió: “Estoy a favor de responsabilizar a todos por las armas”.

Cuando un joven de 15 años en Míchigan fue acusado de masacrar a cuatro compañeros de clase el año pasado, sus padres fueron acusados de homicidio involuntario; se declararon inocentes. Y después de que un hombre de 29 años se lanzara a matar en un Waffle House en Nashville, Tennessee, en 2018, el padre del hombre, residente en Illinois, fue acusado en ese estado de proporcionar ilegalmente el arma utilizada en el restaurante.

Las autoridades dijeron que el pistolero de Waffle House había sido tratado por problemas de salud mental y posteriormente perdió su autorización para poseer armas en Illinois. Cuando eso ocurrió, aseguraron, transfirió la posesión de las armas a su padre. Cuando el hijo se mudó, relataron las autoridades, el padre le devolvió un rifle, lo que, según ellos, es un delito.

No obstante, Michael Doubet, abogado de Jeffrey Reinking, padre del atacante de Waffle House, dijo que hay que distinguir entre las responsabilidades de los padres de un delincuente juvenil y las de los padres de alguien que lleva a cabo un tiroteo masivo como adulto legal. Reinking fue condenado por entrega ilegal de un arma de fuego y está a la espera de la sentencia.

“Cuando las personas tienen más de 18 años, están fuera del control de sus padres”, comentó Doubet.

Los investigadores afirman que algunos padres de niños con problemas no siempre saben adónde acudir para pedir ayuda. Dudan en llamar a la policía sobre los problemas de salud mental de sus hijos, antes de que se vuelvan violentos, por miedo al efecto duradero en el historial de su hijo.

Los investigadores encontraron una profunda negación en un caso como el del tiroteo de la escuela primaria Sandy Hook en 2012. Un informe detallado de Estado reveló que la madre del atacante de 20 años no hizo caso a las llamadas de los expertos médicos para que su hijo recibiera tratamiento de salud mental en los años anteriores al tiroteo y no restringió su acceso a las armas a medida que su estado de salud mental se deterioraba. La madre, Nancy Lanza, fue una de las 27 personas que mató su hijo.

El sospechoso de la masacre de Highland Park, Robert E. Crimo III, había vivido con su padre, Robert Crimo Jr, durante los últimos seis meses, y con su madre, Denise Pesina, antes de eso, precisó un abogado de la familia. Tras el ataque, según la policía, huyó de la ciudad en el auto de su madre antes de ser detenido. Lo acusaron de homicidio y se ordenó su detención sin fianza.

Ninguno de los padres del atacante acusado ha sido denunciado por ningún delito. Las autoridades han respondido sin compromiso a las preguntas sobre si están investigando al padre, diciendo que “todo está sobre la mesa”. Un abogado de oficio que representa al hijo rechazó hacer comentarios sobre el caso contra su cliente o sobre si los padres tenían alguna culpabilidad. George Gómez, un abogado que representa a los padres, afirmó que rechazaron ser entrevistados para este artículo.

En entrevistas recientes con los medios de comunicación, el mayor de los Crimo dijo que no estaba implicado en el tiroteo y que no tenía ni idea de lo que su hijo podía haber estado planeando.

Defendió su decisión de patrocinar la solicitud de su hijo para obtener una licencia de propietario de armas en 2019, diciendo que estaba siguiendo el proceso legal que Illinois había creado para que cualquier persona menor de 21 años adquiriera una tarjeta de identificación de propietario de armas de fuego. Dado el patrocinio del padre, la policía estatal dijo que no tenía ninguna base legal para negar la solicitud del hijo.

“Llené el formulario de consentimiento para permitir que mi hijo pasara por el proceso: hacen comprobaciones de antecedentes, lo que sea que eso suponga”, dijo Crimo en una entrevista con ABC News.

La policía estatal dijo que el documento que el mayor de los Crimo firmó incluía una disposición que decía que “será responsable de cualquier daño resultante del uso de armas de fuego o munición de armas de fuego por parte del menor solicitante”.

El hijo de los Crimo compró el rifle de alta potencia que, según la policía, utilizó en el ataque del desfile antes de cumplir los 21 años, momento en el que habría podido solicitar una licencia sin necesidad de patrocinio. Tenía 21 años en el momento del tiroteo, el cual, según la policía, llevó a cabo después de subir a un tejado en el centro de Highland Park durante el desfile y disparar más de 80 balas a la multitud.

Antes del ataque, Robert Crimo Jr. era muy conocido en la comunidad, pues dirigía tiendas de delicatessen en la ciudad y se postuló sin éxito a la alcaldía. Su mujer, Pesina, tenía un negocio de terapias naturales.

En el camino, hubo señales de que su hijo tenía problemas. Abandonó la escuela Highland Park High School en 2016, poco antes de comenzar su segundo año, dijeron las autoridades, y nunca se graduó de esa escuela.

“Era como si fuera invisible”, aseguró Kate Kramer, de 21 años, que lo conoció en la escuela secundaria.

Los investigadores afirman que los amigos, los compañeros de clase y los contactos en internet de los agresores suelen ser los primeros en darse cuenta de la amenaza que se cierne sobre ellos. Incluso si lo denuncian, no es garantía de que se vaya a detener un ataque. Antes de que un atacante de 19 años matara a diecisiete personas en una escuela de Parkland, Florida, hubo múltiples avisos a la policía en los que se advertía que estaba armado y podría disparar en una escuela.

En abril de 2014, una madre californiana dio avisos que llevaron a los agentes del alguacil al departamento de su hijo de 22 años, que vivía en Isla Vista, California. Las autoridades lo entrevistaron, pero no cumplía los estrictos requisitos para la hospitalización involuntaria, aclaró Jeffrey W. Swanson, sociólogo de la Universidad de Duke que estudia la prevención de violencia armada.

Al mes siguiente, el joven de 22 años mató a seis personas y se suicidó. Tras los hechos, el padre del atacante, Peter Rodger, se sentó con Richard Martínez, cuyo hijo Christopher estaba entre las víctimas. Martínez dijo que llenó su auto de obras de arte, trofeos, escritos y otros recuerdos de su atlético hijo, al que le encantaba conducir con el quemacocos abierto y expuesto al viento.

Martínez, que desde entonces se ha convertido en un abierto partidario de leyes de armas más estrictas, dijo que creía que algunos padres de los atacantes deberían ser considerados penalmente responsables si no intentaron prevenir un ataque o hicieron posible que sus hijos se armaran.

“Solo querían que les hablara de Chris. Y eso es lo que hice”, afirmó Martínez, recordando el encuentro con el otro padre. “Nunca hablamos de su hijo”.

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